Posted On 12/11/2021 By In Biblia, Opinión, portada With 6093 Views

Leer la Biblia y ser mujer, una experiencia | Milena Forero

Este artículo fue publicado anteriormente en Teocotidiana

Hay un asunto central en la interpretación: uno no puede dejar de ser lo que es cuando está leyendo y toda lectura es una interpretación. Cuando un texto pasa a través de mí se interpreta, no hay manera de escapar de eso, la objetividad no existe. Y ser mujer es una condición determinante. Esta es mi experiencia de lectura con la Biblia.

De qué estoy hablando

Siempre me pareció una torpeza cuando escuché a predicadores que se derretían por David o por Pablo como modelos a seguir. Generalmente David causa estragos entre la comunidad de “salmistas” (léase músicos) y Pablo entre los predicadores. Sospecho que no era mi ánimo “cristocéntrico” lo que me llevaba a desconfiar de esas lecturas, sino mi condición de mujer, que no encontraba en la Biblia (al más puro estilo de Lisa Simpson) un modelo femenino siquiera equiparable al de David. Además veía imperfecciones que a otros les parecían “detalles” ¿Cómo es que David deja pasar que su hijo mayor viole a su hija?[1] ¿Qué clase de desgracia familiar es esta? Alguna vez escuché que alguien citaba a David como modelo de paternidad. Quería saltar de la silla a decirle: ¿pero usted leyó bien lo que hizo con la hija?, ¿qué padre es ese? Sí, ya sé, yo estoy leyendo desde aquí, es otra cultura, otro tiempo, otras costumbres, esto además es “occidente” y para “colmo” soy mujer. Las mujeres callen en la congregación cuando los hombres de la Biblia hagan burradas y alguien los cite como ejemplo de vida en un sermón. Amén.

Me refería al caso de David, porque el ideal humano que buscaban algunas personas de las comunidades pentecostales en las que crecí, era David: un rey, conquistador, poeta, “el hombre conforme al corazón de Dios”,[2] con el subsecuente debate de lo que esa frase quería decir. Y mientras tanto, yo me retorcía pensando en su obsesión con una cantidad enorme de mujeres. Claro que, al menos, en el caso de Betsabé [3] “pagó cara su traición” (como dirían en una telenovela). Y, sí, ya sé aquello de la cultura etc. etc. etc. A lo que voy es que ni siquiera Salomón, con toda su sabiduría,[4] (lo más parecido a un nerd que pude encontrar en la Biblia para identificarme con él) ni siquiera Salomón tuvo una vida medianamente tranquila, empezando porque tenía un harem[5].

 

Mujer virtuosa, ¿quién la hallará?

Ni qué decir de las mujeres de la Biblia, que obviamente no podían aspirar a nada más que ser, en el mejor de los casos, consortes de algún elegido o concubinas; y están Jezabel[6], Atalía[7], la adivina de Endor[8] como archivillanas.

Aunque se les abona a los jueces la inclusión de Débora[9], paladín de la mujer… ¡cuántos ministerios Déborah hay! ¡Y cuántas canciones! ¡y cuántas niñas con ese nombre! ¡Oh hermosa Déborah y sus posibles insinuaciones de matriarcado!

Ester[10] también era de mis favoritas, tenía su propio libro y todo, y en un país como Colombia, que tiene un alto grado de concursos de belleza “per cápita”, la historia de Ester puede leerse de maneras bastante imaginativas; pero de nuevo, el final feliz es casarse con un hombre rico, como en las telenovelas. Ajusshi Asuero la llamaba a su presencia y la dejaba hablar ¡la dejaba hablar! y una vez ¡hasta le hizo caso!

¿La pobre de Eva?[11] Culpable de la entrada del mal al mundo, por los siglos de los siglos amén, y nosotras con ella.

¿Y Noé, su mujer y las mujeres de sus hijos Sem, Cam y Jafet? Anónimas acompañantes que, aparentemente, no hicieron nada más que cocinar en el barco y contribuir al “multiplicaos”.

¿Lea?[12] con sus ojos delicados a callarse en la noche de bodas

¿Raquel?[13] toda la vida rivalizando con su hermana por un marido pusilánime

¿Rebeca?[14] Sí, ya sé que en esa época la gente se casaba con el que le eligiera el papá o el esclavo del papá, que no debo interpretar desde el siglo XXI ¡Miserable de mí! ¡quién me librará de este cuerpo de muerte, que además es de mujer!

¿Rahab?[15] ¿En serio tienen que decirle “Rahab la ramera” cada vez que la nombran?

¿Jemima?[16] Gracias por ser bella y haber provisto de nombre a una generación de niñas pentecostales.

¿Rut?[17] ¿Qué es eso hermana Rut de estar acostándose por la noche en un pajar de trigo?

¿Tamar?[18] Todo lo que me hiciste llorar, hermana Tamar, no puedo ni pensar en tu nombre sin llorar.

¿Jezabel[19]? Tú, desdichada, culpable de la prohibición de las sombras de ojos para siempre jamás. Bienaventuradas las neopentecostales que no conocen el espíritu de sombra de ojos.

¿Y la virgen María? Convertida por los católicos en una mujer que puede mágicamente parir y seguir siendo virgen o por los protestantes en una mujer invisibilizada por temor a la “idolatría”, que dejó el mandamiento de “haced todo lo que él diga”[20] (que en ese caso era colaborar para hacer vino con agua, cosa difícil).

¿María Magdalena? Mejor no hablemos de eso, que la pobre tiene mala fama

¿Marta?[21] Incrédula y además sólo pendiente de hacer oficio ¿no te he dicho que si creyeres verás la gloria de Dios, Marta?, ¿por qué no eres como tu hermana María y dejas la loza sin lavar?

¿La suegra de Pedro?[22] El único propósito de su existencia ha sido fomentar los chistes sobre suegras en los púlpitos

¿Priscila?[23] la esposa de Aquila, compañera ideal del ministerio ¡oh ayuda idónea!

¿Tu abuela Loida y tu madre Eunice?[24] Gracias, Timoteo, por tener madre y abuela.

¿Sara? El ejemplo de “obedecía a su esposo llamándolo Señor”[25] que me recuerda a una amiga de mi mamá, que murió porque no quería quebrantar la promesa de quedarse hasta el fin con su esposo, que la maltrataba. (Sí, ya sé que todo no es así… pero da miedito comprometerse a decir a todo “sí, señor”)

Creo que para el cierre quedan la gran ramera[26] y la mujer[27] que corre al desierto perseguida por un dragón. Mujer virtuosa ¿quién la hallará?

 

Una luz para leer

Se puede admitir que no hay un buen modelo de mujer en la Biblia, en el siglo XXI, hasta ahora, estamos construyendo una idea de mujer y cuando, las mujeres de hoy, leemos sobre esas otras mujeres retratadas en la Biblia vemos injusticias y tristezas que muchos hombres no pueden ver. Es difícil ser mujer y leer la Biblia desde la fe. Sobre todo cuando los mandamientos específicos son callarse, tener hijos y hacer caso, al menos en la interpretación más simplona. Y ahí está en asunto: la interpretación no debería ser así de simplona, ni la interpretación de la vida, ni del entorno, ni de la Biblia, sobre todo cuando se toma como libro de fe.  Un problema básico de leer la Biblia es que nos han enseñado a buscar modelos de conducta por todo lado, moralejas a diestra y siniestra ¿y si no es eso?, ¿y si los personajes bíblicos no están ahí para mostrarnos qué hacer con nuestras vidas?, ¿y si no son un modelo a seguir?

La Biblia no es una colección de vidas ejemplares. Los que aparecen en la Biblia son humanos, hombres y mujeres imperfectos en culturas imperfectas, con costumbres raras.  Pero tenemos las palabras de Jesús, y Jesús concibe la espiritualidad como algo relacionado con la forma de vivir y de tratar a los otros, muestra su radicalidad en amar a todos los prójimos. Entonces, ese Jesús puede ser un modelo de todo lo que David y Salomón y Pablo definitivamente no son… de hecho, Esther y Rahab y Sara comienzan a tener algún sentido, a la luz de ese nuevo Jesús.

Y cuando Jesús dice que el amor vence al mundo y que la verdad nos hace libres, entonces se iluminan las oscuridades, las palabras de Jesús son como lámpara a mis pies y lumbrera a mi camino cuando me interno en las oscuridades de Sara y de Abraham, o de Rebeca o de Agar, o de las mujeres sin nombre; se ven cosas nuevas con esa nueva luz, emergen otras sombras… La Biblia puede ser un espejo de los caminos que ha transitado la humanidad, de lo que somos como humanos, con nuestras cosas grises, con esas miserias y bondades que nos acompañan desde que el mundo es mundo.

¿Y para qué leer la Biblia si tiene historias tan extrañas y de gente tan mal portada? quizá porque pensar al ser humano desde la Biblia nos podría conducir a Jesús diciendo que amar a Dios y al prójimo como a uno mismo es la espiritualidad. Si el sentido de creer en Dios no es amar más a los demás y aprender a amarse a uno mismo, no hay muchas razones para creer, se desdibuja la experiencia religiosa en la búsqueda de poder y de cosas pasajeras. ¿Para qué la espiritualidad si se va a reducir a fórmulas para tener dinero o tener éxito? ¿Para qué la espiritualidad si no voy a ser mejor persona, más amable, más amorosa? ¿Para qué una fe que me haga sentir mejor que los demás, más santa, más pura? ¿Para qué creer si eso no va a hacer del mundo un mejor lugar? ¿Para qué una fe que no cambie nada en mi cotidianidad y en mi forma de relacionarme con los otros? ¿Para qué creer en un cielo si aquí voy a estar haciendo sentir miserables a los demás? ¿Para qué una fe que quiera invitarme a sentir que siempre tengo la razón?  Y si uno lee la Biblia desde ahí, desde el deseo de amar más a los demás ¿no cambia eso la forma de leer?

 


[1] 2 Samuel 13

[2] 1 Samuel 13:14; 1 Reyes 11:4 ; Hechos 13:22

[3] 2 Samuel 11: 12

[4] 1 Reyes 3, 4

[5] 1 Reyes 11:3

[6] 1 Reyes 16:31 hasta 2 reyes 9

[7] 2 Reyes 11, 1 Crónicas 22:10 – 23:21 La única reina de Israel y resulta ser una asesina loca

[8] 1 Samuel 28: 7 – 25

[9] Jueces 4,5

[10] Ester 1 – 10

[11] 1 Timoteo 2: 11-15

[12] Génesis 29: 23 – 30

[13] Génesis 29: 31 – 30: 24

[14] Génesis 24 – 27

[15] Josué 2:1; 6:17; Hebreos 11:31; Santiago 2:21

[16] Job 41: 14,15

[17] Rut 3

[18] 2 Samuel 13

[19] 2 Reyes 9:30

[20] Juan 2: 5

[21] Lucas 10: 38 – 42, Juan 11: 17-44

[22] Mateo 8: 14-17; Marcos 1:30,31

[23] Hechos 18: 2, 18; Romanos 16:3

[24] 2 Timoteo 1:5

[25] 1 Pedro 3:6

[26] Apocalipsis 17: 3-6

[27] Apocalipsis 12

Milena Forero

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