«Cuando ya lo había malgastado todo, sobrevino un terrible período de hambre en aquella región, y él empezó también a padecer necesidad… Entonces recapacitó y se dijo… Volveré a mi padre…»
Lucas 15:14, 17, 18
(La Palabra, Sociedad Bíblica de España, 2010)
El hijo pródigo, después de haber malgastado su exiguo capital, recapacitó y decidió regresar a la casa de papá. La región donde se encontraba sufrió una crisis y él empezó a saber lo que era el hambre y la necesidad económica. Pero reconsideró; volvió en sí, se levantó y fue, como ya sabemos, tras el perdón del padre y la indisposición del hermano mayor (que se molestó por el perdón que le dieron a su hermano, el disoluto).
Aquello que le faltaba: comida, afecto y buen trato, lo hizo pensar mejor. ¿Qué hubiera pasado si se acostumbra a la estrechez de la vida y a comer las algarrobas de los cerdos? Otra hubiera sido la historia.
Hay quienes, exigidos por la dureza de sus horarios de trabajo o por las cargas que se autoimponen para obtener «el éxito», desatienden su salud, abandonan el juego y la recreación, descuidan su familia, no tienen más tiempo para la amistad y el ocio creativo… y se acostumbran a las algarrobas. No recapacitan; allí se quedan y no vuelven más.
Acostumbrarse así, deshumaniza. «¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su propia vida? (Mateo 16:26), enseña Jesús. Esta es la paradoja: que nos acostumbramos a perder la vida tratando de ganar algo que nos quita la vida.
Jugar, soñar, hablar, amar, descansar, servir, correr, cantar, comer… Cosas que siempre deberían hacernos mucha falta y las que nunca deberíamos acostumbrarnos a olvidar.
Para seguir pensando:
«Espiritualidad significa literalmente una vida en el Espíritu de Dios y una relación vital con ese Espíritu… El Espíritu son las ganas de vivir que nos embargan, y las fuerzas del Espíritu son las fuerzas de la vida que despierta en nosotros.»
Jürgen Moltmann (Teólogo alemán)
Vale que nos preguntemos:
¿Hay alguna diversión o gusto que antes disfrutaba y que ahora, por el trajín y los afanes de la vida, no he vuelto a practicar? ¿Ya eso me dejó de hacer falta?
Oración:
Espíritu Santo, Espíritu de vida, ven, sopla sobre mí; despierta mis deseos de vivir con intensidad y de disfrutar lo que me das cada día. No dejes que me acostumbre a vivir sin lo esencial para la vida: el amor y el placer de estar vivo. Amén.
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