Dietrich Bonhoeffer

Posted On 11/04/2014 By In Historia, Opinión, Pastoral, Teología With 2284 Views

Evocando a Dietrich Bonhoeffer

Este pasado 9 de abril se cumplieron 69 años del martirio en manos del régimen hitleriano nazi en Alemania de este recordado pastor luterano. Dietrich Bonheffer fue un pastor y teólogo que asumió un testimonio pastoral y profético que trascendió las fronteras europeas y alcanzó una dimensión universal. Durante todas estas décadas desde su martirio, su figura no ha perdido ni su vigencia, ni su pertinencia. Y su testimonio se acrecienta cada día, no sólo en círculos religiosos, sino también en círculos académicos y de ámbito público y civil. Evocarlo hoy es tarea ineludible por muchas razones.

La vida y obra de Bonhoeffer está marcada por ese signo: ser testigo de Jesucristo entre sus hermanos y hermanas. Y desde ahí podemos justipreciar y entender su vida, su teología y sobre todo su martirio.

En primer lugar, su compromiso a favor de la justicia y contra la tiranía, lo llevó a tomar decisiones cruciales en las que tuvo que sopesar cuáles eran los riesgos e implicaciones de ser testigo de Jesucristo entre sus hermanos y hermanas. De esta forma va creciendo en Dietrich Bonhoeffer lo que yo llamaría un discernimiento moral, espiritual y ético sobre la crisis que vivía su pueblo, y la necesidad de buscar salidas viables. Llegó a la conclusión de que no se podía ser neutral.

Entonces, en su discernimiento, va perfilando unas reflexiones éticas desde el Evangelio que le acercan cada día más a lo profético. No es cuestión de ser audaz, pero sí de ser consistente y consecuente con los reclamos de su fe. En el proceso se va configurando una lectura y reflexión desde el contexto de su pueblo, y aporta un pensamiento teológico-pastoral, que al desplazarse a la tesitura profética, desata cuestionamientos sobre su identidad cristiana, la culpa colectiva, el papel de la iglesia, el precio del discipulado y, sucesivamente, la fuerza ética del compromiso que debe iluminarse con las exigencias que los valores del reinado que Dios plantea. Así, la vida cristiana se da en una participación en el mundo, asumiendo la forma de Cristo, el Encarnado en la historia, que por su muerte y resurrección lleva a su plenitud el propósito de Dios para una nueva humanidad en el mundo.

Para Dietrich Bonhoeffer el Cristo resucitado ha vencido el pecado y la muerte, convocando por este acto a la nueva vida, siendo Señor de todo el mundo. En Cristo irrumpe el ser humano nuevo y la nueva sociedad; esa humanidad que Cristo inaugura. Por su resurrección Cristo ahora ha convocado una vez más a seguirle en el camino al reinado de Dios. En ello la iglesia se convierte en comunidad vicaria, anunciando y encarnando a Cristo en las demás personas.

Bonhoeffer no es un teólogo sistemático, aunque cultiva y aborda temas teológicos con precisión y rigor. Su propia vida y acción no le permitieron detenerse a sistematizar sus escritos. Para entender su pensamiento y manejar algunas de las categorías teológicas expresas, es necesario sumergirse en la dinámica de su propia vida.

Debemos enfatizar que hay una continua demanda en Bonhoeffer de concretizar la revelación cristiana y, aún más, de contextualizar esa revelación para entenderla como la revelación de Dios en Cristo como algo vivo y real. Lo cristocéntrico apunta al hecho de que la revelación sea concreta, encarnada en la historia, como entrega a los demás. Por lo tanto, aunque Bonhoeffer no era político, ni sociólogo, leyó los signos de los tiempos, buscando la voluntad de Dios, y reflexionando teológicamente sobre las consecuencias éticas del compromiso cristiano en lo político y social. Jamás una teología sin compromiso, nunca un compromiso sin teología.

Van casi siete décadas del martirio-resurrección de Dietrich Bonhoeffer. Todavía vibra hoy su testimonio veraz. Y la mejor forma de recordar, evocar y mantener viva su memoria es intentar ser imitadores de Cristo hoy en las circunstancias que hemos de enfrentar, como el mismo Bonhoeffer siempre nos recordara.

En medio de dudas, incertidumbres y búsqueda de certezas, Bonhoeffer, nos deja esta pregunta y esta convicción:

¿Quién soy yo? La solitaria pregunta se burla de mí. Quienquiera que sea yo, tú me conoces, ¡tuyo soy, Oh, Dios!  (Versión de Dorothee Solle, Viaje de ida, 126).

Carmelo Álvarez

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