Marchas
(A la luz de Lucas 4:1-13)
Autor: Gerardo Oberman
El proceso es interior,
pasa por la mente y el corazón,
los sentimientos y las entrañas.
El camino no es hacia algún lugar,
cercano o lejano;
es hacia el alma,
ese espacio que, tal vez,
para algunas personas haya quedado
tremendamente distante
de sus valores, de sus principios,
de sus elecciones y de sus acciones.
El desierto al que camina Jesús
en el tiempo de su cuaresma,
es su propio terreno íntimo,
es el suelo de su interioridad
que le permite descubrirse,
conocerse,
sincerarse,
sanarse,
liberarse,
disponerse
a la misión que le es encomendada.
No marcha a una plaza pública para ser visto,
para ser noticia, para que todos hablen de él.
No marcha al ritmo
de las presiones intencionadas;
tampoco camina confundido
en una desorientada procesión de marionetas.
No se deja meter en el territorio
del poder que corrompe
ni le hace el juego a quien,
conociendo la debilidad humana,
busca tentarlo, seducirlo, engañarlo…
Jesús marcha hacia ese silencio que permite
ordenar los pensamientos,
afirmar las convicciones,
reconocer las voces mentirosas
y construir respuestas fundadas
en la Palabra que lleva a toda verdad,
que encamina hacia toda justicia
y que posibilita la plena paz.
Desde ese silencio fecundo,
Jesús sale inspirado a hacerse parte
de la gran marcha de la vida,
abrazando y sanando a los tristes y lastimados,
liberando y empoderando a los oprimidos y golpeados,
compartiendo y enseñando a todos por igual,
denunciando y desenmascarando
a los corruptos y a los hipócritas,
señalando un nuevo horizonte
en el que todas las cosas
quedarán expuestas a la LUZ.
Que en este tiempo de nuestra cuaresma,
nuestra marcha sea hacia el silencio
que permite redescubrirnos,
rehacernos,
sanarnos,
liberanos,
abrazarnos,
reencontrarnos
y caminar en esperanza
hacia lo nuevo que,
en Jesús,
se nos anuncia.
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