Posted On 10/01/2022 By In portada, Teología With 3801 Views

El Adán histórico y la inerrancia bíblica | Alfonso Ropero

El cristianismo evangélico estadounidense tiene un serio problema con la Biblia, la ciencia y la historia, básicamente porque a lo largo de los años se ha cerrado en banda a los resultados más fiables, no solo de las ciencias de la naturaleza, sino también de las ciencias bíblicas por considerarlas demasiado lesivas para su concepción particular de la inerrancia bíblica.

El debate sobre la historicidad de Adán

Si en otro tiempo el campo de batalla fue la Creación en general, o el Diluvio Universal, en estos días se ha agitado el panorama con la cuestión del Adán bíblico, hasta dónde es un ser histórico, literal, o una figura teológica. El debate viene de lejos, pero de una década a esta parte ha cobrado una especial relevancia. Podríamos señalar el punto de inicio en la obra de Peter Enns, a quien ya tuvimos ocasión de referirnos en otra ocasión: The Evolution of Adam: What the Bible Does and Doesn’t Say about Human Origins (Baker, Grand Rapids 2012, nueva edición 2021). En esta obra Enns niega la historicidad de Adán. Las críticas no se hicieron esperar. En su defensa, entre otras cosas, Enns aduce que él no fue primero en señalar esto:

“pero vale la pena decirlo claramente. Si se quita [históricamente] a Adán, se tiene un problema teológico. Pero… como nunca me cansaré de decir… si el hecho de que no haya un Adán [histórico] provoca un problema teológico no significa que deba haber un primer hombre. Significa que tenemos un problema teológico que tratar”.

La respuesta académica en forma de libro vino del profesor de Antiguo Testamento en el Covenant Theological Seminary, C. John Collins: Did Adam and Eve Really Exist?: Who They Were and Why You Should Care (Crossway, Wheaton 2011). A continuación una obra que ofrecía visión múltiple del tema, editada por Matthew Barrett y Ardel B. Caneday: Four Views on the Historical Adam (Zondervan Academic 2013)[1], en la que se discuten los diferentes puntos de vista sobre el Adán histórico y no-histórico. John H. Walton, profesor en Wheaton College, autor de una trilogía dedicada al libro de Génesis, en

The Lost World of Adam and Eve: Genesis 2–3 and the Human Origins Debat  (IVP Academic, Downers Grove 2015)[2], mantiene que Adán y Eva son representados como arquetipos en su formación: encarnan a todas las personas, y las afirmaciones de los relatos de formación son afirmaciones hechas de todos, no únicamente de ellos. Adán y Eva también son establecidos como representantes sacerdotales a través de los cuales se puede lograr la vida y la sabiduría, ya que las personas son atraídas a la relación con Dios. Desgraciadamente, no consiguieron estos beneficios porque optaron por situarse como centro del orden (y, al hacerlo, por parecerse a Dios) en lugar de Dios. La visión conservadora y literal de Génesis 1-2 la aporta Terry Mortenson y los suyos en Searching for Adam: Genesis & the Truth about Man’s Origin. Master Books, Green Forest 2016). Mortenson, doctor en geología, es un veterano en los debates Creación-Evolución, forma parte de los investigadores de Answers in Genesis.

Al mismo tiempo y siguiendo otra línea de argumentación, el físico y teólogo Karl W. Giberson, quien fue junto a Peter Enns vicepresidente de la Fundación BioLogos, publicó Saving the Original Sinner: How Christians Have Used the Bible’s First Man to Oppress, Inspire, and Make Sense of the World (Beacon Press, Boston 2015). Es una obra de mucho calado, donde el autor recurre a la antropología, la geología, la paleontología, la ciencia bíblica, para demostrar que  no existe tal historicidad de Adán ni de su caída literal en pecado[3]. Postura que hace peligrar la cátedra de quienes se atrevan a mantenerla.

Giberson decidió marcharse por su cuenta, pero señala que varios otros científicos y amigos de colegios evangélicos, que también han escrito libros o artículos sobre la evolución como proceso creativo de Dios o sobre cómo el cristianismo no necesita creer en un Adán literal, han sido expulsados de sus puestos de enseñanza. Está claro que, en el entorno de un colegio o universidad evangélica, profundizar demasiado en este tema es una tarea potencialmente arriesgada, aunque los científicos de muchos de estos colegios se hayan formado en universidades de primer nivel y de élite. Giberson considera que una persona puede ser cristiana sin creer en un Adán y una Eva literales. Dado que los antropólogos consideran imposible remontar a todos los seres humanos a una única pareja de ancestros en Oriente Medio hace unos seis mil años, esto indica que los seres humanos descienden teológicamente, no biológicamente, de Adán. Los relatos bíblicos de la creación y el diluvio son claramente relatos etiológicos donde se ofrecen respuestas teológicas a cuestiones que afectan al ser humano desde el principio. Un cristiano puede aceptar la ciencia moderna, insiste Giberson, incluida la evolución, pero admite que la tarea es difícil, pues en la América contemporánea, el movimiento antievolución se ha hecho más fuerte y conservador en el último siglo, mientras que en el mundo científico la evolución se ha consolidado.

A la luz de todas estas publicaciones, en 2016, la revista Books & Culture organizó un Simposio sobre el Adán histórico, que reunió a autores bien conocidos como Peter Enns, Karl Giberson, Denis O. Lamoureux, Hans Madueme, William VanDoodewaard y John H. Walton.

El último, pero no menos importante, en sumarse al debate ha sido el conocido apologista cristiano William Lane Craig, con su obra In Quest of the Historical Adam. A Biblical and Scientific Exploration (Eerdmans, Grand Rapids 2021)[4]. Craig es uno de los intelectuales evangélicos más eruditos del momento. Bien formado en teología, filosofía y ciencia, Craig es todo un gentleman cristiano, educado, de buenos modales, dialogante, abierto y de creencia sólida. Su estudio sobre el Adán histórico es el más extenso y erudito de cuantos han sido publicados sobre el tema, con una lógica implacable fundamentada en una investigación muy detallada.  “No puede haber quejas en ninguno de esos frentes –escribe Ben Witherington—. Y, francamente, uno se asombra del grado de conocimiento de Bill en tan diversos campos.  Curiosamente, aunque Bill trata y está de acuerdo con la ciencia evolutiva en detalle, al final todavía tiene que plantear un momento divino, o una intervención divina”[5].

En la primera parte del libro Craig examina los estudios recientes sobre el género de los mitos antiguos y se pregunta si los primeros capítulos del Génesis deben leerse de forma literal. El matiz y la erudición que Craig aporta a estos capítulos es impresionante, pues se basa en lo mejor del pensamiento cristiano y no cristiano. Aunque nunca abandona su firme compromiso con la verdad de las Escrituras, aporta a su tema una impresionante gama de pruebas, concluyendo que el Génesis 1-3 es un “mito-historia” y que las genealogías bíblicas exigen un Adán histórico. Después de un minucioso recorrido por la arqueología y paleoneurología concluye que Adán y Eva perteneció probablemente al Homo heidelbergensis, que “es plausible que viviera en algún momento entre hace un millón de años y hace 750.000 años”.

Era de esperar que esta negación abierta del Adán histórico y su teoría sobre el género literario “mito-historia”, suscitaran reacciones muy fuertes contra el autor, hasta el punto de tacharle de archi-herético. “Llevo muchos años diciendo —escribe Fred Butler— que William Lane Craig, el llamado filósofo cristiano y famoso apologista, es realmente una amenaza para la fe que dice defender. Defiende una serie de puntos de vista doctrinales que son, para ser francos, heréticos… Lo que es peor es que se ha convertido en un burlón y en un escarnecedor de la fe”[6].

Afortunadamente, no todos los lectores son esta opinión, los mejor informados confiesan que se encuentran ante una obra única, excelente: “Uno de los mayores elogios que puedo hacer a este libro es decir que es sorprendente —escribe el profesor Chris Watkin—. En las primeras páginas, Craig cita la advertencia de Richard Averbeck de que “no importa lo que digas (o escribas) sobre los primeros capítulos del Génesis, tendrás muchos problemas con mucha gente”, y cuando empecé a leer En busca del Adán histórico esperaba ser una de esas personas. Qué equivocado estaba. Lo que resulta tan impresionante de la ruta que Craig recorre a través de este campo de minas teológico y cultural —y es también una de las características que definen todo su escrito— es que es muy comedido y razonable”[7].

Inerrancia y literalidad del relato bíblico

Como era de esperar, el sector evangélico que más ha criticado la obra de Craig es aquel que pertenece al creacionismo bíblico en sus diferentes vertientes. También aquí, más que los argumentos paleológicos, lo que ha primado es la supuesta negación de la inerrancia bíblica una vez que se niega el carácter histórico de Adán.

Así, el Dr. Terry Mortenson, escribe:

“La doctrina de la inerrancia afirma que la Escritura es veraz en todo lo que enseña, y esa enseñanza puede expresarse a través de formas literarias -poéticas, apocalípticas, mitológicas, etc. Ciertamente, hay afirmaciones en la Escritura que no representan la enseñanza de la misma. Un ejemplo claro es la afirmación de Jesús de que el grano de mostaza es la más pequeña de todas las semillas (Mt. 13:32). Científicamente, eso sería falso, pero nadie cree que Jesús esté enseñando botánica. Está enseñando una lección sobre el reino de Dios. Por lo tanto, sería erróneo considerar eso como un error en las Escrituras. La Biblia es ciertamente inerrante, pero en ninguna parte enseña la verdad por medio de un mito. Esa es la afirmación no probada de Craig.”

Y continúa diciendo:

“No hay ninguna razón para pensar que Jesús y los apóstoles consideraran que los acontecimientos a los que se referían específicamente eran los únicos que realmente ocurrieron tal y como se describen en el Antiguo Testamento y que la descripción de otros acontecimientos no era históricamente exacta. Del mismo modo, no hay pruebas en el Nuevo Testamento de que Jesús y los escritores del Nuevo Testamento tomaran Génesis 1-11 como algo distinto a una historia directa, literal y completamente exacta, al igual que el resto del Génesis”[8].

No podemos entrar en este artículo en detalles, pero dada la importancia que todos los fundamentalistas atribuyen a las citas de Adán por parte de Jesús y de Pablo, entendidas como confirmación histórica de la existencia literal del Adán bíblico, conviene transcribir la respuesta que ofrecer el propio Craig:

“Las declaraciones de nuestro Señor sobre Adán son plausiblemente ilustrativas. Comienza llamando la atención sobre el Adán literario: “¿No habéis leído…?”. Luego cita Génesis 1:27, “varón y hembra los creó”, y une esta afirmación con Génesis 2:24: “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne”. Esto constituye la base de la enseñanza de Jesús sobre el divorcio. Jesús está interpretando la historia de Adán y Eva para discernir sus implicaciones para el matrimonio y el divorcio, no afirmando su historicidad. Del mismo modo, se puede entender que muchas de las referencias de Pablo a Adán no van más allá del Adán literario.

“En cambio, en Romanos 5:12-21, la exposición de Pablo sobre los efectos del pecado de Adán en el mundo sí implica la historicidad de Adán y su caída en el pecado. Porque una acción que es totalmente interna a una ficción no puede tener efectos fuera de la ficción; sólo una acción histórica puede tener efectos en el mundo real. Las expresiones de Pablo “antes de que se diera la ley” y “desde Adán hasta Moisés” muestran que se refiere a épocas reales de la historia humana, que se vieron afectadas por el acto de Adán. De ello se deduce que Pablo afirma que Adán y su pecado son históricos. Sin embargo, lo que Pablo afirma del Adán histórico no va más allá de lo que ya hemos afirmado sobre la base de nuestro análisis de género de la historia primigenia de Génesis 1-11, a saber, que hubo un progenitor de toda la raza humana por cuya desobediencia entró el mal moral en el mundo”.[9]

La postura de Craig, o Peter Enns[10], que también niega la historicidad de Adán, o Denis O. Lamoureux[11], choca frontalmente con una forma de ser evangélica que nació en confrontación con la cultura liberal de su época y asentó unos fundamentos o criterios bíblicos de los que no se puede renunciar sin dejar de ser evangélico. Entre ellos la historicidad de Adán:

“Si el primer Adán no fue hecho un alma viviente y no cayó, no hay razón para la obra del Segundo Hombre, el señor del cielo. El rechazo de la historia del Génesis como un mito tiende al rechazo del Evangelio de la salvación. Si se abandona la realidad histórica de Adán y Eva se elimina una de las principales piedras angulares de la doctrina cristiana, porque la caída seguirá siendo el punto de partida de la revelación especial, de la salvación por gracia y de la semilla de la regeneración personal. En ella se encuentra el germen de todo el evangelio apostólico”[12].

Hasta donde alcanzo a entender, en estos debates sobre la creación según Génesis, y ahora sobre el Adán literalmente histórico, no se discuten propiamente los hechos y su verificación, sino lo que estos hechos tienen de antagonistas respecto al concepto de la inerrancia bíblica. Es decir, la verdad de la cuestión no se debate en torno a realidades, sino a principios dogmáticos, me refiero a la parte que toca al fundamentalismo conservador. El proceso de juicio es el siguiente: La Biblia es verdad e inerrante en todo lo que dice, ya sea religioso, histórico, geográfico o moral, luego si los hechos no se ajustan a la letra bíblica, son falsos. Muy pocos se paran a pensar que si los hechos son reconocidos por la mayoría de los académicos, que ofrecen pruebas materiales indubitables de su existencia, quizá lo que habría que cambiar no son los hechos, pues los hechos son tozudos y no se resignan a ser forzados, sino las teorías relativas a la naturaleza de la Biblia y el concepto de la inerrancia, por más malabarismos que se hagan en su defensa[13]. Inerrancia que hoy por hoy no puede interpretarse de espaldas a los resultados de las ciencias bíblicas ni seculares. El reconocimiento de géneros literarios en la Biblia de ningún modo socava la verdad de la revelación, simplemente la presenta desde otra luz.

Ciencia y Biblia

Aquí lo que interesa es plantear bien la cuestión. El tema es si existieron o no seres humanos anteriores al Adán bíblico. A estas alturas del conocimiento histórico y paleoantropológico no se puede poner en duda una verdad que es de dominio general. Para no liarnos con cuestiones evolutivas respecto al paso del simio al hombre, ya que nos obligaría a repetir largas y prolijas controversias, hay que pensar únicamente en una cuestión menos controvertida y más accesible a la investigación general, tal y como se puede ver y comprobar en cualquier museo antropológico del mundo, y en cualquier gruta o cueva del planeta donde se han encontrado restos humanos de mucha antigüedad y pinturas rupestres de 50.000 años de edad, claro indicio de inteligencia y espiritualidad humanas.

En los colegios de mi infancia, década de 1960, superado El Parvulito, se nos educaba con la memorable Enciclopedia Álvarez, un compendio de todo lo que los niños necesitábamos saber. Invariablemente, Primero Grado, Segundo Grado, Tercer Grado, Álvarez comenzaba con la “Historia sagrada”, basada en la Biblia, después pasaba a Lengua, Aritmética, Greografía y, finalmente, Historia de España, que empezaba con la Prehistoria. Allí se nos decía que los primeros hombres sobre la tierra no tenían vestidos, ni viviendas, ni herramientas, ni armas; no conocían el fuego ni la agricultura ni la ganadería. Aunque éramos niños, muchos apreciábamos una contradicción entre lo que nos enseñaba la Historia Sagrada con un Adán erecto y moderno, agricultor y hasta alfarero, y el hombre primitivo de la historia natural, con su aspecto de bruto, velludo y salvaje, corriendo tras los animales para darles caza. A ninguno se nos ocurría preguntarle al maestro sobre el porqué de estas diferencias, no fuera que por respuesta nos diera una bofetada o un palmetazo. En una Enciclopedia de grado superior se explicaba que el hombre de las cavernas era una degeneración del primer hombre Adán. El troglodita u hombre de las cavernas era el descendiente degenerado de Adán y Eva. Explicación que después encontré en algunos creacionistas bíblicos.

Los más serios, a pesar de su conservadurismo teológico, no se atrevieron a negar la evidencia del hombre prehistórico, que no es hasta el Neolítico que comienza a fabricar armas y herramientas de piedra pulida y a domesticar animales salvajes y cultivar la tierra. Para armonizar la existencia de este hombre primitivo con el primer hombre bíblico, Adán, intentaron algunas explicaciones. Así, James O. Buswell III, tratando de responder a la cuestión Caín y Abel presentados en Génesis como agricultores y pastores respectivamente, escribe:

“Quizá Caín y Abel no fueron en realidad domesticadores de plantas y animales, sino más bien que en el lenguaje de Moisés, y en nuestras traducciones en particular, solo parecían ser eso. Sus preocupaciones respectivas por las provisiones de vegetales y animales podrían haber sido mucho más primitivas”[14].

Este es un intento de explicar los hechos prehistóricos sin alterar la literalidad del texto bíblico, cargando el peso de su prueba sobre una supuesta traducción incorrecta. No muy convincente.  Lo mismo le ocurre a T.C. Mitchell cuando dice: “La domesticación de plantas y animales puede ser mucho más remota en el tiempo que en el periodo neolítico, por tanto, Adán y sus descendientes pueden haber practicado la agricultura hace treinta mil años”[15].

Ambos autores son honestos en su deseo de ser fieles a la Escritura y a la ciencia, pero hoy serían igualmente descalificados hasta por sus mismos compañeros de militancia bíblica, pues para un buen número de fundamentalistas consideran que abandonar el principio de la tierra joven es ya un error que atenta contra la inerrancia bíblica. Para el Dr. Terry Mortenson, en un extenso artículo sobre el tema,

“el mayor desafío a la verdad y autoridad inerrantes de la Biblia tiene que ver con la edad de la creación (Dios creó en seis días literales de 24 horas hace unos 6.000 años), el diluvio de Noé (fue una catástrofe global que duró un año) y el origen del hombre (Adán fue hecho sobrenaturalmente del polvo y Eva fue hecha sobrenaturalmente de la costilla de Adán). Estas claras enseñanzas de la Escritura son las verdades específicas que son desafiadas y rechazadas por la mayoría de las personas que creen en la autoridad del punto de vista mayoritario de la ciencia sobre la autoridad de la Escritura. Y esto no es sólo un desafío en Estados Unidos, sino en todos los países del mundo, como sé en parte por haber hablado sobre la creación en 35 países de cinco continentes en los últimos 30 años”[16].

Con una visión tan estrecha de la inerrancia no se puede llegar a ninguna parte, mal que les pese a sus teóricos[17].

Qué duda cabe que la teoría de la evolución y todo lo que sabemos del hombre primitivo plantea cuestiones difíciles de responder a la teología cristiana. Nuestra interpretación literal de la Biblia sería más cómoda y más sencilla sin los conocimientos alternativos que hoy nos ofrece la ciencia. Pero no podemos cerrarnos a la evidencia de los hechos y apelar a la fe en Dios como si aquí no pasara nada. En su historia bimilenaria la teología cristiana se ha visto desafiada por muchas cosmovisiones alternativas. El gnosticismo y la filosofía helena en los primeros siglos; el aristotelismo en la Edad Media; el humanismo renacentista en la Modernidad; el positivismo y el materialismo en la Edad Contemporánea; el cientificismo de nuestros días… A todas ellas hizo frente, y de todas ellas aprendió algo. La teología es un movimiento dialéctico realizada por seres humanos en un momento dado que se va configurando históricamente de manera progresiva en diálogo con la Biblia y el pensamiento de cada época. Sin renegar de sus principios, pero sin renunciar a las novedades que los filósofos e investigadores van descubriendo en su peregrinaje cultural e intelectual. Atrás quedó el mundo Ptolemaico y dimos la bienvenida a Copérnico, Newton Einstein…, no sin reticencias y polémicas. Pero fue Darwin el que puso a prueba la cosmovisión cristiana del ser humano, su origen y su destino, y hasta las fuentes de su saber, dando lugar así a un debate que todavía continúa. Darwin supuso un cataclismo para el mundo cristiano, al decir de la Dra. Patricia A. Williams.

“Entre 1830 y 1930 se produjo un cataclismo en el pensamiento occidental. En 1830 la mayoría de los modelos científicos del mundo tenían como base las narraciones del Génesis 1-9, que comenzaban con la palabra creadora de Dios y terminaban con el hundimiento del diluvio de Noé. Un siglo más tarde, ningún modelo científico incorporaba estas narraciones ni siquiera se refería a ellas de pasada”[18].

La teología cristiana resintió el golpe. A partir de ese momento ningún teólogo o pensador cristiano podía permanecer indiferente al evolucionismo, ya sea considerado como tesis científica o simple hipótesis. Sus conclusiones más o menos probadas afectan igualmente a las verdades de fe enseñadas en la Sagrada Escritura. En la Biblia, por su carisma inspirativo, como decía el teólogo y biblista Luis Arnaldich en 1960,

“todo lo que el autor humano afirma y enseña debe retenerse por afirmado y enseñado por Dios, tanto se trata de materias de fe como de cuestiones de orden natural e histórico. Pero acontece muchas veces que en determinados pasajes de la Biblia, sobre todo en los capítulos de Génesis que hablan de la historia primitiva, se hace muy difícil saber cuándo nos hallamos ante una afirmación categórica del autor, y en caso afirmativo no es tarea fácil determinar cuál es el objeto formal sobre el cual recae la afirmación infalible del mismo. Para saber lo que Dios y el hagiógrafo enseñan en los dos primeros capítulos del Génesis, que tratan de la creación, no basta considerar la materia o tema de que tratan, sino que debe precisarse el punto de vista desde el cual los enfocan o enjuician”[19].

Los que desde la fe aceptan o combaten el evolucionismo,

“deberían conocer a ciencia cierta lo que dice y afirma la Biblia acerca del origen del mundo y de los seres vivientes; querían saber, en último término, qué es lo que ha dicho Dios en la Biblia sobre este tema. Para ello acuden a los exegetas en busca de ayuda. Pero para poder satisfacer estas justas aspiraciones, los exegetas deberán entregarse a un examen profundo y desapasionado del texto sagrado y, con la ayuda de los modernos descubrimientos, esforzarse por conocer la índole propia del autor de los capítulos del Génesis que hablan de la creación, sus condiciones de vida, tiempo y lugar en que vivió, fuentes que utilizó y de qué manera, formas de decir y narrar que empleó, etc.”[20].

“La suprema norma de interpretación bíblica es ver y definir el sentido literal de un pasaje bíblico, o, en otras palabras, saber qué pretendió decir en cada caso el autor. Sería erróneo considerar como afirmación categórica toda oración gramatical que conste de sujeto, verbo y predicado, como sería también confundir el sentido literal de un texto o pasaje con la significación de las palabras tomándolas en su materialidad, tal como suenan. Este apartarse de la letra de la Biblia para leer bien la Biblia es difícil por una parte y peligroso por otra”[21].

El primer Adán

La histórica bíblica de los orígenes en Génesis podemos clasificarla entre ese género literario de relatos primordiales, propios de todas las culturas antiguas, que unen en sí lo ejemplar y lo histórico conforme a los moldes de pensar de la época. Los relatos sobre los orígenes del mundo intentan descifrar las fuerzas que mueven el universo y la vida humana. “El lenguaje simbólico o mítico ha sido la forma más antigua de expresar lo que va más allá de los inmediato. Es el lenguaje de lo inefable […] En las culturas del pasado no existía ni ciencia ni filosofía como saberes constituidos. No poseían cuerpo de conocimientos científicos ni el vocabulario abstracto necesario para interpretar los fenómenos que se alejaban más allá de la experiencia cotidiana […] Los primeros relatos que recoge la Biblia es en el libro del Génesis pertenecen a este género de relatos primordiales”[22].

Emil Brunner escribía en su día que, aun concediendo el carácter hipotético a la teoría de la evolución, y el dogmatismo acrítico de algunos evolucionistas, no obstante, decía, no se pierde nada por abandonar la idea de que el relato de Adán y Eva represente un suceso histórico. Por el contario, abandonar esta idea no es sino:

“una purificación necesaria de la doctrina cristiana por su propio bien, no por intereses científicos. La ciencia nos estimula a encontrar una forma positiva y adecuado del mensaje bíblico sobre el origen de la creación y de la caída del hombre. Solo así será posible clarificar e intensificar nuestra oposición al evolucionismo metafísico. Sobre todo, mediante esta nueva formulación se hará más claro que cuando hablamos del origen del hombre no estamos hablando de cierto Adán, que vivió hace miles de años, sino de mí y de ti, y de cualquier otra persona en el mundo. Solamente de este modo la doctrina cristiana dejará de ser mala metafísica; porque en su vieja formulación histórica, sin pretenderlo, fue una metafísica de la historia y así una mala teología”[23].

Concedemos que, desde el punto de vista de los autores del Nuevo Testamento, en especial Pablo, creían que Adán y Eva no solo existieron realmente, sino que los consideraban una parte indispensable de la doctrina del hombre. Pero la cuestión que hoy se nos plantea es la siguiente: ¿es sostenible esta idea a luz de nuestro conocimiento científico?[24]

Basándose en sus conocimientos científicos, el biólogo y teólogo Mariano Artigas, nos informa que comparando el ADN de las razas humanas actuales se desprende que todas confluyen hace alrededor de 100.000 años, lo que significaría que todos los hombres actuales proceden, muy probablemente, exclusivamente de Homo sapiens. Parece ser también que todas las lenguas confluyen hacia una lengua ancestral que existió hace unos 100.000 años, lo que indicaría que, probablemente, todos los Homo sapiens y solo ellos pueden hablar. Los resultados de comparación de proteínas, de inmunología, etc., confluyen con los anteriores. A la pregunta: ¿cómo apareció Adán?, responde:

“Adán tuvo que ser el primer individuo de la especie Homo sapiens aunque, para la cuestión que nos ocupa, daría lo mismo que fuera anterior. En todo caso sería el primer individuo de la primera especie con inteligencia reflexiva, es decir, con alma.
 Sabemos por la fe que el alma de cada hombre es inmediatamente creada e infundida por Dios en cada nuevo individuo de la especie humana y, por tanto, en el momento de su concepción. No es muy lógico pensar, como se ve con frecuencia en un intento de comprensión popular, que Dios infundiera el alma a un “mono”. Ya hay muchos teólogos, sin especiales conocimientos científicos, que piensan que Adán tuvo que ser concebido y nacer como tal o, en otras palabras, que fue creado por Dios en estado embrionario. Lo más natural es que haya aparecido como los individuos de muchas nuevas especies: engendrado, con una nueva mutación cromosómica, por un homínido exteriormente parecido a él, pero de una especie distinta. Sus progenitores biológicos no serían propiamente sus padres, ya que este concepto se reserva, en filosofía, para quien engendra algo según su propia especie. Ese individuo sería el primero con una dotación cromosómica y genética correspondiente a la especie humana y, por tanto, Dios crearía y le infundiría su alma, como hace siempre, aunque con la particularidad de que ésa fue la primera vez, y debió haber una providencia especial de Dios, entre otras cosas, para que también ocurriera con una hembra, la primera mujer: Eva”[25].

El también biólogo y teólogo Ulrich Lüke, profesor de Teología Sistemática en la Universidad técnica de Aquisgrán (Alemania), presenta algunas objeciones a eso de la infusión del alma. La expresión “creación del alma” suscita la impresión de que aquí tan solo actúa Dios y de que el ser humano sirve como material en el que algo acontece, en cierto modo como la instalación de algo extra: el espíritu en la máquina. La cosa cambia si la referencia a la trascendencia se entiende como índice de la creación del alma. “Creación del alma” significa, desde un modelo nocional, “el recíproco acontecimiento de comunicación: el hombre entabla una relación con Dios, porque antes de ello ha entablado una relación con la creación posibilitadora de la humanización”. En este sentido, “el alma, en cuanto relación tiene comienzo y no es preexistente; y también las formas de expresión de la referencia a la transcendencia, solo en cierto modo concebibles, tienen un comienzo en la filogénesis humana o hominización”[26].

Para el fundamentalismo literalista este tipo de explicaciones es una rendición al pensamiento secular y científico ateo; incluso para los creyentes más bien intencionados, estos ajustes teológicos conforme a los datos científicos, es una especie de “repliegue estratégico ante la ofensiva de circunstancias adversas”. A responder esta impresión Juán Luis Ruiz de la Peña dedica su Teología de la creación, tratando de mostrar que al estudiar la Biblia hay que descubrir en ella misma cual fue la intención genuina de hagiógrafo, qué tipo de mensaje quiso transmitir y cuál fue la doctrina que quiso enseñar. “En suma, la primera tarea de una teología bíblica de la creación ha de ser detectar la perspectiva bajo la que los autores sagrados contemplan la cuestión”[27]. En este sentido, bienvenida una obra como la de Craig y la de todos aquellos que han comprendido que, sin dejar la Biblia a un lado, hay que aprender a hacer teología después de Darwin, sino queremos conducir a nuestra gente a un callejón sin salida, a un suicidio intelectual. Como bien dice el mismo teólogo recién mencionado, hay que aprender las dolorosas lecciones del pasado, entre ellas la más importante en lo que concierne a nuestro tema, “es que no podemos comprometer la credibilidad de la fe involucrándola en cosmovisiones cerradas y excluyentes. Cuando esto ocurre, no solo se presta un flaco servicio a la causa que pretende defenderse, sino que en muchos casos se opera un estrechamiento nocivo de las mismas nociones teológicas en juego”[28].

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[1] Existe versión española en la red.

[2] Trad. cast. El mundo perdido de Adán y Eva: Génesis 2-3 y el debate de los orígenes humanos. Trad. Jorge Ostos. Kerigma, Salem Oregon 2018.

[3] Giberson, junto al español Mariano Artigas, es autor de The Oracles of Science: Celebrity Scientists Versus God and Religion (Oxford Univerity Press 2006); trad. cast. Oráculos de la ciencia Científicos famosos contra Dios y la religión (Encuentro, Madrid 2012).

[4] Trad. cast. El Adán histórico: Una exploración bíblica y científica. Trad. Jorge Ostos. Kerigma, Salem Oregón 2021.

[5] Ben Witherington, In Quest of the Historical Adam, https://www.patheos.com/blogs/bibleandculture/2021/10/01/in-quest-of-the-historical-adam-part-one/

[6] Fred Butler, William Lane Craig siempre ha sido una amenaza para la fe, https://evangelio.blog/2021/10/06/william-lane-craig-siempre-ha-sido-una-amenaza-para-la-fe/

[7] Chris Watkin, Review of William Lane Craig’s In Quest of the Historical Adam, https://www.thinkingthroughthebible.com/review-of-william-lane-craigs-in-quest-of-the-historical-adam/

[8] Terry Mortenson, Undermining Scripture Regarding Adam: An Initial Response to William Lane Craig, https://answersingenesis.org/why-does-creation-matter/undermining-scripture-regarding-adam-initial-response-william-lane-craig/

[9] W.L. Craig, The Historial Adam, https://www.firstthings.com/article/2021/10/the-historical-adam

[10] Enns ha estado a la vanguardia de la discusión sobre Adán, en parte debido a su argumento de que el apóstol Pablo debería ser visto como un hombre del primer siglo que creía incorrectamente en la historicidad de Adán, pero solo porque Pablo no tenía acceso al conocimiento arqueológico y científico que hoy tenemos (The Evolution of Adam: What the Bible Does and Doesn’t Say about Human Origins, p. xvi. Baker, Grand Rapids 2012.

[11] Profesor asociado de ciencia y religión en el Colegio St. Joseph en la Universidad de Alberta, y autor de Evolutionary Creation: A Christian Approach to Evolution (Wipf and Stock 2008). Lamoureux sostiene que, si bien los cristianos en el pasado afirmaron un Adán histórico, la evidencia de la evolución excluye tal creencia hoy en día. Más bien, Dios creó el universo a través del proceso natural de evolución, y la existencia de la humanidad también resulta del desarrollo evolutivo.

[12] “El valor doctrinal de los primeros capítulos de Génesis”, en R.A. Torrey y A.C. Dixon, eds., The Fundamentals , vol. 1, p. 280. Reimpresión, Baker, Grand Rapids 2003. En la misma línea se encuentra C. John Collins, profesor de Antiguo Testamento en el Covenant Theological Seminary (St. Louis, Missouri). Collins sostiene que Adán y Eva eran personas reales, reales e históricas. Génesis 2 describe a personas históricas, creadas por Dios como aquellas hechas a su propia imagen; de este modo se prepara el escenario para toda la línea de la historia bíblica. Los autores bíblicos estaban narrando la historia de la salvación, específicamente las “grandes obras de creación y redención” de Dios, y no simplemente un catálogo de verdades eternas. El pecado llegó al mundo a través de Adán, y todo el Antiguo Testamento es la historia de cómo Dios entra en una relación de pacto con su pueblo, precisamente porque se han alejado de él debido al pecado. Dios está en una misión para rescatar a los pecadores, y finalmente lo hace a través de la muerte y resurrección del segundo Adán, Jesucristo (Did Adam and Eve Really Exist? Who They Were and Why You Should Care, Crossway, Wheaton 2011).

[13] Cf. G.K. Beale, The Erosion of Inerrancy in Evangelicalism. Responding to New Challenges to Biblical Authoriy. Crossway, Wheaton 2008.

[14] James O. Buswell III, “Adam and Neolithc Man”, Eternity 18/2 (1967), p. 39.

[15] T.C. Mitchell, “Archaelogy and Genesis I.XI-I”, Faith and Thought 91 (1959), p. 42.

[16] T. Mortenson, Inerrancy and Biblical Authority: How and Why Old-Earth Inerrantists are Unintentionally Undermining Inerrancy, https://answersresearchjournal.org/old-earth-inerrantists/

[17] Puede verse un defensa de sus postulados en Terry Mortenson, ed., In Searching for Adam: Genesis and the Truth about Man’s Origin. Master Books, Green Forest 2016.

[18] P.A. Williams, Doing without Adam and Eve. Sociobiology and Original Sin, p. 53. Fortress Press, Minneapolis 2001.

[19] L. Arnaldich, “La Biblia y la Evolución”, en M. Crusafont, B. Melendez y E. Aguirre, La evolución, p. 793. BAC, Madrid 1966. Cf. L. Arnaldich, El origen del mundo y del hombre según la Biblia. Rialp, Madrid 1958.

[20] Id., pp. 793-794.

[21] Id., p. 794.

[22] Juan Luis Lorda, Antropología bíblica, De Adán a Cristo, pp. 31,32. Palabra, Madrid 2005.

[23] E. Brunner, Man in Revolt. A Christian Antropology, p. 88. Lutterworth Press, Londres 1939.

[24] Véase la discusión de este tema en Millard Erickson, Teología sistemática, “El origen de la humanidad”, pp. 492-512. CLIE, Barcelona 2008.

[25] M. Artigas, Adán, Eva y el hombre prehistórico, 2005http://elvelerodigital.com/apuntes/evolucion/adanyeva.html Cf. M. Artigas y D. Turbón, Origen del hombre. Ciencia, filosofía y religión. EUNSA, Pamplona 2007.

[26] Ulrich Lüke, El mamífero agraciado por Dios, pp. 198, 199. Sígueme, Salamanca 2018.

[27] J.L. Ruiz de la Peña, Teología de la creación, p. 22. Sal Terrae, Santander 1988, 6ª ed.

[28] Ruiz de la Peña, Imagen de Dios. Antropología teológica fundamental, p. 261. Sal Terrae, Santander 1988, 5ª ed.

Alfonso Ropero Berzosa

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