Posted On 17/04/2007 By In Biblia With 4237 Views

¿Qué es eso de «lenguaje figurado»? (y 4)

¿Cómo entender la parábola?
(Segunda parte)

La primera predicación de Jesús que registra Marcos contiene elementos que no resultaban extraños a los oídos de aquellos a quienes les predicaba. Sin embargo, aunque pudieran estar familiarizados con ciertas expresiones, la comprensión que Jesús tenía de ellas no coincidía siempre con las expectativas de sus oyentes. (Más tarde se demostraría que había discrepancias incluso con lo que sus propios discípulos pensaban y esperaban).

Marcos
 procura, al seleccionar y ordenar cuidadosamente sus relatos, dilucidar el sentido real y práctico de esa “buena nueva” (evangelio) y de ese “reino (más bien, reinado) de Dios” que Jesús ha proclamado. También quiere destacar el lugar que en ese anuncio tienen el arrepentimiento y su remate, el perdón.

Ahora bien, en todo esto, es decir, en las acciones y actitudes de Jesús al relacionarse con su coterráneos, se presenta un elemento perturbador: por lo que Jesús dice y, sobre todo, por lo que Jesús hace, los dirigentes del pueblo judío comienzan a sentirse amenazados. Ya desde el primer milagro que narra Marcos —la sanidad de un endemoniado en la sinagoga de Cafarnaúm—, la gente que ha sido testigo de tamaño portento y que, además, ha oído a Jesús, queda atónita: “¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, y con plena autoridad! ¡Incluso a los espíritus impuros da órdenes, y lo obedecen!” (1.27). Obviamente hay implícita, en estas preguntas, una comparación con quienes enseñan y actúan sin autoridad (comparación que, según comentario del propio evangelista, este ya había explicitado: “y no como los maestros de la ley”, 1.22). Y más tarde, la orden de Jesús al exleproso, para que vaya a presentarse al sacerdote, tiene un cierto toque de reproche (“para que conste ante los sacerdotes”: 1.44).

Pero es inmediatamente después, en la narración de nuestro evangelista, cuando la polémica se hace patente y cobran fuerza los ataques contra Jesús, motivados por diversa circunstancias y causas: por razones teológicas (el perdón de los pecados: 2.7); por razones de prácticas convencionales socio-religiosas (aceptar entrar a la casa de un cobrador de impuestos y comer con gente “pecadora” o de mala fama: 2.16); por permitir que sus discípulos quebranten el sagrado reposo sabatino (2.24); y por quebrantar él mismo el sábado, en actitud desafiante (3.2-3). Esto último ya fue el colmo. (Nótese la reiteración de quiénes son los que polemizan con Jesús: maestros de la ley [= escribas: 1.22; 2.6]; espíritus impuros [1.23-24; 1.34]; maestros de la ley que eran fariseos [2.16]; fariseos [2.24; 3.2 y 6]; los del partido de Herodes [3.6]).

Colocados literariamente en medio de este contexto controversial nos encontramos los dichos parabólicos que son el objeto de nuestro estudio. La pregunta que tenemos que hacernos, así nos parece, resulta obvia: ¿Qué quiso decir Jesús al hablar de remiendo de paño nuevo en vestido viejo y de vino nuevo guardado en odres viejos, en este contexto general de aceptación por el pueblo y de rechazo por parte de las autoridades de ese mismo pueblo?

Ciertamente “la gente que se admiraba” (1.22) y “todos” los que se asustaron y se hacían preguntas (1.27), como así mismo “todos” los que alababan a Dios (2.12) y quienes recibieron el beneficio de la obra de sanidad (el endemoniado, la suegra de Pedro, el leproso, el paralítico y quienes lo llevaron, y el de la mano tullida), todos estos eran parte del pueblo que escuchaban ávidos a Jesús (aunque tuvieran que estar de pie, mientras los comodones maestros de la ley se mantenían sentados: compárese 2.2 con 2.6).

Esta visión global del texto nos permite entender que al usar las figuras de paños y odres, Jesús está señalando que hay que revisar los patrones de conducta y de expresión de la verdadera religiosidad. Las fórmulas previas que con el pasar del tiempo fueron perdiendo su original significado, ya no sirven para expresar la nueva realidad de la presencia de la buena noticia. Todo aquello que atente contra la libertad del ser humano (prohibir el perdón) o contra la dignidad del otro (considerarlo indigno de todo trato personal), todo aquello que signifique usar la ley para esclavizar (impedir recoger espigas o sanar a alguien en sábado), todo eso es echar el vino nuevo en odres viejos. Lo nuevo es el evangelio que ofrece perdón, que eleva al ser humano, que lo libera de todas las esclavitudes (teológicas, sociales, legales) que le impiden vivir como hijo de Dios.

En conclusión: ninguna parábola, pequeña o grande, puede entenderse a menos que se la analice en el contexto amplio al cual pertenece.

[Nota del autor: este texto y el siguiente—resumidos en uno solo— serán publicados en la revista El Intérprete, de la Iglesia Metodista Unida, en el volumen 2, año 45, de marzo-abril del 2007.]

Plutarco Bonilla

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