6 de febrero, 2021
«Mis planes no son vuestros planes, mi proyecto no es vuestro proyecto” (Isa. 55:8 BTI), afirma el oráculo divino a través del profeta Isaías. Y esa palabra que viene a nosotros nos invita a examinar aquello a lo que dedicamos todo nuestro esfuerzo. No vaya a ser que caminemos en una dirección opuesta al proyecto del Señor.
No es cuestión de organizar grupos de reflexión y acción que no se dejan influir por la Palabra que surge del texto bíblico, que se dan a la sola influencia de la fertilidad y capacidad de su mente colectiva . Ese es el gran error, en mi opinión falible, que cometemos las comunidades de la fe de Jesús. Los planes del Dios de Jesús de Nazaret siempre superan nuestras expectativas y nuestros planes (Isa. 55:9).
Sólo la Palabra que sale de la boca Dios, al igual que la lluvia la tierra, es la que preña de vida la existencia y la hace germinar (Isa. 55:10). No existe otra palabra que sea capaz de llevar a cabo su objetivo en sentido pleno. Esa Palabra que creó con su potencia todo lo que existe (Jn. 1:1-5; Col. 1:15), es la que dinamiza y hace fructificar nuestros esfuerzos cuando éstos coinciden con su anhelo de recreación del mundo que conocemos: “entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva. Nada quedaba del primer cielo ni de la primera tierra; nada del antiguo mar» (Apo. 21:1 BTI).
La misión de las iglesias, sin duda, es preñar de vida la tierra. Pero no podrán hacerlo si no permiten que la semilla de la Palabra sea sembrada, con generosidad, en sus vientres. Verdad de perogrullo: «para dar vida es imprescindible tenerla». Es la luz del Resucitado la que engendra vida en nosotros, y ella es la única luz que debe orientar nuestra peregrinar (Jn.12:36), y la que puede capacitarnos para ser agentes de vida en medio de un mundo generador de muerte.
«Busquemos al Señor mientras es posible encontrarlo, invoquémosle mientras está cercano» (Isa. 55:6 BTI), para gustar de su misericordia, de su perdón y de su capacidad para darnos vida. Y el Señor, en esta fría mañana de febrero, nos dice, «¿Por qué gastáis en lo que no es comida? ¿Por qué os fatigáis en lo que no sacia? Escuchadme atentos y comeréis bien, Saborearéis manjares deliciosos; prestad atención e id tras de mí, escuchad y vuestra vida [y la vida de vuestros prójimos] progresará» (Isa. 55:2-3 BTI). Debemos de ser capaces de confesar con Jesús de Nazaret que nuestro «alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo sus planes» (JN. 4:34 BTI). Sólo entonces, únicamente entonces, seremos capaces de preñar de vida la tierra a través de la Palabra que sale de la boca del Dios que nos manifestó la carne del Mesías Jesús.
Soli Deo Gloria
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