Esta es una pregunta interesante y que muchas veces se realiza con la intención de conocer el criterio que las personas tienen del otro. Resulta relevante para aquellos que necesitan autorrealización conociendo lo que otros dicen o piensan acerca de ellos. Para muchos es importante saber si es bien recibido por sus congéneres o si se tiene buen criterio o no de ellos.
La pregunta planteada en el título aparece en primer lugar en el texto de Mt.16.14 y se repite en Mr.8.27 y Lc.9.18. Es básicamente el mismo y la pregunta es invariable. Está dirigida primeramente a los discípulos, Jesús les pregunta a ellos: ¿Quién dice la gente que soy yo? en otras palabras, ¿Qué han escuchado ustedes entre los vecinos acerca de quién soy yo? Y la respuesta es bien conocida: “Unos dicen que es Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que Jeremías o uno de los profetas”, señala Mateo. En Marcos la respuesta es: “Unos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que uno de los profetas” y Lucas dice casi lo mismo, aunque añade: “…y otros que uno de los antiguos profetas ha resucitado”. Todos los evangelistas dicen lo mismo, con el mismo argumento y con escasas diferencias.
Esa pregunta en boca de cualquier ser humano no sería extraña, pero escucharla en boca de Jesús sí lo es; ¿Por qué necesitaba Jesús saber lo que la gente pensaba acerca de Él? ¿Estaría haciendo una encuesta para saber si las personas tenían un buen concepto de Él? Lo cierto es que es una pregunta extraña, sobre todo si viene de parte Jesús.
Ahora bien, la respuesta que dan los discípulos de lo que la gente decía no deja de ser interesante. Se dice que podría ser Juan el Bautista, un profeta contemporáneo a Jesús mismo (quien ya había muerto), incluso el mismo Herodes sospechaba que era Juan (Mr.6.16), otros decían que era Elías, un profeta de la antigüedad judía, de quien se pensaba regresaría resucitado en algún momento de su historia inmediata, otros indicaban que quizás sería Jeremías un profeta que estuvo activo durante cuatro décadas bajo los cinco últimos reyes de Judá (Isaías, Joacaz, Joacim, Joaquín, y Sedequías), que ejerció su ministerio durante la decadencia y la caída del reino del sur, Judá. Y al final sólo se dice, en términos generales, que era “uno de los profetas”, es decir, que la gente creía que Jesús era un profeta, una persona con una autoridad dada por Dios.
La oración interrogativa nos llama la atención: primero Jesús desea averiguar lo que la gente dice acerca de Él, pero la segunda parte es todavía más interesante porque, al parecer, la respuesta recibida no cumple con sus expectativas, y hace la pregunta de forma directa a los suyos: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Ya no se espera una respuesta general, ahora se supone que aquellos que estaban más cerca de Él deberían tener un mejor conocimiento de quién era este Hijo del Hombre, como se llamó Jesús a sí mismo. Él espera una respuesta diferente de los que le habían acompañado durante algunos años.
Nuestro intempestivo Pedro salta, y en nombre de todos, hace una de las mayores afirmaciones que se puede leer en el texto sagrado: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, según nos dice Mateo, porque en Marcos y Lucas sólo se nos ofrece la primera parte de la afirmación: “El Cristo”, afirmación griega de la versión hebrea “el Mesías” y que significan lo mismo: “El Ungido”.
La reacción de Jesús ante esta declaración es atractiva de analizar. Jesús, ante tal afirmación dice “Dichoso – Bienaventurado… porque eso no te lo reveló ningún mortal, sino mi Padre que está en el cielo.”(Mt.16.17 – NVI). Esta afirmación tan radical de Pedro comienza diciendo quien es Jesús: “El Cristo”, y luego dice lo que el mismo Padre dijo cuando su Hijo estaba siendo bautizado: “…Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” (Mat 3:17) Declaraciones categóricas sin ápice de duda.
Ahora bien, lo más extraño viene después de todo este dialogo, cuando Jesús mismo indica: “Entonces mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Cristo.” (Mat 16:20) ¿Esto podría indicar que no siempre es conveniente afirmar que Jesús es el Cristo? ¿O podría ser que, si ellos declaraban que Jesús era el Mesías desatarían un alboroto nacionalista? No hay una respuesta clara, pero lo cierto es que la indicación de Jesús es que sus discípulos guarden silencio al respecto, al menos de momento.
Parece que la revelación que Pedro recibe de parte del Padre es lo que realmente le importa a Jesús. Él está a punto de comenzar su camino hacia la cruz, y es importante para él que quede bien claro quién es en realidad, y que sus discípulos también lo tengan claro, porque ellos serán los encargados de llevar esa enseñanza a todas las naciones.
Por tanto, la enseñanza que nos deja este texto no es que Jesús estuviera interesado en saber lo que la gente pensaba de Él, sino si sus seguidores lo tenían claro, ¡eso era lo importante!
Para nosotros hoy, lo importante no es lo que la gente cree de nosotros –sin menoscabarlo-, lo importante es saber quién es Jesús para nosotros, si este es el Cristo, el Mesías de nuestras vidas.
Quizás se debe dejar a un lado el criterio de lo que la gente piensa de nosotros, y centrarnos en lo que la gente piensa de aquél a quien representamos, y a los que se llama cristianos porque creen, siguen y obedecen a Cristo. Y aquí lo más importante no es parecer ser cristianos, sino serlo.
Si se preguntara a los que están alrededor: ¿Quién dice la gente que soy yo? ¿Cuál sería la respuesta? ¿Sería quizás, este es un fiel representante de Cristo? ¿Qué dirían los que están cerca? y, ¿Los que están lejos?
La respuesta debe buscarse y debería ser categórica, porque eso definirá la clase de mensajero que se está siendo.
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