Posted On 11/03/2011 By In Opinión, Teología With 4399 Views

¿Se puede ser honesto en la iglesia?

Uno de mis comentarios bíblicos preferidos tiene como título, Paul’s Letter to the Romans, del autor J. C. O’Neill. Compré este libro hace unos años después de haber leído otro libro suyo sobre la carta de Pablo a los Gálatas que me cautivó, y desde entonces he leído todo lo escrito por O’Neill que ha caido en mis manos (cuatro libros y varios artículos). A menudo consulto este pequeño comentario a la carta a los Romanos y, hasta hoy, nunca me ha dejado insatisfecho, ya sea por el acercamiento crítico-textual que hace y que comparto plenamente o por la terrible honestidad, sin miedo a nada, que dicho autor mantiene en sus escritos. No tiene miedo, ni siquiera, a dar su opinión sin tapujos, ya sea en libros de alta crítica textual o desde el púlpito, algo que, en mi opinión, no abunda en las iglesias cristianas de hoy, con líderes que prefieren callar aquello que creen por no ofender/asustar a sus feligreses.

Volviendo al libro en cuestión, en la página 158, una vez entrado en la sección de Romanos 9:1-29, cuando llega al versículo 18, O’Neill escribe solamente un comentario: “A thoroughly immoral doctrine” (“Una doctrina completa y absolutamente inmoral”). Quizá sea útil recordar al lector lo que dice este versículo:

“De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece”

Antes que intentar pasar un tupido velo filosófico/teológico para mostrar de alguna forma que esta frase no dice lo que parece que dice, O’Neill decide simplemente dar su opinión sobre este texto. Y, presumiblemente, al decir eso está también afirmando que prefiere elegir no creer en un Dios que obre de esa forma. Y no es que O’Neill sienta esta libertad para aceptar o rechazar enseñanzas bíblicas porque las considere de procedencia dudosa (algo que, dicho sea de paso, es aplicable en este caso). Me consta que lo mismo habría escrito O’Neill incluso si hubiera creído que el mismísimo Pablo había sido el autor contrastado de este versículo. Y esta honestidad, como digo, es algo que no abunda en nuestras iglesias, ya sea por el “miedo al qué dirán”, “miedo a que se levante la iglesia en nuestra contra” o, incluso, “miedo a la agresión verbal o física”. Conozco casos reales en todos estos apartados y me consta que hoy día hay pastores que prefieren no decir lo que realmente creen para no provocar ninguna situación desagradable. De alguna forma nos hemos convencido de que es posible crear una comunidad cristiana abierta y libre dejando a un lado nuestra honestidad intelectual por miedo a las consecuencias. Y sin embargo, si dejamos de lado la honestidad intelectual, ¿a quién queremos engañar preparando estudios bíblicos, cuando estos no van a hacer otra cosa que reducirse a intentar justificar, por medio de todo tipo de malabares mentales, lo que creemos que el texto debería decir antes incluso de estudiarlo?

Esta “falta de honestidad” es algo que se da mucho en el Cristianismo (quizá también ocurra en otras religiones) y que siempre me ha resultado chocante. Porque lo cierto es que todo cristiano hace exactamente lo mismo que hace O’Neill al leer/escuchar la Biblia, aunque no lo reconozcan de forma tan clara y explícita. Conozco a muchos cristianos que han optado, consciente o inconscientemente, por pasar tupidos velos a versículos que les resultan ofensivos, extraños, poco acordes con su concepto de Dios o, simplemente, de poco sentido común. Es cierto que muchas veces los cristianos no nos ponemos de acuerdo en qué versículos han de ser abandonados (o para que suene un poco mejor a nuestros oídos, “leídos menos”) y sobre cuales hemos de fundamentar nuestra fe. Pero todos elegimos unos y dejamos a un lado otros. Nadie lo suele decir abiertamente, y por supuesto nadie suele escribir las razones y argumentos utilizados para llegar a esas conclusiones, pero todos lo hacemos. Y cuando alguien se atreve en algún momento a escribir argumentos por los que ciertos versículos no son adecuados a nuestro tiempo, a nuestra vida o a nuestro Cristianismo, las voces de la ortodoxia saltan al estrado con denuncias, insultos y amenazas sin darse cuenta de que, una vez en el silencio de sus hogares, ellos harán exactamente lo mismo. Ay… ¡cuánto echo de menos en las iglesias la honestidad mostrada por O’Neill!

Jose A. Fernandez

Tags : ,

Bad Behavior has blocked 1131 access attempts in the last 7 days.