Posted On 10/06/2020 By In Biblia, Opinión, portada With 2284 Views

Profetas de pacotilla y señales de los tiempos | Pedro Álamo

En nuestros días, han salido a la palestra agoreros del fin del mundo, heraldos de juicios divinos, pregoneros de catástrofes, teólogos de mal agüero, profetas de pacotilla…, ante la pandemia provocada por el coronavirus. Todos tienen un denominador común: mercadear con la fe provocando miedo. ¡Qué lejos están del evangelio y de la intención de Jesús de Nazaret!

No he oído a esos charlatanes protestar contra el peor mal que azota a la humanidad, el hambre, ni denunciar la injusticia social que millones de personas están viviendo, ni levantar la voz ante la explotación y dominación que ejercen los poderes financieros sobre la población mundial, ni sobre la trata de personas… No, solo tienen voz para aprovecharse de la situación y proclamar a los cuatro vientos que la pandemia es un juicio divino, una especie de preparación de lo que está por llegar con la seguridad del que se cree en posesión de la verdad revelada de Dios…

Los males que denuncian los profetas de la Escritura están dirigidos al pueblo de Dios y son estructurales, culminando con los mensajes de Jeremías y Ezequiel cuando denunciaban a los pastores de Israel: “Vosotros dispersasteis mis ovejas, y las espantasteis, y no las habéis cuidado. He aquí que yo castigo la maldad de vuestras obras, dice Jehová” (Jer 23.2), “¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos!… No fortalecisteis las débiles, ni curasteis la enferma; no vendasteis la perniquebrada, ni volvisteis al redil la descarriada, ni buscasteis la perdida, sino que os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia… Yo estoy contra los pastores…” (Ez 34.2,ss.).

Jesús no tuvo palabras de denuncia para el pueblo de Dios, sino que se dirigió con dureza hacia los dirigentes religiosos, los sacerdotes, los escribas, los fariseos y demás calaña que vivían a costa del pueblo y señalaban con el dedo al que no se ajustaba a la norma establecida para apartarle y destruirle.

Es característico del Evangelio de Juan el término de “señales”, que no tenía nada que ver con el anuncio del fin del mundo, sino que evidenciaban la necesidad del pueblo y la intervención de Dios para revelarse como un ser cercano, solidario y servicial identificándose con el que sufre: “Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba” (Jn 7.37).

Jesús, después de desenmascarar a los que iban a lapidar a la adúltera, justicieros de mala fe, se dirigió a la mujer para decirle que él tampoco la condenaba y acto seguido habló de que Él es la luz del mundo (Jn 8.1,ss., 12,ss.), en línea con el prólogo del evangelio (“Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo”, Jn 1.9). Por lo tanto, las señales de Jesús están orientadas a dar luz, a aclarar cómo es el Dios que le envía, no a anunciar juicios apocalípticos.

En el evangelio se registran 7 señales de Jesús. Todas ellas están orientadas a provocar fe y generar vida. Echemos un vistazo rápido:

Las bodas de Caná: 2.1,ss. Llama la atención que el evangelista diga que las tinajas que cogieron los sirvientes eran para agua conforme al rito de la purificación de los judíos (v.6). Jesús rompe con los rituales judaicos porque es más importante la persona y el disfrute de la fiesta que el cumplimiento de las normas impuestas desde arriba. Entonces, convierte el agua en vino, para que la alegría pueda ser desbordante; una señal nada apocalíptica. Acto seguido, el evangelista registra el altercado del templo, lugar sagrado para los judíos y Jesús no tiene reparo en denunciar la maldad de los que allí se congregaban haciendo de la casa de Dios un mercado (v.16).

Sanidad del hijo del noble: 4.43,ss. Después de hablar con una mujer samaritana (no estaba permitido que un rabino hablara con una mujer a solas), resulta que por su testimonio y el encuentro con el Señor, abrazan la fe aquellos que eran marginados por los dirigentes judíos, llegando a confesar que Jesús es el Cristo. Y acto seguido, sana al hijo de un noble en la región de Galilea, de donde no se podía esperar nada bueno para la casta dirigente de Jerusalén y es allí, precisamente en una zona marginal, donde el evangelista registra que el noble creyó la palabra de Jesús y se fue a su casa y, al llegar a ella, vio a su hijo que había sido sanado en la misma hora que Jesús le dijo que su hijo vivía. La fe de mayor calado no se encuentra en el templo de Jerusalén, ni en los expertos en la ley, sino en Samaria y en una aldea de la zona marginal de Galilea donde Jesús hizo el bien a un individuo. Un evento nada apocalíptico, pero una señal llena de significado.

Paralítico de Betesda: 5.1,ss. Dice el evangelio que al pie del estanque yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos que esperaban el movimiento del agua (Jn 5.3). Jesús se fija en un hombre que llevaba 38 años enfermo y le ofrece consuelo: “¿quieres ser sano?” (v.6); y, a continuación, cura al paralítico. Pero vienen los judíos (término técnico con el que el evangelio de Juan describe a los dirigentes religiosos) para decirle a la persona sanada que no le era lícito llevar el lecho en día de reposo, tal como le había mandado Jesús (v.10). Aquí, el Profeta de Nazaret, enseña que mostrar bondad hacia la persona era más importante que el cumplimiento estricto de la ley (guardar el día de reposo). Otra señal nada apocalíptica.

Alimentación de los cinco mil: 6.1,ss. Jesús se compadece de la multitud que le seguía porque no tenían que comer. Jesús, partiendo de cinco panes y dos pececillos, alimenta a la muchedumbre y sobraron 12 cestas llenas. Después, la gente fue a buscarle y Jesús habló de que Él es el pan de vida, no le interesa la muerte. Anunciaba el bien, no los juicios apocalípticos que algunos proclaman en el día de hoy. Las señales de los tiempos están enfocadas al bien de las personas porque Jesús no ha venido a condenar, sino a salvar. No ha venido a denunciar al pueblo, sino a darle esperanza y a acompañarlo en las dificultades de la vida como es el hambre y la enfermedad. Nuevamente, vemos aquí otra señal no apocalíptica enfocada a mostrar misericordia al ser humano.

Jesús anda sobre el mar: Jn 6.16,ss. Entre la alimentación de los cinco mil y el discurso del pan de vida, hay otra señal que casi pasa desapercibida, pero que tuvo que causar un gran impacto a los discípulos, ya que 3 de los 4 evangelistas la registran (Mat 14.22-27; Mc 6.45-52 y Juan). Los discípulos iban cruzando el mar de Galilea en la barca y se levanta una tormenta; vieron a Jesús que andaba sobre el mar y dice el texto: “Y tuvieron miedo” (Jn 6.19). Jesús les dice: “No temáis” (v.20). Esta señal, lejos de fomentar el miedo ante la inminencia de algún posible juicio divino como proclaman los advenedizos de la fe de nuestros días, viene a enfatizar que Jesús quiere dar paz en medio del sufrimiento y la angustia. Otra señal no apocalíptica.

El ciego de nacimiento: 9.1,ss. Jesús hace esta señal para manifestar que la enfermedad no está relacionada con el pecado, lo cual va en contra de la teología de Israel que suscribía todo lo contrario a la luz de la Torah (Dt 28), y nuevamente decide sanar en sábado provocando a los dirigentes religiosos. La pregunta de los discípulos era pertinente: “Quién pecó éste o sus padres para que haya nacido ciego” (v.2). Jesús le sana y vuelven a aparecer en escena los fariseos para interrogar al ciego sanado, y le expulsan, lo cual tenía unas graves consecuencias sociales y económicas. Así actúan los fanáticos de la religión; lejos de alegrarse con aquel que ha recibido un bien, le juzgan y le apartan. Otra señal no apocalíptica de Jesús que prefiere practicar la bondad. A continuación Jesús habla de la ceguera espiritual, que es mucho peor y más dañina que la física; y, justo después, habla del redil y de que él es el buen pastor que da su vida por las ovejas (cap. 10). ¡Qué tremenda diferencia respecto a la postura de los fariseos! Ellos rechazan, Jesús acoge y da su vida. Y los cristianos del siglo XXI deberíamos ir por el mundo sembrando esperanza en el corazón del que sufre, en lugar de ser profetas de pacotilla, llenos de fariseísmo.

Resurrección de Lázaro: 11.1,ss. El amigo de Jesús, Lázaro, que tenía una buena posición económica, está enfermo y muere. Jesús le visita, conforta a sus hermanas, llora ante la tumba de su amigo, clama a Dios y resucita a Lázaro. El evangelista registra la conversación que Jesús tiene con Marta, hermana del difunto, cuando le dice que él es la resurrección y la vida (Jn 11.25). Es decir, la intención de Jesús es dar vida; esto no tiene nada que ver con juicios apocalípticos. Sin embargo, la reacción de la clase sacerdotal y los fariseos es inaudita porque, en ese momento, toman la determinación de matar a Jesús (Jn 11.47,ss.). Es decir, Jesús se preocupa por la gente para dar vida y esperanza, y los dirigentes religiosos quieren quitarle de en medio.

Estas son las 7 señales que recoge el evangelio de Juan. Pero añade que Jesús hizo muchas otras señales (Jn 20.30-31), pero que esas 7 se han registrado para que los destinatarios crean y, a partir de ahí, tengan vida en el nombre de Jesús.

¿Dónde están aquí los juicios apocalípticos? ¿Dónde aparece la advertencia de Jesús de que vienen días malos? ¿Dónde publica el Mesías que lo que acontece en la vida son señales que anuncian al castigo divino? Jesús no era un charlatán, como tantos hay en nuestros días. Jesús anuncia la buena noticia: ha llegado la salvación, el bien triunfa sobre el mal, la esperanza se instala en el corazón de los que publican la buena nueva a los pobres, Dios tiene interés en la vida de los marginados, de los que sufren, de los que son señalados como pecadores…

Jesús no es un profeta de pacotilla, es el Hijo de Dios que anuncia la paz y se interesa por los que padecen a causa de los poderosos. Éste es el mensaje que los profetas y teólogos del siglo XXI han de proclamar para que los poderes fácticos tiemblen; esos sí, diciéndoles que aquí, en esta vida, ya han tenido su recompensa. Y, a la vez, anunciar que el pueblo de Dios viva con esperanza porque llegará un día en que las cosas cambiarán y el Imperio del Mal tocará a su fin. Un mundo nuevo se abre camino, es el Reino de Dios.

Así, los hambrientos, los marginados, los que sufren violencia, los que lloran…, serán consolados por el Dios de Jesús de Nazaret, ¿un profeta de pacotilla? No, uno de buenas noticias.

Pedro Álamo

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