Posted On 10/05/2013 By In Cultura, Libros With 3208 Views

Juan Antonio Monroy: Los intelectuales y la religión

Los intelectuales y la religión. Juan Antonio Monroy. Publidisa (Sevilla: 2012)

Cuando se escriba la historia del Protestantismo en España, con la necesaria perspectiva que únicamente el tiempo permite, habrá que hacer justicia a un puñado de hombres y mujeres que, con su entrega y generosa dedicación al servicio de la causa evangélica, han sido protagonistas de gestas realmente heroicas, frecuentemente poco apreciadas por sus propios contemporáneos, incluso asediados en no pocas ocasiones por los dardos envenenados de la envidia. Uno de esos hombres que, aún en vida, ya forma parte de la historia, cuyo nombre hay que esculpirlo con letras mayúsculas, es Juan Antonio Monroy, un español de pura cepa, aunque su padre fuera francés y él mismo naciera en un territorio internacional, hoy parte de Marruecos y capital del reino.

Monroy es el más prolífico de los escritores protestantes españoles de todos los tiempos, con 50 libros y más de 3.000 artículos publicados en muy diversos medios. Viajero infatigable, conferenciante de amplio espectro y reconocimiento internacional, su magisterio se ha dejado sentir en Europa, América Latina y los Estados Unidos de Norteamérica; un lugar de especial predilección ha sido Cuba. Ha visitado 83 países y, en lo que se refiere a los Estados Unidos se puede decir que los ha recorrido de Este a Oeste y de Norte a Sur. Acreedor indudable al doctorado Honoris Causa que en su día le concedió el Defenders Theological Seminary de Puerto Rico (a cuyo reconocimiento otros se adhirieron sin tanto mérito) y de otras dos universidades norteamericanas más, ha recibido numerosos reconocimientos, en mayor medida fuera que dentro de su propio país, como suele ocurrir en estos casos, si bien es justo acreditar que en el año 2011 le fue concedida por la Alianza de Escritores y Comunicadores la distinción de “hombre del año”.

Pero la figura de Monroy, como fundador y Alma Mater de las Iglesias de Cristo en España, como escritor, editor de periódicos, comunicador radiofónico, conferenciante y  líder destacado del Protestantismo  español, tanto a nivel personal, frecuentemente en calidad de llanero solitario, como a través de la Comisión de Defensa Evangélica, que presidió, alentó e impulsó durante mucho tiempo, convirtiéndose en un fiel y eficaz soporte de quien fuera su Secretario Ejecutivo, José Cardona, aún en tiempos de destemplanzas y abandonos de otros, no necesita de títulos ajenos. Hoy en día únicamente los muy desinformados o, en algunos casos, los malintencionados, pueden aducir ignorancia o indiferencia al escuchar el nombre de Juan Antonio Monroy, tanto en España, como en Latinoamérica y los sectores hispanos de los Estados Unidos del norte del continente americano.

Pero centrémonos en el motivo de esta reseña sobre su último libro  Los intelectuales y la religión. Monroy es un maestro del lenguaje, un lenguaje aprendido en la fragua de la escritura y de la lectura; un autodidacta que supera las lindes de cualquier escolástica academicista. Con este volumen, vuelve sobre sus fueros diseccionando el pensamiento de algunos autores que han señoreado las letras españolas contemporáneas. Profundiza en una de sus más acendradas inquietudes: descubrir el alma de los maestros del pensamiento español del siglo XX, especialmente de la generación del 98, si bien arrancando del genio universal que fue Cervantes, en cuya obra maestra buceó ya en el año 1963 buscando la presencia de la Biblia en el pensamiento cervantino, sin olvidar al genio anglosajón, William Shakespeare, por el que Monroy muestra una devoción especial. Su otra gran preocupación intelectual ha girado en torno a desentrañar  y, en su caso, denunciar, los desvíos del Catolicismo romano, algo totalmente lógico y necesario en la España del nacionalcatolicismo en la que le ha tocado, nos ha tocado, desenvolvernos en nuestra condición de minorías religiosas perseguidas y discriminadas.

El libro está fechado en junio de 2012. Nos sitúa, pues, en la cumbre del pensamiento monroiano que, aunque no todos los temas tratados sean inéditos en su dilatada obra literaria, sí lo es el néctar que destilan en esta ocasión, fruto de una madurez intelectual fraguada a lo largo de su vida. Dividido en dos partes, en la primera, “Creencias e increencias”, se ocupa de desgranar no solamente el pensamiento, sino el entorno de los personajes que analiza, mientras que en la segunda parte nos brinda la semblanza de un amplio elenco de autores que representan una cuidada selección de las aficiones literarias del autor; lo que ya en otro lugar ha sido denominado como “una radiografía del alma de escritores famosos”. Pone Monroy su enfoque en demostrar la falacia de que España sea católica a machamartillo; no lo es en sus clases populares, como muy bien se ha demostrado conforme se ha ido asentando la democracia; y no lo es ni lo fue en sus intelectuales más conspicuos, en los que el autor busca y señala su anticlericalismo y anticatolicismo, no como un ejercicio de revancha, sino como un acto de justicia. Para Monroy la religión es uno de los más elocuentes signos de identidad; la religión o la no religión. Por eso pone su empeño en desentrañar el alma de los autores más insignes a fin de mostrar de ellos la cara que sus biógrafos suelen evitar.

Juan Antonio Monroy no puede ni quiere ocultar su inveterada devoción por Antonio Machado, Unamuno y Ortega, de forma especial. Hay que agradecer al autor de esta obra que se centre más en lo que piensan y dicen sobre el tema los propios intelectuales cuya vida repasa, que en lo que otros escritores han dicho acerca de su pensamiento. La afirmación de Monroy es categórica: “Machado no fue católico. Tampoco lo fueron aquellos grandes escritores del 98, generación a la que perteneció Machado”. “La primera generación  intelectual española que no era específicamente católica”, nos recuerda en palabras del católico Pemán. Lo cual no significa que fueran ajenos a la religión, como muy bien subraya Monroy. Anticatólicos, anticlericales pero no antirreligiosos. Y no se trata de afirmaciones gratuitas o fruto de un resentimiento irracional; Monroy investiga, analiza, depura, expone lo que los propios autores han dicho de sí mismos y lo que la evidencia  ha puesto de manifiesto. “Buscando a Dios entre la niebla” es, nos recuerda Monroy apropiándose las palabras del propio Machado, el destino permanente del pensador sevillano, su vocación; algo parecido, tal vez con menor intensidad, a lo que le ocurriera a Unamuno.  Para Monroy, y así lo manifiesta, Machado fue un creyente fiel en la divinidad de Cristo, naturalmente, fuera del ámbito católico.

“El pensamiento de Unamuno”, nos dice Monroy, “estuvo siempre frente al pensamiento de la Iglesia católica”. Y es cierto. Un hereje. Así fue definido por un obispo canario y así vivió siempre: en los márgenes de la fe y a extramuros de la Iglesia católica. Un hereje que nunca dejó de considerarse a sí mismo como cristiano. Tal vez la mayor acusación contra Unamuno, que Monroy nos recuerda, sea la que se le hace de estar descatolizando España; el resto de acusaciones de herejía en las que incurre según sus críticos, se asemejan al índice de un tratado de teología protestante. Monroy bucea con soltura en el texto unamuniano, desentrañando no solo su pensamiento sino ahondando en sus sentimientos. No se le escapa a Monroy el núcleo central del personaje que analiza: “ser anticlerical no es ser ateo ni agnóstico”. Y Unamuno no fue ni una cosa ni otra. Su anticlericalismo y su anticatolicismo sirven para aproximarle más que a alejarle de la fe; al menos, a ir en su búsqueda. Resulta acertada, pues, la afirmación de Monroy: “Unamuno fue religioso. Profundamente religioso”. Y añade: “Creció fascinado, obcecado por la religión. La vivió”.  Y no olvida nuestro autor, no podía hacerlo, las  crisis de Unamuno, sus profundas crisis espirituales. Señala Monroy el hondo conocimiento que Unamuno tenía de la Biblia, algo que queda patente, sobre todo, en su El Cristo de Velázquez.  “Se me antoja”, dice Monroy, “como una breve enciclopedia de la Biblia. Todo es Palabra de Dios en esta composición poética”. No podía faltar, como no falta, en esta prospección por el pensamiento de Unamuno la referencia a su Diario Íntimo, publicado post mortem; un dechado de incursiones bíblicas por una parte, pero tan desconcertante, por otra, al reflejar ciertas concesiones a determinadas doctrinas católicas que tanto había denostado anteriormente, que no deja de producirnos una profunda extrañeza. En cualquier caso, se nos recuerda que la Biblia no dejó de ser nunca el libro de cabecera de Unamuno. Creyente o agnósticos; católico o protestante. Monroy concluye que Miguel de Unamuno es un personaje incalificable.

El tercer apartado de esta primera parte del libro está dedicado a José Ortega y Gasset “el filósofo más importante, el de más proyección internacional que tuvo España en el siglo XX”. De Ortega apunta Monroy que apenas concede espacio en su inmensa obra al problema religioso, aunque no lo margina.   Tres de sus discípulos más destacados: Julián Marías, José Luis López Aranguren y Xavier Zubiri, fueron creyentes convencidos. Zubiri terminaría abrazando la carrera eclesiástica. Algo pudo influir el pensamiento de Ortega, señala Monroy.  Con todo, de Ortega afirma Monroy que fue acatólico y anticlerical. El análisis que de este filósofo hace Juan Antonio Monroy  le lleva a afirmar que “hablar de un Ortega que rehúsa lo sobrenatural parece excesivo”.

Al análisis de esos personajes le sigue un apartado en el que Monroy se ocupa de seguir las pistas de Dios en la poesía contemporánea, centrándose en la Generación de 1868, la de 1898 y la de 1950. Pasa luego a investigar la creencia e increencia en Jorge Luis Borges, la presencia de Dios en Rubén Darío, la búsqueda de lo infinito en Amado Nervo, la poesía del mexicano Juan de Dios Peza, la metafísica en los dramas de Shakespeare, para cerrar el volumen, como ya apuntábamos más arriba, con breves semblanzas de una galería muy diversa de autores, como Menéndez Pelayo, Larra, Pío Baroja, Ramiro de Maeztu, hasta llegar a 22 escogidos representantes de las letras contemporáneas.

La presente obra de Juan Antonio Monroy se une a una extensa bibliografía salida de la pluma de este fecundo autor, que le coloca en la cúspide de los escritores protestantes españoles.

Máximo García Ruiz

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