Posted On 28/07/2014 By In Opinión, Teología With 1768 Views

La riqueza de una religión de la novedad

“Y la multitud comentaba asombrada: Nunca se vio tal cosa en Israel” (Mt 9,33). Con estas palabras termina el episodio de Mateo donde se narra la sanación de dos ciegos y de un mudo. La novedad como vemos es lo que predomina en el ministerio público de Jesús. Incluso el evangelio de Marcos lo recalca al inicio de su relato:. ¿Pero de qué Buena Nueva se habla? “Comienzo de la Buena Nueva de Jesucristo, Hijo de Dios” (Mc 1,1)?

Para responder a esto, debemos conocer un concepto que será fundamental: el concepto de revelación. La revelación es el proceso por el cual Dios comunica a los hombres sus designios. Es un acto libre, movido solo por el amor que Dios tiene hacia sus criaturas. Dios se ha revelado o se ha dado a conocer en nuestra historia, en donde nos habla por medio de palabras y de acciones. Elige un pueblo en especial, el cual era simplemente insignificante para las demás provincias del mundo hasta entonces conocido. Pero como a Dios le gustan las cosas difíciles, se vale de un hombre viejo casado con una mujer estéril para dar inicio a su actividad salvadora.

Israel pasando por muchas dificultades, ve que en la liberación de la esclavitud está presente la mano poderosa de Dios. Aunque el Todopoderoso actúa siempre en su favor, este pueblo va traicionando una y otra vez a su Dios, pero éste siempre ofrece la salvación, el perdón y el amor. Es así como al final de los tiempos envía a su Hijo a vivir con los hombres. Es lo que se conoce como Encarnación. Y esto es complejo. Y la pregunta que nos tenemos que hacer es ¿Cómo es posible que Dios que es todo poder, toda perfección, toda ciencia, se haga hombre? Bueno, aquí radica la novedad profunda del Cristianismo. Que Dios se haga hombre, que nazca de una mujer, que muera como un ladrón cualquiera, y que sea sepultado en una tumba prestada, nos puede llevar a pensar ¿cómo éste va a ser Dios?

Pero es en esa vida donde se realiza la más plena humanidad y conocemos la más profunda humanidad del Dios hecho hombre. Jesucristo, el verdadero Dios, nos muestra el rostro de lo divino que se hace presente en el tiempo y en el espacio, en una historia, en un pueblo determinado. Jesucristo, verdadero hombre, es la más plena realización de la humanidad. Conoce, siente y vive como cualquiera de nosotros, aunque lo único que nos diferencia con él es el pecado. Pero a esta unión perfecta, en donde ambas naturalezas (humana y divina) no se pueden separar, el hombre está llamado a vivir.

Recordemos que el hombre es creación de Dios, y más aún, es creado a su imagen y semejanza. Pero por causa del pecado, pierde la comunión fundamental con su creador. Pero Jesucristo, con su muerte y con su resurrección viene a unir este puente que estaba cortado, y nos levanta del pecado y nos lanza a la vida eterna. En nosotros vive la Trinidad, expresado en que somos creación del Padre, hermanos en el Hijo y en que estamos constantemente animados por el Espíritu Santo.

La religión cristiana posee por tanto dos aspectos fundamentales: Es revelada en la historia de un pueblo determinado y es a la vez una religión moral. ¿Qué quiero decir con “moral”? En el cristianismo, por la acción salvadora de Dios en la persona de Cristo, se puede lograr una verdadera liberación en todos los niveles, ya sea, económico, político, cultural. Es hacer realidad aquello que tenemos en una espectacular teoría. Que el mensaje de los Evangelios, no se agoten en un papel, sino que nuestra práctica los lleve a verdadero término.

Así pues, la riqueza de la fe cristiana no se agota en la confesión verbal de unas verdades, supone por el contrario un conocimiento de la acción salvífica de Cristo, una actitud de disponibilidad a la voluntad divina, que lleve a una opción radical que se traduzca en el ejercicio de una auténtica vida de amor cristiano.

Juan Pablo Espinosa Arce

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