A William Fred Santiago, seguidor y admirador de este profeta negro.
Este 4 de abril de 2013 se cumplen 45 años del asesinato del Pastor y profeta afro-americano, Martin Luther King, Jr. Su memoria permanece viva y su martirio es un legado universal de lucha por la paz con justicia. Por ello es imperativo retomar, una vez más, su testimonio como evocación y desafío para emularlo en nuestros compromisos y luchas.
Un sermón predicado el 4 de febrero de 1968 (dos meses antes de morir) desde el púlpito de la Iglesia Bautista Ebenezer en Atlanta, Georgia, nos sirve como marco de referencia para destacar una idea que en varios lugares y con diversas metáforas resaltó este profeta negro: el impulso y la urgencia en cumplir el llamado ineludible del evangelio a favor de la paz con justicia.
En esta reflexión Martin Luther King, Jr. se basa en el evangelio de Marcos 10: 35-45. Este texto polémico y crucial subraya un “pedido ambicioso” de dos discípulos, que denota la búsqueda de poder y prominencia. El pastor King destaca que el deseo e impulso de los discípulos podría constituirse en un elemento positivo si se encamina correctamente. En otras palabras, el predicar no-violento advierte que antes de condenar a los dos discípulos por su ambición, deberíamos asumir que un grado de impulso dominante y deseo de reconocimiento, bien canalizado, se constituye el lo que él llamó “el instinto del tambor mayor”, si se quiere ser una voz dominante y reclamante con claro compromiso por la justicia, superando la ambición personal.
En el resto del sermón, Martin Luther King, Jr. va llevando a la congregación hacia un punto climático: Cuando llegue la hora de su funeral él quiere ser recordado como alguien que trató de dar su vida en servicio a otras personas. En su excepcional retórica de predicador afro-americano el pastor-profeta Martin Luther King, Jr. trastoca lo que parece una ambición desmedida, envidia y egoísmo humano para afirmar que él es “el tambor mayor por la justicia”, la voz que clama a favor de su pueblo oprimido y discriminado. Y lo dice con mucha convicción,
Sí, si Uds. quieren decir que yo fui el tambor mayor; digan que yo fui un tambor mayor por la paz, que fui un tambor mayor por la rectitud: Y todas esas cosas superficiales no importan. Yo no tendré ningún dinero que dejar. No tendré las cosas finas y lujosas de la vida que dejar atrás. Pero sólo quiero dejar una vida comprometida…pero yo solo quiero estar allí en amor y en justicia y en verdad y en compromiso a otros de manera que podamos hacer de este viejo mundo un mundo nuevo. (James M. Washington, ed. Martin Luther King, Jr. I Have a Dream. Writings and Speeches that Changed the World (San Francisco: Harper, 1992), 191-192).
Toda esta predicación está salpicada de una mezcla de indignación profética, ternura pastoral y un compromiso amoroso, lleno de pasión. Como lo hiciera en todos los sermones de los años 1967-1968, el presagio funesto de su muerte marca la pauta en su pensamiento. No hay trazas de amargura ni resignaciones baratas. Lo que se percibe constantemente es esa consistente convicción del “precio de la vocación profética”, como solía decir el Dr. José David Rodríguez Rivera.
Al recordar este día en que Martin Luther King, Jr. entregó su vida por la causa de la justicia, y enmarcado por el seguimiento consecuente al Jesús de Galilea que lo llamó y abrazó para siempre aquel 4 de abril de 1968 en Memphis, Tennessee, es un imperativo ético no olvidarlo.
Nos acompaña la acertada palabra de una poeta cubana, Fina García Marruz, de honda espiritualidad cristiana, que inspirada en este sermón y tras recibir la trágica muerte de Martin Luther King, Jr. nos ha regalado este poema. Que en su última estrofa dice:
En la muerte de Martin Luther King. Yo soy el tambor mayor de la justicia
Un minuto antes que asesinaran a Martin Luther King.
Poco antes que bajara a la muerte el manso hombre.
Salomón Jones se lo dijo que los tiempos eran malos.
Él iba a buscar un abrigo.
No dejaron que lo hallase.
Entonces, lo abrigó el Señor.
Go down, Moses.
¡El tambor mayor de la justicia sigue retumbando! ¡Y no deberemos descansar jamás, y oír su voz para caminar en su huella! En esa vida hemos de encontrar el amor, la libertad y la paz con justicia que nos conduce a la plenitud del reinado de Dios.