Posted On 06/06/2013 By In Biblia, Teología With 3875 Views

Gracia y Predicación

El tema de la gracia une y divide al pueblo de Dios. Mientras todos los grupos cristianos afirman la centralidad de la gracia divina, por medio de la cual los seres humanos alcanzamos salvación, los diversos acercamientos a este tema evidencian las diferencias teológicas que sufre la cristiandad.

Divididos por la gracia

En primer lugar, el tema de la gracia divide a católicos y a protestantes. En 1997 Mary Catherine Hilkert  publicó una visión teológica de la predicación, desde una perspectiva católica. La llamó Naming Grace: Preaching and the Sacramental Imagination.[1] El libro afirma que el propósito principal de la predicación cristiana es enseñarle al pueblo de Dios a discernir la presencia divina en nuestros medios. Es decir, a identificar cuándo, dónde y cómo se manifiesta la gracia divina en nuestro mundo.

Esta perspectiva contrasta con la visión protestante, que recalca la centralidad de Jesucristo. Este contraste quedó claro con la publicación, también en 1997, de Preaching Jesus: New Directions for Homiletics in Hans Frei’s Postliberal Theology, de Charles L. Campbell.[2] La predicación protestante ve a Jesús como la más clara manifestación de la gracia divina. Jesús es el salvador, con quien cada creyente debe establecer una relación íntima y personal. De ahí el énfasis evangélico en la pública confesión de fe, aceptando a Jesús como salvador personal.

Como podemos ver, el tema de la gracia se convierte así en campo de batalla ideológica entre católicos y protestantes. Mientras unos reafirman la presencia de la gracia divina en todo el orden creado, los otros recalcan la importancia de la experiencia íntima y personal con Dios.

En segundo lugar, el tema de la gracia también divide al mundo protestante.[3] En particular, el movimiento reformado, el movimiento wesleyano y el movimiento pentecostal tienen visiones distintas de la manifestación de la gracia divina y, por lo tanto, de la teología de la predicación.

La visión reformada afirma la iniciativa divina.[4] El ser humano responde a la gracia irresistible que Dios manifiesta hacia la humanidad, particularmente a las personas elegidas por decreto divino. Empero, la gracia divina se manifiesta de manera limitada; sólo se manifiesta plenamente en las vidas de las personas que han sido elegidas por Dios.

La visión arminiana,[5] prevalente en el ámbito wesleyano, recalca la gracia preveniente. En esta visión, Dios manifiesta su gracia a toda la humanidad, llamando a todo ser humano a tomar una decisión de fe. Sin embargo, cada ser humano tiene libertad para aceptar o para rechazar esta gratuita oferta de salvación.

Los debates entre calvinistas y arminianos son legendarios. La visión calvinista critica la arminiana, afirmando que devalúa el valor de la gracia divina. Y la visión arminiana critica la calvinista, horrorizada ante la idea de que Dios pueda predestinar a un ser humano a la condenación.

El movimiento wesleyano también recalca la importancia de la gracia santificante. Este don divino le permite al creyente crecer en obediencia a Dios. La santificación es un proceso, pero ese proceso comienza con una experiencia personal.

El Pentecostalismo, hijo espiritual del movimiento wesleyano, también es mayoritariamente arminiano.[6] No obstante, su sello distintivo es la afirmación de que la gracia santificante se manifiesta de manera especial a partir del bautismo en el Espíritu Santo.[7] En el Pentecostalismo clásico, el bautismo en el Espíritu va acompañado de la glosolalia; quien recibe el bautismo habla en lenguas, aunque sea una sola vez en la vida.

La doctrina de la gracia y la teología de la predicación

Las diferencias en torno a la doctrina de la gracia tienen un impacto directo en la teología y la práctica de la predicación. Como veremos a continuación, nuestro concepto de la gracia determina, en muchos sentidos, el contenido de nuestros sermones.

El mundo católico tiende a ver la predicación como el anuncio de la gracia divina a la humanidad; a toda la humanidad. Por eso, la predicación católica trata de evangelizar la cultura, en general. Esto explica por qué las emisoras de radio y televisión católicas transmiten programas seculares de valor cultural. También explica por qué el Papa, cuando visita un país, oficia servicios religiosos en grandes estadios y ofrece conferencias de prensa para todos los medios de comunicación masiva.

El mundo protestante tiende a ver la predicación como un llamado a tomar una decisión personal por Cristo, aceptando la salvación que Dios nos ofrece gratuitamente.[8] En términos generales, el protestantismo trata de evangelizar al individuo, no a la cultura. La mayoría de las personas que se definen a sí mismas como “evangélicas” piensan que antes de transformar la sociedad es necesario transformar el corazón de cada ser humano.

El mundo pentecostal entiende que la predicación es el anuncio de la poderosa palabra de Dios que transforma al individuo por medio de la acción pastoral del Espíritu Santo en nuestros medios. Entiende, pues, que la transformación de la sociedad ocurrirá por medio de la acción sobrenatural del Espíritu en el corazón de las personas que aceptan el Señorío de Cristo. A esto debemos añadir que algunos líderes del movimiento neopentecostal, que difiere en muchos puntos del pentecostalismo clásico, convocan reuniones multitudinarias donde miles de creyentes interceden por un país, pidiéndole a Dios que le libre de la acción demoniaca y de las “maldiciones generacionales” que empobrecen la calidad de vida del pueblo.[9]

Estas diferencias doctrinales explican los diversos acercamientos de la comunidad cristiana a los problemas sociales. La predicación católica, como parte de su énfasis en la evangelización de la cultura, tiende a hablarle a toda la sociedad. Cuando habla sobre el pecado, bien puede atacar el “pecado estructural” que se manifiesta en diversas formas de opresión social. Por eso, la Iglesia Católica sostiene organizaciones que ofrecen servicios sociales a toda la sociedad, tales como hospitales, escuelas y orfanatos, entre muchos otros.

Por su parte, la predicación protestante y pentecostal tiende a referirse a los problemas sociales como evidencia de la crisis social; crisis que debe motivarnos a entrar cuanto antes en una relación personal con Cristo Jesús. Aunque son muchas las Iglesias protestantes que sostienen programas de servicios sociales para la comunidad, debemos reconocer que algunas usan ese tipo de programas como medios de evangelización y que otras entienden que la “obra social” es innecesaria, ya sea porque distrae a la Iglesia de la tarea misionera o porque son relativamente inútiles ante la inminencia de la segunda venida de Cristo.

Un llamado a la acción

Creo que después de este corto resumen podrán comprobar la veracidad de mi afirmación inicial: el tema de la gracia divina une y divide a la comunidad cristiana. Para decirlo más claramente, nuestros acercamientos a la proclamación del Evangelio divide a la comunidad cristiana. Y como modelo ofrezco una breve reflexión sobre cómo se manifiestan esas diferencias en Puerto Rico.

La comunidad cristiana en Puerto Rico necesita superar las divisiones que le aquejan. Mientras sigamos separados por luchas doctrinales, estilos de adoración y énfasis pastorales, la Iglesia no podrá trabajar unida para fomentar el cambio social que necesita nuestra Isla para atajar la severa crisis social que la aqueja.

La predicación cristiana—tanto católica como protestante—debe ejercer su ministerio profético, denunciando los pecados estructurales y llamando a forjar una sociedad más justa. Y debe hacer esto sin obviar la importancia que tiene el cultivo de la espiritualidad para el crecimiento de cada creyente.

Lo que es más, los problemas sociales que enfrenta el Puerto Rico del siglo XXI requieren que el pueblo cristiano se una, a pesar de las diferencias doctrinales, para desarrollar estrategias que fomenten el cambio social en el país. Para trabajar unidos necesitamos tolerancia y comprensión. Y si recalco la palabra “tolerancia”, es porque los proyectos ecuménicos no deben ser vehículos para criticar o convertir a las personas que pertenecen a otros grupos cristianos. El objetivo debe ser crear un ambiente de cooperación, respetando los énfasis teológicos y pastorales de los demás.

Conclusión

La predicación cristiana es un instrumento poderoso tanto para la formación espiritual del pueblo como para la transformación positiva de la sociedad. Es importante, pues, reflexionar sobre la teoría y práctica de la predicación del evangelio en Puerto Rico, analizando el impacto de nuestra prédica en nuestro país.

Y si digo “analizar”, es porque Puerto Rico vive una gran paradoja. El momento cuando hay más iglesias en el país, coincide con el momento cuando el crimen ha llegado a su punto más alto en la historia de la Isla. A mi juicio, esto es una evidencia clara de la inefectividad de nuestra predicación.

Recalco, entonces, la necesidad de crear espacios para el diálogo teológico amplio, para el análisis del contenido de nuestros mensajes y para el análisis de nuestra acción pastoral. Nuestra sociedad lo necesita.


[1] Mary Catherine Hilkert, Naming Grace: Preaching and the Sacramental Imagination (Continuum: 1997).

[2] Charles L. Campbell,  Preaching Jesus: New Directions for Homiletics in Hans Freis Postliberal Theology (Grand Rapids: Eerdmanns, 1997). Hilkert y Campbell participaron en un debate sobre sus libros en la reunión de la Societas Homiletica—organización que agrupa expertos en el arte cristiano de la predicación de distintas partes del mundo—que se llevó a cabo en 1998 en el Virginia Theological Seminary, una escuela teológica relacionada a la Iglesia Episcopal.

[3] Véase el artículo sobre el tema de la gracia en la obra de Justo L. González, Diccionario Manual Teológico [en adelante, DMT] (Barcelona: Editorial CLIE, 2010), 132-134.

[4] Véase el artículo sobre la predestinación en el DMT, 234-236.

[5] Véase el artículo sobre el arminianismo en el DMT, 41-42.

[6] Para una introducción al pentecostalismo, véase Manda Fuego: Introducción al Pentecostalismo, el nuevo libro de Eldin Villafañe, a ser publicado próximamente por Abingdon Press y Libros AETH.

[7] Véase el artículo sobre la santificación en el DMT, 265-266.

[8] Para una visión evangélica de la teología de la predicación, véase a Donald English, An Evangelical Theology of Preaching (Nashville: Abingdon Press, 1996).

[9] Sobre este tema véase a C. Peter Wagner, Territorial Spirits: Practical Strategies for How to Crush the Enemy through Spiritual Warfare (Shippensburg, PA: Destiny Image, 2012).

Pablo A. Jiménez
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