“Constitución e iglesias”. Así en plural titulaba un servidor un articulo con el que El País iniciaba el 2 de febrero de 1978 la serie de tribunas de opinión “Ante el debate constitucional”. En la Redacción de Cuadernos para el Diálogo habíamos tenido acceso en exclusiva al borrador de la Constitución. Me alarmó la cita por su nombre propio a una entidad –la única– en el texto del borrador. Parecía una broma pesada, despropósito descomunal. Así rezaba el texto propuesto en el párrafo 3 del articulo 16:
Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.
Salta a la vista que no es nada inocente la redacción de un texto con tamaño contrasentido. ¿Qué significará “carácter estatal” en referencia a la aplicación de un derecho? ¿Una consideración tal vez de rango superior a los ámbitos regional, provincial, comarcal, municipal, de barrio, pedanía o calle? ¿Y cómo se conjuga tan enigmático enunciado con la cita por su nombre a una entidad por encima de las demás, a las que se discrimina de manera manifiesta?
En ningún pasaje de la Constitución Española se dice que el Español sea un Estado “aconfesional”. Lo que de nuestra manifiestamente mejorable Constitución se desprende clarísimamente es que para los poderes públicos hay una Iglesia con mayúscula y nombre propio frente a “las demás confesiones” en minúsculas, a las que se mete en conjunto en el saco del anonimato.
Dice también el oscuro texto en cuestión que los poderes públicos “tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española”. ¿Las opciones de conciencia no? ¿Son menos respetables las posturas éticas, la identificación con foros o ateneos, el librepensamiento, el espíritu laico, el ateísmo?
Las creencias de la sociedad española continúan experimentado una más que notable evolución desde 1978. La proporción de creyentes –católicos, se sobreentiende– ha bajado al 71,7%, diez puntos menos que hace una década, y cae al 56% entre los más jóvenes, informaba el pasado domingo Charo Nogueira en El País.
Ahondando más allá de católicos nominales a practicantes, el dato del segmento de población joven –la “clientela” potencial de la inminente visita del papa Benedicto XVI–, el informe presentado el pasado 28 de abril por el Instituto de la Juventud (Injuve) certifica que en menos de una década el porcentaje de jóvenes que se considera católico practicante ha caído del 29,5% en 2002 al 10,3% en 2010.
Uno de cada cuatro ciudadanos españoles es ateo o no creyente. Junto con los creyentes de otras religiones distintas de la católica se acercan al 30% de la población. No hay error: suman 13 millones de ciudadanos.
La inopinada cita ¡en toda una Carta Magna! a una sola iglesia en singular en detrimento de las demás religiones sigue vigente en un momento en que de los 465 lugares de culto que existen en Barcelona 133 son iglesias evangélicas, según informaba el pasado 2 de agosto María Paz López en La Vanguardia. En el mismo rotativo, Josep Playá informaba el pasado 12 de mayo de que el islam cuenta con 195 oratorios, un 40% más que hace siete años, en Catalunya, una Comunidad en la que “evangélicos, islámicos, budistas y ortodoxos ganan peso”.
Lástima que el Gobierno Zapatero haya aparcado sine die el proyecto de Ley de Libertad de Conciencia y Religiosa ante las presiones de ya se sabe de qué tan minúsculo como riquísimo Estado cuyo jefe viaja “a porte debido y gastos pagados”… con los impuestos de 13 millones de ciudadanos que expresamente se declaran ajenos a la institución que encabeza.
Así las cosas, la deliberadamente oscura inconcreción del texto constitucional sigue campando por… el apoyo de los poderes públicos a la institución que no representa al 30% de los ciudadanos. Es como si en una Ley del Deporte se dijese que ninguna entidad deportiva “tendrá carácter estatal”, pero que los poderes públicos “mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación”… con el Real Madrid, Club de Fútbol, “y los demás equipos”.
Publicado en Periodistas en español
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