“Encamíname en tu verdad, ¡enséñame!”
(Salmo 25:5ª, NVI)
¡Cuánto debemos aún aprender!
Olvidamos nuestra historia
o nos quedamos con aquello
que nos conviene recordar.
La memoria es peligrosa
y por ello hay quienes quieren prohibirla.
Vivimos presentes fugaces,
sin contenido, efímeros, líquidos.
No hay tiempo para lo profundo,
no hay espacio para los encuentros,
para los diálogos que movilizan,
para las construcciones colectivas,
para las búsquedas compartidas,
para los sueños que logran escaparle
al “sálvese quien pueda”
del neoliberalismo explícito
y egoístamente obsceno.
¡Cuánto debemos aún aprender!
En contextos en los que las verdades
son aquellas que la manipulación mediática
logra instalar en las mentes incautas
de los consumidores compulsivos
de las mentiras que les convienen,
¿cómo encaminarnos en tu verdad?
¿Cómo contagiar aquello del amor,
del perdón, de la reconciliación,
de la mano abierta y generosa,
de la mirada inclusiva,
del abrazo sanador,
del Evangelio, en definitiva?
¡Cuánto debemos aún aprender!
Ayúdanos, buen maestro,
a vislumbrar rumbos
por los que podamos crecer
en la verdad que libera,
que genera oportunidades,
que promueve la vida abundante,
que crea comunidad,
que nos hace pueblo,
que nos recuerda aquello del niño
que nació de una mujer pobre
y de un padre obrero,
para hablarnos de tu justicia
que transforma y se hace sendero
hacia la paz auténtica y duradera.
¡Cuánto debemos aún aprender!