«Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado de su lepra, sino Naamán el sirio. Al oír esto todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron…»
Lucas 4:27-28
(La Palabra, Sociedad Bíblica de España, 2010)
Sucedió un sábado cuando Jesús entró en la sinagoga de Nazaret y declaró que el Padre le había encomendado una tarea especial (Lucas 4:17-19). Este anuncio sorprendió a los asistentes, sobre todo porque quien presentaba las credenciales de enviado del cielo era el hijo del sencillo José, el carpintero del pueblo. Aparte de la sorpresa, no hubo ninguna actitud adversa de la que hubiera que cuidarse. Hasta hubo algunos que celebraron el anuncio (Lucas 4:22).
Pero todo cambió cuando minutos después Jesús contestó a las dudas de algunos escépticos que se preguntaban por qué Jesús no hacía algunos milagros allí, en su propia tierra, así como los había hecho en otros lugares.
El hijo del ebanista dijo que Dios, su Padre, tenía mucha experiencia en manifestar su poder fuera de los lugares donde más se esperaba (experto en sorpresas). Y dio dos ejemplos que casi le cuestan la vida: en una ocasión, cuando el país sufrió una gran hambre, el profeta Elías no fue a atender a las viudas de Israel, sino que fue donde una de la región de Sarepta (población fenicia). El segundo caso era el del profeta Eliseo quien, en lugar de sanar a los leprosos de Israel, había curado a uno llamado Naamán, de nacionalidad siria.
Dos ejemplos inconcebibles para el fundamentalismo religioso de aquellos tiempos. Inadmisibles, al punto de que todos los asistentes a la sinagoga se enfurecieron e intentaron matar a Jesús el mismo día sábado (¿acaso no era judíos respetuosos del sábado?).
¡Hasta dónde llega la intolerancia religiosa! Y todo por creer que Dios es propiedad privada de un grupo, de una nación, de una fe en particular. No es más que odio y exclusión disfrazada de piedad.
Para seguir pensando:
«¿Asistimos a una invasión de odio y de violencia? Venzámosla con una invasión de amor»
Chiara Lubich (Fundadora de los Focolares, 1920-2008)
Vale que nos preguntemos:
Al observar las noticias locales o internacionales de los últimos días, ¿qué sucesos me hacen pensar en el amor sorpresivo, inclusivo y universal de Dios?
Oración:
Dios de todo amor, sé que soy un instrumento de tu amor, pero, a veces, me cuesta aceptar que tu amor se extiende más allá de mis limitadas fronteras. Amplía el alcance de tu amor. Ensancha mi corazón y dame ojos para ver más lejos.
Amén.
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