Posted On 20/01/2014 By In Cultura, Opinión With 2035 Views

Vandalismo anti-religioso en la Argentina actual. Ensayo de interpretaciones y consecuencias para el futuro

1. Actos vandálicos contra sedes religiosas

Recientemente han tenido lugar en varias ciudades de la Argentina, actos de vandalismo contra templos cristianos. Sobre todo fueron atacados templos de la Iglesia Metodista en la Provincia de Santa Fe y en la ciudad de Buenos Aires. En la Catedral Católica de Buenos Aires, además, hubo una irrupción de personas que actuaban como católicos tradicionalistas. En momentos en que tenía lugar una celebración conjunta con la presencia de representantes de la comunidad judía comenzaron a rezar el Rosario en voz alta y hacer otras manifestaciones que generaban un clima de disturbio. También antes hubo pintadas en los frentes de algunas sedes de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, mayormente conocida como iglesia de los Mormones.

De todos estos eventos el más llamativo fue el que afectó a la Primera Iglesia Metodista, situada en el centro de la Ciudad de Buenos Aires. Los agresores rompieron una cruz del altar y la pusieron en sentido invertido sobre maderas de muebles que rompieron, apiladas como si fuese a convertirse en una pira. Debajo de las maderas colocaron ejemplares de la Biblia, de edición protestante (la versión Reina Valera) y libros de John Wesley, fundador del movimiento metodista.

En la sede santafesina de la Iglesia Metodista, los agresores destruyeron documentación de la APDH, Asociación Permanente por los Derechos Humanos, que solía reunirse años atrás en ese lugar. La documentación trataba sobre el genocidio perpetrado por la dictadura entre 1986 y 1983.

Esta simbología, en parte inquisorial y medieval, permite pensar que el funcionamiento de la violencia seguía un sistema, y por consiguiente una lógica, una ideología, y un odio específicos.

En el caso de las agresiones a la Primera Iglesia Metodista, sin duda el más escandaloso de todos, cabe resaltar que el metodismo, junto contra iglesias del protestantismo histórico, expone un notable compromiso desde la década de los 60, con el ecumenismo emergente desde el Concilio Vaticano II, con la defensa de los Derechos Humanos y en la actualidad una orientación positiva,

sin dejar de ser crítica, hacia los considerados nuevos derechos humanos, que involucran temas de sexualidad y reproducción humanas.

También hubo una profanación de la Iglesia de San Ignacio, conexa al Colegio Nacional Buenos Aires. Pero en este caso todo indica con bastante claridad que esto fue cometido por estudiantes del Colegio en un momento de protesta contra las autoridades del mismo. En este caso emplearon lemas tomados de las viejas tradiciones del anarquismo.

No hay datos que permitan saber quiénes hicieron estos ataques y no existe aparentemente en estos momentos ningún proceso de parte del Estado para conseguir aclarar este dato que sería fundamental. Mientras tanto tenemos solamente los hechos y a estos hechos podemos interpelar como signos desde los cuales inferir quiénes y por qué hicieron estas agresiones, y qué podrían significar para el futuro.

Aunque el orden lógico de los problemas coloca el significado potencial para el futuro en un segundo término, éste es sin embargo el problema principal. Y parece comprensible tratarlo en primer lugar.

En la Argentina existe una larga experiencia de agresiones anti-religiosas, no contra la religión sino contra determinadas religiones y en determinadas circunstancias. Las acciones son diversas, pero en todos los casos se encuentra como un denominador común la creencia de que las religiones son vehículos de políticas. En diversas épocas, desde comienzos del siglo XX, hubo en la Argentina ataques simbólicos y físicos a los judíos y sus instituciones, considerados parte de un poder oculto mundial (sinarquía).

En 1955 hubo ataques incendiarios a templos de la Iglesia Católica en un momento en que la oposición al presidente Juan Domingo Perón tomó la forma de una coalición en la que participaban miembros de un catolicismo militante en un sentido religioso y político a la vez.

En la década de 1960 hubo ataques a los que sostenían la educación laica, y en la de 1980 ataques periodísticos a las iglesias evangélicas (las pentecostales sobre todo) como “sectas” y supuestas avanzadas del neoconservadurismo estadounidense de Reagan.

Estos ataques a las “sectas” iban dirigidos también a una variedad de otras organizaciones de tipo religioso, desprendidas del campo evangélico, del yoga, de la cultura afroamericana (organizaciones que habían protagonizado escándalos notorios y por este motivo resultaban una buena excusa para hablar de “sectas” peligrosas). En los acontecimientos recientes los datos no indican que se trata de enemigos de la fe. En todo caso, parece que se trata de enemigos de la fe de “los otros”. Así aparece como un segundo denominador común el espíritu de exclusión radical de quienes profesan creencias religiosas diferentes a las predominantes en la sociedad, la cultura o el sistema jurídico.

2. ¿Qué debería preocuparnos?

El futuro, y el futuro inmediato, es lo que nos debe preocupar. Las agresiones a templos pueden causar mucho daño social y cultural porque remueven traumas argentinos escondidos en la memoria de las personas –y por consiguiente en la “memoria colectiva”.

Es notorio en estos momentos un resurgimiento de la presencia pública de núcleos nacionalistas ideológicamente basados en el integrismo, lo cual significa, una posición unitarista que asocia la teología católica tradicional con la política. Y que la política la piensa en claves conspirativas con la presencia oculta de “fuerzas”. Son grupos demográficamente muy pequeños y a su vez radicalmente disidentes dentro de la Iglesia Católica contemporánea, a la que entienden como que cedió al Modernismo. Estos grupos abiertamente abjuran de la democracia, con un discurso muy elaborado en tal sentido. Hasta cierto punto podrían ser considerados casi cismáticos, o potencialmente al borde de un cisma, dentro de su propio culto. Sin embargo poseen un gran capital educativo y una fuerte orientación hacia la acción, rasgo inherente a su ideología.

En la actualidad es algo llamativa por sus pintadas y afiches en las calles la “Acción Nacional Católica (ANC)”, que promovía para el sábado pasado 23 de noviembre una conferencia sobre la Masonería, con el leiv motiv “si querés entender lo que está pasando a tu alrededor… ¡no te la podés perder!”. En este aviso es evidente la matriz de pensamiento en clave conspirativa.

El paradigma básico de corrientes de esta clase sostiene que el judaísmo internacional considerado como una fuerza oscura manipula tanto al comunismo como al capitalismo liberal y masónico de los Estados Unidos y otras naciones. Sus enemigos emblemáticos suelen ser José Stalin y Franklin

Delano Roosvelt: dos figuras icónicas de los Aliados de la Segunda Guerra Mundial, además de Winston Churchill.

Tal vez, y siempre como una posible hipótesis, las causas de esta reverberación de la presencia pública podrían atribuirse mayormente, a partir de la asunción del papa Francisco, más que al rechazo a otros cultos, a las oposiciones en el interior del propio catolicismo, en un movimiento versus una supuesta sumisión de los obispos al Modernismo (y al ecumenismo y al diálogo interreligioso que incluye a los judíos y a los musulmanes).

Hilario Wynarczyk

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