Estoy indignado por la situación dramática que están atravesando mis conciudadanos que, víctimas del paro, la pobreza y el fin de las ayudas sociales, no tienen ni donde caerse muertos. Pero me indigna más oír a los políticos de distintos colores, que tienen soluciones para todo, pero que no actúan para cambiar nada.
Sí, es cierto, vivimos en crisis y, para variar, los más golpeados por la pobreza, ahora son vapuleados todavía más porque no disponen de los recursos mínimos para vivir. Estoy indignado porque los que han provocado esta situación, las Entidades financieras, siguen manteniendo el mismo poder, continúan ganando dinero e insisten en abonar primas elevadísimas a sus más altos directivos porque su gestión ha generado beneficios significativos. Mientras tanto, la gente pierde sus casas, las familias viven desesperadas y, lo peor de todo, no se alberga esperanza de cambio. Claro que estoy indignado.
Y qué decir de la escasa altura política que existe en nuestro país. Ahora resulta que la derecha ya no es tan neoliberal y la izquierda ya no es tan socialista; temo que son “víctimas” de unos intereses muy bien apuntalados. Mientras tanto, nos perdemos en una serie de descalificaciones públicas entre unos y otros y el ciudadano, aturdido ante tanto bombardeo, ha perdido la orientación política de los representantes que aspiran a gobernar.
Estoy indignado al contemplar al juez Garzón procesado por no sé qué disquisiciones jurídicas, cuando en el fondo sospecho que ha destapado la caja de Pandora. Las víctimas del franquismo han sido, y siguen siendo, un tema tabú en este país y, cuando alguien se ha atrevido a intentar vindicar a los muertos y ofrecer “justicia” a los vivos, se le ha silenciado.
Estoy indignado ante los tejemanejes que han llegado hasta nuestros oídos en la clase política; rumores de corrupción, de tráfico de influencias, de amiguismo…, lo que provoca que algunos se enriquezcan y otros miren para otro lado mientras tanto. Pero la realidad está en la calle, en los que tienen que abandonar sus viviendas porque no pueden pagar y continúan arrastrando una deuda para toda la vida después de haber sido subastada su casa y nadie se atreve a cambiar las leyes que existen en nuestro país. Cuando se habla de la dación en pago, dicen los políticos, que eso causaría muchos problemas a nuestro sistema financiero. Claro que estoy indignado.
Estoy indignado ante los recortes sociales, de forma especial en los derechos de los trabajadores. Los poderosos se frotan las manos y los asalariados se ponen a temblar. ¡Qué temor me produce oír a los poderes fácticos decir que se están haciendo bien las cosas, y se refieren a los ajustes necesarios en la economía para poder salir de la crisis! Es otra manera de decir que el precio lo pague la clase trabajadora. Sí, una vez más, es al trabajador a quien se le pide esfuerzo, sacrificio, recorte salarial…, todo ello para salvar la empresa. Es al trabajador al que se le solicita que use el transporte público, mientras los dirigentes viajan en primera clase o en vehículos de lujo. Los políticos, los banqueros, los poderosos…, nos han llevado a la ruina y ahora piden los sacrificios a los humildes, a los pobres. Estoy indignado.
Por eso, me viene a la mente Jesús de Nazaret, cuando entró al Templo y vio a los que estaban usando la casa de su Padre para el enriquecimiento personal y la habían hecho una cueva de ladrones. Sí, Jesús se indignó, también. Podríamos hablar, además, de la justicia social recogida en Deuteronomio 24.14-15: “No oprimirás al jornalero pobre y menesteroso, ya sea de tus hermanos o de los extranjeros que habitan en tu tierra dentro de tus ciudades. En su día le darás su jornal, y no se pondrá el sol sin dárselo; pues es pobre, y con él sustenta su vida; para que no clame contra ti a Jehová, y sea en ti pecado”. También pienso en Levítico cuando solicita no rebuscar ni recoger el fruto caído, ya que es para que el pobre, para el huérfano, para la viuda, para el extranjero… (Lev 19.10; 23.22). También traigo a la memoria Dt 14.29 cuando habla de sacar el diezmo de los productos de aquel año para que puedan comer el levita, el extranjero, el huérfano y la viuda y añade: “y comerán y serán saciados”.
Hay mucho más en la Escritura que nos impulsan a buscar mecanismos políticos y sociales que vayan en otra dirección, que sean más solidarios, que piensen más en la gente humilde, en el necesitado. Es curioso, el Dios de la Escritura se preocupa del pobre y los gobiernos democráticos se preocupan de que la banca no sea molestada. Estoy indignado.
Alguien debería decir ¡basta ya!, y dar un golpe en la mesa del Congreso. No podemos permitirnos continuar así, sin dar solución a los problemas más importantes que aquejan a nuestra sociedad. Mientras tanto, hay quien se sigue llenando los bolsillos y grita para sus adentros “viva la crisis”.
Así las cosas, en medio de la indignación, sólo queda pensar que un mundo mejor es posible, por lo que “nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Ped 3.13).
Estoy indignado pero, a la vez, expectante. No espero nada de los que ostentan el poder, ya sean políticos o financieros, sea cual sea su ideología. Sólo espero en el Dios de Jesús de Nazaret, que anunció el Reino de los Cielos, representado en una sociedad de contraste donde todos somos iguales, sin ninguna distinción de estatus social, raza, sexo, creencia, donde la justicia es igual para todos, donde el respeto y la solidaridad son el pan nuestro de cada día, donde el abuso de poder se ha abandonado, donde la paz y el bienestar común se viven intensamente… La esperanza del Reino me permite vivir confiadamente y atenúa mi estado de indignación.
19 mayo 2011.
- …Y si Dios fuese hombre… | Eliana Valzura - 01/11/2024
- Agradezco lo invisible | Isabel Pavón - 25/10/2024
- Reseña: las profecías de un problemático - 27/09/2024