Posted On 01/06/2021 By In Opinión, portada With 1437 Views

¿Se avergüenza hoy el «teólogo» de hablar de Dios? | José Luis Avendaño

¿SE AVERGÜENZA HOY EL «TEÓLOGO» DE HABLAR DE DIOS? Breves apuntes a partir de una cita de Hans Küng.

 

«A veces los teólogos parecen tener un extraño miedo de hablar de Dios, pese a que ‘teólogo’ significa precisamente ‘él que habla de Dios’. Evitan en lo posible el nombre de Dios y prefieren hablar de lo más conocido, el hombre, por lo que honradamente deberían llamarse antropólogos, término que designa a ‘los que hablan del hombre’. Se comprende así que los ateos convencidos se enojen cuando los teólogos propugnan ‘un concepto de Dios vacío’, difuso, totalmente vago y difuminan los límites entre la fe en Dios y el ateísmo». (Hans Küng, «¿Existe Dios»?).

 

Hace muchos años atrás, y en el marco de un curso sobre el «Libro de Daniel y el género apocalíptico» que cursaba con el profesor Hans de Wit, éste me señaló a modo de sugerencia personal, que leyera el libro, y a la vez, tesis doctoral de Clodovis Boff, «Teología de lo político», tesis que, por lo demás, había tenido como supervisor del teólogo brasileño, ni más ni menos que a Aldolphe Geché de la Universidad de Lovaina. Según de Wit, se trataba de una de las obras teológicas con mayor rigor metodológico escritas desde América Latina y, por lo tanto, me aconsejaba leerla cuánto antes, conociendo él mi interés por la temática de la «metodología teológica».

Se trataba, sin embargo, para mi pesar de un libro completamente agotado, publicado originalmente por Ediciones Sígueme y casi imposible ya de encontrar. No obstante, y después de mucho bregar, lo pude conseguir en Costa Rica, y en pocos días devoré cada una de sus páginas con enorme agrado y afán. No se equivocaba Hans de Wit, se trataba de una obra profunda, compleja, exquisita, de enorme contribución en tantos aspectos y, al mismo tiempo, algo realmente sorprendente e inaudito, jamás promocionada en los ambientes liberacionistas que yo solía frecuentar.

Pero, en fin, una de las cuestiones tratadas por Clodovis Boff en esta obra, y que conecta directamente por lo apuntado ya por Hans Küng en la cita inicial que hemos realizado, y que me estremeció y sorprendió profundamente -lo sigue haciendo- debido a su absoluto realismo y actualidad, es aquella crítica que Clodovis Boff realiza específicamente contra la teología liberacionista, y consistente en que ésta tendía muy prontamente a capitular, en tanto supuesto discurso teológico, ante la metodología, la semántica y hasta las reivindicaciones de las ciencias sociales, y éstas, por supuesto, de acuerdo a un determinado ideologismo de político.

En tal sentido, la comprensión de la teología, para tales corrientes liberacionistas, argumentaba Clodovis Boff, sintiéndose, en realidad, completamente menoscabada, ruborizada y llevando a cuestas un profundo sentimiento de inferioridad, en otras palabras, experimentando el terror de aparecer como un discurso y una disciplina anticientíficos y de poca o ninguna relevancia social, no hallaba mejor solución que someterse dócilmente al dominio de las ciencias sociales, y renunciar de antemano a sus propias fuentes de fundamentación (Escritura y tradición), a su propia metodología, a su propio vocabulario y a las preguntas que le resultan en tanto discurso teológico, no posibles de soslayar o desplazar.

Pero, entonces, sobre la base de lo advertido ya por Hans Küng y Clodovis Boff, ¿qué diagnóstico podemos ofrecer del discurso y de la actividad teológicos en la actualidad? Lo que me parece a mí observamos en gran parte del espectro teológico de nuestros días, no es más que la radicalización y casi sin precedentes en la historia del cristianismo, de lo que anteriormente se ha dicho. En efecto, gran parte de la teología hoy, y con el fin explícito de no aparecer como irrelevante, antiintelectualista, anticientífica o, lo que es peor aún, ¡FUNDAMENTALISTA Y EVANGELICAL!, se viste simplemente del ropaje de la sociología, la antropología, hace suya la agenda ideológica de la izquierda cultural.

Sin embargo, y hay que decirlo, aunque vistiéndose de dicho ropaje, ya sea por menoscabo, por sentimiento de inferioridad o simplemente por asunto de sagacidad, pues obrando así, la cultura que hoy se yergue como dominante y hegemónica, bien le sabrá ampliamente gratificar, se convierte nada más, como ya lo hubo anunciado Hans Küng y con años de anterioridad, en un discurso nada más que vacío, difuso, totalmente hueco, un sucedáneo nada más que desechable e insípido de la verdadera teología como el hablar veraz de Dios para los hombres, a partir de aquello que constituye su inalienable identidad: Jesús, su vida, sus mensaje, su muerte y su resurrección.

Ciertamente, puede obrando de tal modo, ¡qué duda cabe de ello!, asegurarse un buen puesto en la sociedad, preservar su espacio de comodidad, promoción, beneficios, incluso darse el lujo de a aparecer adoptando ciertas poses de rebeldía y elevando arengas altisonantes, siempre y cuando, claro está, se halle todo aquello dirigido en contra del cristianismo anticuado, opresor, fundamentalista, conservador. Pero, al fin de cuentas, y aquí no nos podemos engañar, tal supuesta teología y sus teologastros, bien saben al final del día, que en realidad se avergüenzan de hablar de Dios y del Crucificado. Y, aquello, lo repito, por más pantomimas de rebeldía y gritos en favor de las reivindicaciones de la agenda y la ideología que hoy se alza como la cultura dominante y global.

José Luis Avendaño

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