La hermenéutica designa, en castellano, el “arte de interpretar textos y especialmente el de interpretar los textos sagrados”. Etimo-lógicamente, la expresión deriva del griego ἑρμηνευτής, que era el intérprete o traductor. La hermenéutica puede estar asociada en sus orígenes con el dios Hermes, el mensajero de los dioses, dispensador del genio literario, patrón de los oradores, dios de los viajeros y protector de los que cruzan fronteras.
Estos orígenes de la hermenéutica nos muestran un cierto carácter especializado de la misma. No todas las personas pueden traducir. El traductor es alguien que dispone de un conocimiento fuera de lo común de otra lengua, que le permite servir de intérprete entre su propio pueblo y un grupo foráneo. Normalmente, el intérprete no es un voluntario, sino alguien que se gana la vida mediante sus traducciones. Ahora bien, esta especialización profesional del intérprete no significa en principio una originalidad. El intérprete o traductor no es portador de un mensaje propio, sino que trasmite el mensaje de otros, del mismo modo que el dios Hermes trasmitía el mensaje de los dioses. Sin embargo, el traductor siempre puede ser también un traidor (traduttore tradittore, dicen los italianos), que tergiversa el mensaje en función de otros intereses. Por eso, el dios Hermes no sólo era el patrón de los comerciantes y poetas, sino también el inspirador de los ladrones y de los mentirosos.
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