El pasado domingo 15 de septiembre se realizó el ya tradicional Te Deum Evangélico en la Catedral Evangélica de la Iglesia Metodista Pentecostal de Chile en Santiago, evento al que asisten las principales autoridades del país y que fue instaurado en 1975 por iniciativa de Augusto Pinochet. Cabe destacar que al mes siguiente del primer Te Deum “Evangélico” fue expulsado de Chile el obispo Helmut Frenz, de la Iglesia Ev. Luterana, co-presidente del Comité Pro Paz y Defensor de los DD.HH. en la dictadura.
Entre las noticias posteriores que surgieron, lamentablemente, fueron más difundidas las palabras del ya célebre Pastor Hedito Espinoza, donde critica a las nuevas generaciones chilenas: “Tenemos una generación que practica el satanismo y hechicería con las clases de Harry Potter que están infectando nuestro mundo”.
Estas burdas palabras, más otras características de su puesta en escena como “orador Premium”, desviaron la atención de una de las intervenciones más relevantes de la jornada, que fue la petición de perdón pronunciada por el Pastor de la Catedral Evangélica Eduardo Durán Castro:
“Perdonamos a quienes nos han ofendido, pero es justo también en nombre de las iglesias evangélicas aquí representadas que pidamos, con espíritu, cristiano, valentía y humildad, perdón por no haber hecho lo suficiente cuando nuestro hermano era privado de sus derechos o cuando era hostilizado por pensar diferente… Pedimos perdón por nuestras actuaciones, reacciones y omisiones y por todo cuanto pudiéramos haber ofendido a algunos de nuestros compatriotas, pedimos perdón por lo que pudimos hacer y no lo hicimos cuando nuestra nación se veía convulsionada por un clima de violencia e injusticia que venían de todas partes».
Esto suscita una pregunta interesante para todas y todos los que nos identificamos con la Fe Evangélica y, especialmente para las nuevas generaciones: ¿Por qué “La Iglesia Evangélica” tuvo que pedir perdón por lo hechos ocurridos después del Golpe Militar? Creo que es necesario profundizar, aunque sea de forma breve, en este hecho tan relevante aunque considerado casi superficialmente.
Un compañero del Observatorio Iglesia y Sociedad describe la organización evangélica en el contexto de la Dictadura Militar de la siguiente manera:
“Las Iglesias Evangélicas se alinean alrededor de dos polos con relativa consistencia estructural, redes internacionales estables, líderes reconocidos y perspectivas teológicas identificables a pesar de su dispersión. Hacia 1984, en el contexto de las ‘Jornadas de protesta nacional’, nace la Confraternidad Cristiana de Iglesias, organización que agrupa al polo crítico no sólo del actuar del Consejo de Pastores sino también de la dictadura militar. Esta asociación establece intensas relaciones con el mundo ecuménico nacional, pudiendo ser considerada dentro de la compleja y heterogénea red de asociaciones civiles y religiosas que opuso resistencia a la dictadura de Pinochet en su fase de crisis social y económica. La principal expresión pública de la Confraternidad fue, sin lugar a dudas, la Carta Abierta a Pinochet entregada en la Oficina de partes del Palacio de la Moneda el 29 de agosto de 1986 después del “Encuentro de oración por Chile” con el que concluía la “Campaña de Oración por la Vida, la Paz y la Reconciliación en Chile”
En julio de 1975 nace el Consejo de Pastores, que agrupa al polo que, desde 1973 hasta 1978 aproximadamente, manifiesta una adhesión irrestricta tanto al golpe de Estado como a la persona de Pinochet. Desde el principio de la década de los 80’ hasta el final de la dictadura el Consejo de Pastores matiza su adhesión debido tanto a la evidente crisis económica y social vivida por el país como a la insistencia ‘mariana’ de las Fuerzas Armadas chilenas. Esta organización tiene en el Te Deum su principal expresión pública. Este culto fue realizado por vez primera el 14 de septiembre de 1975, sólo dos meses después de la creación del Consejo de Pastores; a menos de un año de la inauguración de la 1ª Iglesia Metodista Pentecostal de Chile (Jotabeche) y la proclamación de “Declaración de la Iglesia Evangélica Chilena (La Posición Evangélica)”.(4)
El gran esfuerzo actual que algunos de los sectores evangélicos más conservadores han hecho para extremar la dicotomía Iglesia/Mundo, ha coseguido mantener una indeferencia a lo que sucede a nuestro alrededor, dejando que las cosas del “mundo” funcionen de acuerdo con su propio orden, en este caso el sistema neoliberal/Colonial, reflejado por la desigualdad, la discriminación y la exclusión. De ahí la importancia de recuperar un aspecto que ha sido omitido e ignorado por décadas en nuestras Iglesias, a saber, la relevancia de la memoria de nuestra participación, y revisar a la luz de nuestra fe, en el caminar comunitario y en el testimonio el ejemplo de alguien que también fue torturado y muerto por el poder político de su época: Jesús
El 13 de diciembre de 1974 tuvo lugar en el edificio Diego Portales un acto de apoyo al Gobierno Militar, convocado por actores religiosos de las principales iglesias evangélicas del país conocido como el “Portalazo”. Allí, se leyó una declaración de apoyo al Gobierno firmada por 32 obispos y pastores que representaban a la iglesia evangélica chilena. Esta jornada y su declaración fue un requisito para que el presidente de facto aceptara ir a la inauguración de la Catedral Evangélica, evento que se llevó a cabo con su asistencia el 15 de diciembre de 1974. En esta declaración, “La Posición Evangélica”, encontramos afirmaciones tales como:
“Estamos ciertos que, si testimonios negativos fueran buscados dentro de los acontecimientos que se produjeron con motivo del pronunciamiento militar, sin duda se encontrarían hechos lamentables de abusos de poder e injusticias, que en un Estado de Guerra, por lo demás, es difícil evitar por la autoridad máxima. Pero no se puede constituir un argumento contra el gobierno sin demostrar mala intención, basados en hechos aislados (…) consideramos entonces que no es justo decir que por ello en Chile no se respeten los Derechos Humanos”
“El pronunciamiento de las Fuerzas Armadas (…) fue la respuesta de Dios a la oración de todos los creyentes que ven en el marxismo la fuerza satánica de las tinieblas en su máxima expresión.”
“Todo gobierno es legitimo en la medida que responde a la voluntad de la mayoría y satisface las necesidades de la Patria; el nuestro lo es porque satisfizo la necesidad de ser liberada de un sistema marxista, esclavizante y foráneo”.
“Los Derechos humanos están garantizados en Chile por la declaración de principios de la junta de gobierno.”(5)
Este documento llegó a ser ampliamente difundido por la prensa Oficialista y, de alguna manera, se convirtió en el eje político del quehacer de muchas Iglesias Evangélicas agrupadas en el Consejo de Pastores (COE) que repercutieron en ideologías anti-comunistas, anti-católicas, anti-ecuménicas y anti-democráticas y que colaboraron (conciente o inconcientemente) en la instalación de un paradigma legitimizador del régimen autoritario-dictatorial.
En esa época se pueden evidenciar algunas características que hacen que se vaya visibilizando cierta ideología “evangélica” emergente, influenciada por una importante llegada de misioneros de Estados Unidos provenientes de Iglesias evangélicas del Sur identificadas mayoritariamente con los sectores fundamentalistas, o de lo hoy conocemos como la “Derecha Evangélica” conservadora y republicana, que ostenta un poder muy importante en la política estadounidense.
La abalancha “misionera” desde los EEUU no sólo viene con el mensaje del Evangelio, sino también con una visión política alineada al control americano; esperaban, por tanto, que las buenas nuevas llegaran acompañadas por este importante aliado. No es menos importante señalar que los principales predicadores evangélicos de los últimos años provenían de Estados unidos, (Rogers, Mc Dowel, Graham, Dobson, MacArthur, Wagner, Piper, Washer, Stanley, Warren, entre otros), o bien de América Latina y cuyos estudios o trabajos están relacionados con la “Derecha Evangélica” de EEUU (Palau, Motessi, Witt, etc.). La fuerte influencia norteamericana que hemos sufrido hasta ahora es una herida cuando se trata de hacer una reflexión en torno a las responsabilidades y a los daños derivados después de 40 años del Golpe.
La “ideología evangélica” pos-golpe acaba marcada por el autoritarismo implantado en la institucionalidad evangélica como una construcción válida, donde el liderazgo carismático llega a tener más importancia que la revelación bíblica y que los espacios comunitarios de decisión. Las débiles estructuras horizontales y la relación de Pastor como el nuevo “Patrón de fundo” pasan a ser las lógicas organizativas que replican el modelo de un gobierno dictatorial y elitista. La composición de los liderazgos religiosos por ex-agentes de las fuerzas armadas es un tópico principalmente en los sectores pentecostales más expansionistas; difunden una lógica de sumisión, el uso de un lenguaje militarizado, profundizan un patriotismo fascista y forman grupos más obedientes que pensantes, más alineados que críticos.
No obstante, es necesario denunciar que dicha declaración, “La posición Evangélica” , carece de legitimidad ética en su formulación. Desde la génesis del movimiento protestante jamás ha existido “Una Iglesia Evangélica”; tratar de identificar a “Una Iglesia Evangélica” es una práctica que ahora tiene en su memoria legitimar el gobierno más tirano de las últimas décadas.
No es original; no nació de las mismas bases de quienes conforman las Iglesias; a los pastores se les hizo firmar un documento ya elaborado que no tenia ninguna reflexión colectiva previa y representativa. La amenaza de negarles ciertos beneficios obliga a muchos de ellos a acceder a firmar, sin el pleno consentimiento de sus congregaciones, a espaldas de sus hermanos e incluso de aquellos que se oponían al régimen dictatorial, rompiendo todo proceso consultivo y democrático valido dentro de muchas tradiciones protestantes. La falta de experiencia de los pastores evangélicos en la relación con el gobierno, la ingenuidad y las débiles estructuras institucionales democráticas, permitieron una fácil instrumentalización militar en la búsqueda de legitimidad religiosa utilizando a algunos personajes evangélicos sedientos de reconocimiento político-público.
En Chile han transcurrido 40 años de silencio de parte de nuestras Iglesias; nos hemos preocupado de la salvación del alma, pero no de la salvación de la vida, de su memoria, de su clamor de justicia; 40 años en los que también hemos sido victimas de una dictadura autoritaria que implantó con toda su fuerza un modelo neo-liberal y clasista, que corrompe la convivencia, que enseña a matar para ganar, vencer para triunfar, una cultura asesina y despiadada que no conoce la solidaridad y el amor al prójimo; 40 años en los que hemos pecado, y seguiremos pecando hasta que, por fin, haya justicia en nuestro país. Los asesinos y sus cómplices disfrutan de su “victoria”, se esconden y no se hacen cargo, se cubren y se encubren. No hay nada que justifique la muerte, la tortura, el secuestro y la desaparición de personas. El perdón nos invita también a la transformación; no basta con un discurso inflado, creando falsas expectativas de una solución que no se hace cargo nada.
Hace 40 años que se escribió una amarga historia en nuestro país. Y nos falta mucho por nuestra parte, y como evangélicos, para la reparación de tanto daño. Por eso nosotros, las “nuevas generaciones”, debemos estar atentas a los signos de nuestros tiempos, leer las historias desde los desprotegidos, acercarnos al testimonio del crucificado, quien fue resucitado, y ser portadores de su esperanza, para que nunca más en Chile la sangre de nuestro hermano corra por nuestras manos.
Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. (1 Corintios 11:24)
En memoria de los que fueron muertos, perseguidos, exiliados y torturados por pensar que se podía vivir diferente.
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1 – Maldonado, Matías. Evangélicos y política en la dictadura militar chilena. A 40 años del golpe de Estado. Revista 95 tesis, Pastoral Juvenil IELCH. Edición Nº2
2- Puente, Pedro. “Posición Evangélica” Editora Nacional Gabriela Mistral. S/f