La semana pasada se celebró, por parte de la iglesia católica catalana, un encuentro para promover y explicar el uso de la redes sociales y todo lo que rodea la web 2.0 en las comunicaciones de la iglesia. Fue una noticia menor, pero que, por su singularidad y curiosidad, se comentó bastante en foros internáuticos y espacios similares.
Si echamos un vistazo a la presencia de las religiones catalanas en “la nube”, lo cierto es que la iglesia católica tiene un grave problema. Sólo hace falta mirar qué están haciendo las iglesias evangélicas, minoritarias y con muchos menos recursos, y pronto veremos que la comparación es dolorosa: radios por internet, canales de vídeos, álbumes de fotografías, blogs, foros, listas de correo, actividad frenética en Facebook, directorios y listados… Si bien muchas iglesias históricas todavía no han dado el salto digital, lo cierto es que no hay iglesia de nuevo cuño que no tenga, como mínimo, una web, un correo electrónico (que funciona!) y algún tipo de actividad en las redes sociales.
Así pues, no es de extrañar la preocupación de la jerarquía católica catalana por el casi nulo impacto en internet: algunos blogs personales, alguna web de noticias, webs oficiales, y poca cosa más. El caso de la Archidiócesis de Barcelona es paradigmático: una web con algunas propuestas interesantes, como la reciente integración de Google Maps como buscador de parroquias, que muestran interés por no perder el tren del uso de las aplicaciones más en voga, pero sin sindicación RSS, sin enlaces a redes sociales, y con información incompleta, que acaba remitiendo a siempre a una guía de la archidiócesis… ¡en un pdf de 231 páginas y 1,4 Mb!
En general, el comentario más generalizado a la hora de intentar explicar esta situación remite a la edad avanzada de los responsables católicos. Es una buena hipótesis. Pero, y asumiendo que en ésta hay parte de razón, sospecho que el problema de fondo es una significativa desconfianza hacia todo aquello que implique interacción. El salto de la web 1.0 a la web 2.0 es el salto del púlpito a la calle, no lo olvidemos.
El internauta es un ser crítico, indomable. Un ser que penaliza las jerarquías y las fronteras. ¡Que se lo pregunten, si no, a los políticos con Twitter, que tienen que lidiar con followers que les interpelan, que les cuestionan, y que no aceptan el silencio por respuesta! Y eso, a las autoridades católicas, les da pavor.
La web 2.0 es un paradigma de sociedad en red, mientras que la iglesia católica es un muy buen ejemplo de sociedad vertical. Y no cuadran. La red promueve la iniciativa individual, la velocidad, el real time, la transversalidad, la interacción, la proximidad: demasiadas concesiones para una institución que no habla este lenguaje.
Celebro el interés de la iglesia católica catalana por las herramientas on-line (cuántos más estemos en red, mejor) pero soy muy escéptico en cuánto a la plasmación real que este pueda tener. En todo caso, deberemos seguir su evolución, y no renunciar a la posibilidad de sorpresas. Al fin y al cabo, alguien llamado a ser pastor, bien puede reciclarse en community manager, no?
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