«οὐκ ἔνι Ἰουδαῖος οὐδὲ Ἕλλην, οὐκ ἔνι δοῦλος οὐδὲ ἐλεύθερος, οὐκ ἔνι ἄρσεν καὶ θῆλυ• ⸀πάντες γὰρ ὑμεῖς εἷς ἐστε ἐν Χριστῷ Ἰησοῦ.» ΠΡΟΣ ΓΑΛΑΤΑΣ 3:28 SBLG
“No hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni varón ni mujer. Todos sois uno en el Mesías Jesús”
Fui construido desde mi infancia como “hombre” según el caldo social donde me hice adulto. Fui socializado, como cualquier hijo de vecino, en una sociedad patriarcal. Sus valores fueron grabados a fuego en mi ser. Y con ellos caminé por largo tiempo. Y en más ocasiones de las que hubiera deseado han aflorado, sin previo aviso, en mis pensamientos y conducta. De ahí que siempre me haya catalogado como alguien en proceso de conversión hacia una sociedad donde impere la igualdad y la equidad entre géneros.
El Evangelio de Jesús de Nazaret ha limado mis asperezas patriarcales, ya que Jesús me invita a construir una comunidad donde se trasciendan las construcciones sociales de género, donde se modifique el significado patriarcal de “ser mujer” y “ser hombre”.
Cuando Pablo escribía el texto que abre nuestra breve reflexión ni siquiera percibía hasta donde podían llegar las benefactoras consecuencias de su afirmación: “No hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni varón ni mujer. Todos sois uno en el Mesías Jesús”. Y ese es el sendero que nos indica el Evangelio, no hay otro. Y ello a pesar de los que pregonan la necesidad de volver a tiempos que fueron obscuros para todos los seres humanos. Pongamos, pues, nuestra mano en el arado de la igualdad y la equidad, y no miremos atrás.
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