“…tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia” Mt. 16:18
Debo admitir que en este último tiempo le he dedicado una mirada renovada a la persona del apóstol Pedro. Una relectura de los pasajes del NT, acompañada de las lecciones de varios eruditos sobre este tema tan amplio.
Cuando yo tenía 2 años, en 1953, el reconocido Dr. Oscar Cullmann, abrió un fuerte debate con su libro “Pedro, Discípulo, Apóstol, Mártir”. Este estudio tiene una perspectiva histórica y teológica, con el fin de ver la figura de Pedro en diálogo entre católicos y protestantes, al tiempo que sostenía que las palabras de Jesús -«sobre esta roca edificaré mi iglesia»– se refieren únicamente a la persona del apóstol y no brindan una base histórica para la sucesión.
Este primer paso en el siglo XX, abrió un sinnúmero de voces a favor y en contra. Otros autores, como el luterano, Dr. Martín Hengel, siguiendo al legendario O. Cullmann, publicó su libro, “Simón Pedro, el apóstol desestimado” (2006). Hengel da una respuesta afirmativa, argumentando que Pedro era de hecho el líder destacado y fundacional de la Iglesia primitiva desde Jerusalén a Roma.
Por último, Pheme Perkins, (1994) aborda el tema, argumentado, con precisión, que “Pedro debe ser visto como una figura armonizadora que captura la imaginación cristiana no solo porque es el más prominente de los discípulos de Jesús, sino también porque sus debilidades y fortalezas presentan un carácter accesible para el cristiano promedio”.
Esta última observación debe ser motivo de reflexión para nuestra pastoral. Contemplo en general, que los líderes de nuestro tiempo, no expresan sus debilidades, sino solo sus fortalezas. Quizás con el fin de mostrar que siendo fuertes, el Señor los bendice aún más y ocultando las fragilidades, los hacen menos vulnerables.
En el Cap. 18 de Juan, Pedro ha llegado al patio del sumo sacerdote, con la ayuda de otro discípulo que desconocemos. Una criada lo delata (vs 16-17), y comienzan las negaciones de Pedro, marcando así su desnuda flaqueza.
En el Cap. 21 de Juan, El Señor Jesús resucitado entre los muertos, reaparece en una madrugada. Él está en la orilla cuidando las brasas de carbón, y haciendo el desayuno a sus discípulos que estaban pescando. Tras una pesca milagrosa, Pedro lo reconoce y se lanza a las aguas al encuentro con su maestro.
Así como Juan relata la debilidad de Pedro, también en ese mismo hecho, radica la tarea encomendada como nueva oportunidad, partiendo desde una declaración del corazón. Es el Amor al Señor, que con transparente sinceridad del alma, viene el encargo del seguimiento para que cuide y alimente al rebaño.
Se pueden citar muchos otros pasajes que expresan esta misma dualidad.
La fuerza en la debilidad radica en el amor al Señor y su fidelidad, sin condición alguna.
Mostrarse débil es profundamente humano, no tenemos chalecos de seguridad anti-dolor, somos débiles y sufrimos, y es justamente esto lo que nos empatiza con los demás. Pedro sufrió, su muerte fue desgarradora, así dan testimonio varios documentos de fines del I y el II siglo.-
Considero que nos ayudaría a profundizar nuestra reflexión, en no polarizar. Pedro, no fue anulado por Pablo, sino que este Simón Pedro, llamado en arameo Cefas, “hijo de Juan”, (Jn.1:42), continuó la tarea encomendada por Jesús, con un profundo compromiso. Llegó a lugares que Pablo no alcanzó, y en Roma, consolidó a las distintas comunidades de creyentes que comenzaban a sentir la persecución.
Como líderes cristianos, en vez de transmitir señales de omnipotencia y que somos inmunes al dolor, tendríamos que compartir más nuestras alegrías como nuestras debilidades. El Señor Jesús nos fortalece, con el Espíritu Santo, y nos sigue encomendado el compromiso de la misión de honrar solo su Nombre, aún con todas nuestras fragilidades! Simón Pedro, es el ejemplo!