… y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa «Dios-con-nosotros», “Dios con nosotras”
(Mateo 1:23b)
Dios-con-nosotros, Dios-con-nosotras,
Dios con su pueblo, con la gente.
En cada momento oscuro,
Dios encendió luces de esperanza;
y no desde la distancia
sino desde la cercanía comprometida.
En cada momento de opresión,
su voz anunciaba liberaciones por venir
a través de profetas y profetizas.
En cada situación de injusticia,
se revelaba como el Dios que venía
a comunicar su voluntad de justicia
hacia las víctimas de modelos
de exclusión y muerte.
Adviento nos trae a la memoria
viva del corazón
la historia de un Dios
que no se conforma con hablar
a través de otras personas
sino que quiere hacerse carne, sudor,
lágrima, cuerpo, abrazo, sangre,
pan, vino, materia y vida.
Desde entonces Dios camina
junto a su pueblo, siempre,
haciendo suyas las luchas y los dolores,
así como los sueños y las satisfacciones.
Dios es con nosotros, con nosotras,
y no en los templos (solamente)
sino en cada espacio donde la vida
necesita ser anunciada de manera clara.
Dios marcha y reclama,
Dios defiende los derechos de las personas,
a veces vuelca algunas mesas
y otras veces se sienta en ellas para el diálogo,
siempre afirmando que hay cosas
que no se pueden negociar.
¡Cuánto necesitamos que seas hoy, aquí y ahora,
Dios con tu pueblo, Dios con tus hijos e hijas,
Dios abrazando al mundo nuevo
que seguimos buscando.
