Posted On 25/12/2012 By In Opinión With 1374 Views

Ronda la muerte, ronda

En 1971 era elegido obispo de Sâo Félix do Araguaia, en el Mato Grosso (Brasil), el misionero claretiano Père Casaldàliga, nacido en Balsereny (Barcelona) hacía cuarenta y tres años en el seno de una familia campesina. Sus insignias episcopales fueron un sombrero de paja que le entregó un líder campesino, un remo-borduna hecho de ‘pau-brasil’ por un indio tapirapé, ofrecido por el jefe de la tribu, a guisa de báculo, un anillo donado por amigos españoles, que regaló a su madre. “No tengo ningún capisayo ni pienso llevar ninguna insignia”, confesó. Y lo ha cumplido.

El mismo día de su consagración episcopal publicó una Carta Pastoral  subversiva titulada Una Igreja da Amazônia em conflicto com o latifundio e a marginalizacâo, cuya difusión fue prohibida por el director de la policía federal. “En esta zona –escribía- se mata y se muere más que se vive. Matar o morir es más fácil aquí, más al alcance de todos, que vivir”.

El propósito de Casaldàliga era construir una Iglesia comprometida con las aspiraciones y reivindicaciones de los indios, posseiros y peones, sin honras ni poder, en lucha contra el latifundio y toda forma de esclavitud y, por ello, perseguida por los dueños del dinero, de la tierra y de la política, sin ‘tiburones’ ni explotadores del pueblo, formada por pequeñas comunidades de base desparramadas por las calles y sertâos, con una estructura participativa, corresponsable y democrática.

Ese modelo de Iglesia no se quedó en el papel,  sino que se hizo pronto realidad en Sâo Felix, como estaba sucediendo en otras iglesias de América Latina, dando lugar al nacimiento de la iglesia de los pobres. Es esta iglesia popular la que se encuentra en la base de la teología de la liberación -guía ideológica de Casaldàliga-, que él mismo cultiva creativamente a través de sus libros de gran hondura espiritual, sentido místico, inspiración poética, denuncia profética, carácter social, actitud revolucionaria y, sobre todo, con su ejemplo de vida. Una teología que, a pesar de las permanentes condenas de Roma, sigue viva y activa en el nuevo escenario latinoamericano, y se reformula en los nuevos procesos históricos con la incorporación de protagonistas emergentes como las comunidades indígenas, campesinas, afrodescendientes, y los movimientos feministas, ecologistas, pacifistas, homosexuales, etc.

Fue en el Mato Grosso donde se despertó en él la conciencia internacionalista, hasta convertirse en el obispo más “católico” en el sentido etimológico del término: “universal”, que desarrolla a través de la defensa de las causas de los perdedores de la historia y del apoyo a los movimientos de liberación del mundo entero. Casaldàliga es, en ese sentido, un ejemplo de globalización alternativa, de la esperanza, desde abajo.

Por todo ello no tardaron en lloverle las persecuciones de todos los poderes confabulados, militares, terratenientes y políticos protectores de los latifundistas, incluido el Vaticano, tras la muerte de Pablo VI –que siempre lo protegió-. Se sucedieron las amenazas de muerte y los atentados contra su vida, en uno de los cuales fue asesinado el sacerdote Joâo Bosco. Las últimas amenazas de muerte han llevado a Casaldàliga a abandonar la modesta residencia donde ha vivido durante cuatro décadas. El desencadenante ha sido el pronunciamiento judicial que obliga a la retirada de los ocupantes no-indígenas de las tierras de Maraiwatsèdè y a su devolución al pueblo Xavante, cuyos derechos garantiza la Constitución Federal de Brasil.

Pero Casaldàliga relativiza todas las persecuciones y amenazas. La poesía es su mejor respuesta y su forma de desmitificar la muerte, como demuestra en “Romancillo de la muerte”, tan loquiano: “Ronda la muerte, ronda/ la muerte rondera ronda./ Lo dijo Cristo/ antes que Lorca./ Que me rondarás morena,/ vestida de miedo y sombra./ Que te rondaré, morena,/ vestido de espera y gloria./ Frente a la Vida,/ ¿qué es tu victoria?/… ¡Tú nos rondarás,/pero te podremos”. Es la más bella traducción del desafío de Pablo de Tarso a la muerte, cuando le dice con cierta arrogancia: “¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde tu aguijón?”. El obispo Casaldàliga, defensor de la vida de los empobrecidos, de los posseiros, de los indígenas -todos ellos excluidos del banquete neoliberal-, es amenazado de muerte a diario  ¡Qué paradoja!

El obispo catalán se sitúa en la mejor tradición de los obispos defensores de los indios en América Latina, desde Bartolomé de Las Casas hasta Leonidas Proaño, obispo de Riobamba (Ecuador), y Samuel Ruiz, obispo de Chiapas (México).

Diario EL PAÍS, 24 de diciembre, Edición de Catalunya

Juan José Tamayo

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