Hace unas cuantas semanas se hizo pública una entrevista a Naghmeh Panahi en el podcast de la periodista estadounidense Julie Roys, en donde Naghmeh contó su terrible experiencia hasta poder divorciarse de su ahora exmarido. Naghmeh Panahi era la esposa de Saeed Abedini, que en 2012 se hizo famoso por ser encarcelado en Irán por ser cristiano y evangelizar, algo prohibido por las leyes islámicas del país. Abedini se convirtió en el símbolo de la iglesia perseguida, sobre todo en países musulmanes, y Samaritan’s Purse, la organización que dirige Franklin Graham, hijo del célebre Billy Graham, hizo de portavoz de la causa por su liberación. Naghmeh, entonces su esposa, se pudo escapar del encarcelamiento y vivió en Estados Unidos junto con los hijos del matrimonio durante aquel tiempo. Ella estuvo al frente de la campaña mediática llevada a cabo por Graham y su equipo, y trabajó con él personalmente durante aquella etapa tan difícil. Cuando finalmente la presión internacional surtió efecto y se anunció que Saeed iba a ser liberado y sacado de Irán, Naghmeh dijo que no quería reunirse con él y que prefería mantenerse separada de su marido mientras no se solucionaran ciertos problemas que hacían imposible la convivencia. En un primer momento aquello desconcertó a todo el mundo. A pesar de que hubo un intento de reconciliación, Naghmeh se acabó divorciando en 2017, y ha sido este año cuando toda la historia detrás de aquella historia ha salido a la luz.
El testimonio de Naghmeh es impactante, pero no sorprende para aquellos que conocen otros casos de maltrato y abuso dentro de las iglesias evangélicas. A pesar de la fama y el testimonio de Abedini, la realidad era que él maltrataba física y psicológicamente a Naghmeh de manera sistemática, que era adicto a la pornografía y que tenía síntomas de un trastorno narcisista. Ella cuenta que los abusos comenzaron ya antes de la boda, pero que no fue hasta muchos años después que los pudo reconocer como tales. Tanto en la cultura iraní como en la cultura evangélica el abuso y el maltrato dentro del matrimonio son temas tabú. No fue hasta que comenzó con la campaña mediática por la liberación de su marido que pudo salir de su pequeño círculo cerrado, conocer a otros cristianos, a otras tradiciones evangélicas, y entonces pudo abrir los ojos ante su situación. Las pruebas del maltrato eran reales. Por ejemplo, Naghmeh tenía los informes médicos de la visita de urgencia que tuvo que realizar a un hospital de Dubái en una ocasión en la que él le pegó tal paliza, estando embarazada de uno de sus hijos, que llegó a temer por su vida.
Por si esto, de por sí, no fuera sorprendente, una de las partes más traumáticas que relata Naghmeh fue que, cuando habló del tema con Franklin Graham, que dirigía la campaña para la liberación de su entonces marido, él no la apoyó. Creyó en su relato, por supuesto, pero lo minimizó, y desde ese momento el discurso de Graham se enfocó en que era Naghmeh la que tenía que hacer un esfuerzo por asistir a terapia matrimonial para arreglar su situación, ignorando las exigencias de Naghmeh de que ella no se acercaría a Saeed hasta que él, a solas, recibiera terapia por su cuenta para tratar su ira y sus arranques violentos, porque temía por su integridad física y la de sus hijos. Graham ignoraba y minimizaba estos miedos de Naghmeh, y no dejó de insistir en que la responsabilidad de la reconciliación del matrimonio recaía íntegramente en que ella aceptara las condiciones que él sugería. Insistió en que el asunto no debía hacerse público, con Saeed una vez ya en territorio estadounidense y, cuando se hizo público el discurso de Graham no varió: era Naghmeh la que estaba provocando el divorcio con su obstinación y su falta de sometimiento. En cierto momento Naghmeh acudió a Anne Graham Lotz, hermana de Franklin, y ella intentó interceder para traer un poco de paz. Anne corroboró el testimonio de Naghmeh: “Franklin no entiende el mal profundo con el que está lidiando Saeed ni su pretendida humildad. Hablé con Franklin hoy y parece ser que cree que, si la esposa ama lo suficiente y se somete lo suficiente, las cosas se arreglarán. Yo sé que no es así. Cuanto más cedo, más abusivo se vuelve él”.
Finalmente, Naghmeh se divorció y Samaritan’s Purse tuvo que dejar marchar a Saeed Abedini, a quien hasta ese momento consideraba una gran adquisición mediática para su empresa. Pero la experiencia de Naghmeh revela que, realmente, detrás de la actitud de personajes del alto liderazgo evangélico como Graham no hay mala intención, sino un genuino y voluntario desconocimiento de la realidad del maltrato de género.
La clave está en que esto mismo ha venido ocurriendo tanto en la Convención Bautista del Sur de Estados Unidos, como en denominaciones más pequeñas como la iglesia de Bethlehem de John Piper. El problema es el mismo: se elige no creer el testimonio de las mujeres cuando denuncian maltratos y abusos dentro del matrimonio, sobre todo si el marido tiene nombre, posición o cargos relevantes dentro de la denominación o la iglesia. Del mismo modo se anula el testimonio de las víctimas cuando se denuncian casos de abuso sexual. Eso es lo que ha ocurrido en la Convención Bautista del Sur. El gran problema con el que ha tenido que lidiar este año la denominación ha sido la oleada de críticas y abandonos por haber sido negligentes con las víctimas de abuso sexual y haber protegido el sistema eclesiástico antes que a las mujeres, tapando las noticias, minimizando o negando los hechos, o sencillamente ocultándolos, haciendo que los pastores o líderes responsables fueran trasladados a otros cargos o lugares sin haber llegado a asumir una mínima responsabilidad de sus actos. En el caso de la iglesia de Bethlehem es sorprendente que el modus operandi sea tan semejante al discurso de Graham en el caso de Panahi y Abedini: el problema no es el abuso ni el maltrato, sino que la mujer no se quiere someter. Y eso demuestra que el gran problema es la teología que hay detrás de estas respuestas, y seguirá siendo un problema mientras no se quiera revisar.
Los líderes como Graham, como los que se negaron a la comisión de investigación en la Convención Bautista del Sur, o como los que taparon durante veinte años las violaciones y los abusos sexuales en la Universidad Liberty de Jerry Falwell (padre e hijo) para no perder las subvenciones estatales, en realidad no actúan por maldad, o al menos no es así en la mayoría de los casos. Su error no es la malicia, sino la ignorancia. Desconocen completamente la perspectiva femenina, su idiosincrasia dentro de las dinámicas estructurales de la iglesia evangélica y de la sociedad, y se impone a las mujeres una teología hecha a medida de los hombres y puesta al servicio de mantener el sistema y el poder a toda costa. En ese ambiente, que un personaje como Graham no sea capaz de reconocer un maltrato obvio y flagrante no es malicia, sino negligencia. Pero es que nadie esperaba otra cosa de él. Se le enseñó esa verdad, esa teología del sometimiento a cualquier coste, y él estaba convencido de que era una teología verdadera que no se debía cuestionar. Las mujeres como Naghmeh que corrieron el riesgo de quedarse en el camino no fueron más que daños colaterales para poder mantener en pie el sistema eclesiástico.
La cuestión es que estas mujeres han decidido dejar de callarse, y han encontrado apoyo en otro tipo de teologías, igualmente ortodoxas y veraces, pero que ceden menos terreno a la estructura y la institución y abogan por la protección de las personas vulnerables. Esto, en ciertos círculos muy conservadores, se siente (irónicamente) como un abuso, lo que da lugar a una injusta doble victimización. Sin embargo, el movimiento ya es imparable. El #ChurchToo no va a desaparecer. Y para las mujeres que, quizá, por primera vez en décadas pueden encontrar alivio y consuelo dentro de los parámetros del evangelio, de repente el evangelio vuelve a ser buenas noticias, y solo por eso merece la pena todo este esfuerzo.
Al territorio hispanohablante nos llegan con cuentagotas las noticias relevantes desde el evangelicalismo estadounidense que, sin embargo, sí influyen en la teología y las formas comunes de enseñanza y doctrina a través de la industria editorial y audiovisual. Esta columna es un intento de explicar un poco qué está pasando por allá que nos interesa acá.