«Las hermanas de Lázaro mandaron a Jesús este recado: Señor, tu amigo está enfermo… Jesús tenía una gran amistad con Marta, con su hermana María y con Lázaro»
Juan 11:3,5
(La Palabra, Sociedad Bíblica de España, 2010)
Las relaciones interpersonales en el mundo antiguo estaban rígidamente establecidas por clase social, edad, sexo, religión y parentesco natural. Los de Samaria no establecían relaciones de amistad con los de Judea, ni los amos con sus esclavos, ni los judíos con los gentiles, ni los maestros con sus discípulos… y menos con sus discípulas.
Por lo anterior resulta sorprendente que Jesús haya dicho a sus discípulos: «En adelante ya no os llamaré siervos… A vosotros os llamo amigos…» (Juan 15:15).
Este modelo de relaciones cercanas, desprovistas de intereses económicos y carentes de las estructuras jerárquicas que habían establecido la sociedad y las religiones, proveyó un referente de vida para la naciente Iglesia cristiana. Serían comunidades amigables, donde los extraños eran tratados como cercanos y donde se alentarían las relaciones afectuosas caracterizadas por el respeto, la reciprocidad y el cuidado mutuo.
Algunas teólogas y teólogos se preguntan en qué momento la primitiva Iglesia tomó la decisión de que los cristianos no se llamasen amigos, sino hermanos y hermanas. Un cambio que significó la pérdida del principio de la comunidad de iguales, sin la supremacía de nadie. Quizá tengan mucha razón.
Es grande el desafío, el de devolverle a las iglesias el sentido de comunidades de amistad. ¿No sería esta también la fórmula para vivir la unidad? (en lugar de hablar de hermanos separados, podríamos vernos como amigos allegados).
Se trata de remover fronteras y de estar dispuestos a disfrutar de la fiesta del reino, la que inició Jesús, dando y recibiendo amistad, sobre todo a los que no gozaban de afecto alguno.
Para seguir pensando:
«La amistad es una religión sin Dios, sin Juicio Final y sin diablo. Una religión no ajena al amor, a un amor donde se proscriben la guerra y el odio, donde es posible el silencio»
Tahar Ben Jelloun (Escritor y poeta marroquí)
Vale que nos preguntemos:
¿Cómo puedo desarrollar amistades más cercanas en mi comunidad de fe, en mi vecindario o en mi lugar de estudio o de trabajo? ¿Tengo actitudes que dificultan ese acercamiento?
Oración:
Amoroso Dios, te doy gracias por ofrecerme tu amistad. También, gracias por mis amigos y amigas; son tu regalo. Ayúdanos en nuestra iglesia a crecer en amistad y a ser testigos de tu amor amplio, alegre y dadivoso. Amén.
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