JULIO DE SANTA ANA (1934-2023): UN TEÓLOGO “MÁS ALLÁ DEL IDEALISMO”
El teólogo metodista uruguayo Julio de Santa Ana falleció el 17 de abril de 2023 en Ginebra, Suiza, adonde trabajó por largos años en el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) luego de ser uno de los iniciadores de Iglesia y Sociedad en América Latina (ISAL). Su amplia obra, concentrada en libros puntuales y dispersa en varias publicaciones es una fuente importante para comprender el surgimiento y consolidación de la teología latinoamericana en la segunda mitad del siglo pasado. Su labor ecuménica fue notable y está plasmada en Ecumenismo y liberación (1987), una de sus obras más emblemáticas. El autor de estas líneas lo conoció en el Instituto Ecuménico de Bossey en un curso sobre Teología y Economía que Santa Ana coordinó en 1998. Desde entonces surgió una fecunda amistad que se concretó en diversas colaboraciones que aportó gentilmente. Se recupera aquí un par de artículos publicado en 2014 con algunos agregados.
Desde entonces he buscado evitar las trampas del idealismo y aceptar las exigencias del mundo real. Pocos años después, un atisbo de lo que significa el misterio de la encarnación, me ayudó a comprender mejor esto, que ha llegado a ser un leit motiv de mi existencia. La Cruz ha hecho patente que sólo es posible seguir a Jesús por las veredas del mundo real, en las que no nos es posible evitar “la noche negra del alma” sobre la que escribió San Juan de la Cruz. Creo que, sin la aceptación de la encarnación, y sin la dura disciplina de la vivencia de la crucifixión, no es posible hablar de la resurrección de manera concreta.[1] (J.S.A.)
- Una trayectoria teológica creativa y fundadora
Perteneciente a una generación de pensadores protestantes que ha dejado una huella muy profunda, Julio de Santa Ana, uruguayo de formación metodista, cumplió 80 años en 2014, luego de una dilatada trayectoria teológica y ecuménica dentro y fuera de América Latina. Doctor en Ciencias Religiosas por la Facultad de Teología Protestante de la Universidad de Estrasburgo, actualmente está jubilado por el Consejo Mundial de Iglesias, en donde ejerció diversos cargos, entre ellos, secretario ejecutivo de Estudios y Publicaciones de la Comisión para la Participación de las Iglesias en el Desarrollo, del Consejo Mundial de Iglesias (octubre de 1972, cuando inició su exilio, hasta junio de 1979), director de la misma comisión (1979-1982), así como profesor de Ética Social en el Instituto Ecuménico de Bossey (1994-2003).
Nacido en Montevideo, asistió muy joven a la comunidad metodista del Cerro, donde experimentó el llamado al compromiso cristiano. Su testimonio acerca de esos años es elocuente:
El pastor Earl M. Smith, hombre de profunda fe y de un carácter cristiano que salía de lo ordinario, predicó en un culto de domingo sobre el tema “Un laboratorio del espíritu”. Hacía muy poco tiempo que había hecho mi profesión de fe. Smith no era un gran orador, pero sus sermones tenían la capacidad de llevar a los fieles que formaban parte de la comunidad metodista del Cerro a vivir experiencias concretas, a enfrentarse con la realidad. Smith predicaba sobre los interrogantes que plantea la vida concreta a la fe cristiana. Como en otros cultos, eso ocurrió aquel domingo.
Se nos hizo muy claro que tratar de ser discípulo de Jesús no era fácil; al igual que Pedro y otros, tendríamos tropiezos y caídas. […]
Por esos tiempos, la comunidad metodista del Cerro vivió una gran renovación. Al mismo tiempo, en un plano más personal, una de las cosas importantes que comenzaron a estar presentes en mi conciencia es que la vida cristiana, el seguimiento de Jesús, lleva a andar por sendas bien concretas. Diciéndolo de otra manera: la fe no se practica en la esfera de las ideas, sino en el plano de la vida real.[2]
Miembro del Movimiento Estudiantil Cristiano (MEC), posteriormente ingresaría a la Facultad Evangélica de Teología, en Buenos Aires (actual ISEDET), donde recibió pronto la influencia de Dietrich Bonhoeffer gracias a Richard Shaull, cuya impronta sería indeleble y definitiva:
Él mismo ha reconocido que Shaull le introdujo en tres enseñanzas capitales: que Dios es un Dios vivo, presente en la historia y que consecuentemente la tarea teológica debe consistir en discernir esa presencia; que el conocimiento de esa historia no podrá ser total a menos que se participe en ella, lo que implica reconocer la importancia de la praxis como vía de conocimiento y la decisión de entrar en el mismo proceso histórico; y que la experiencia del mártir y teólogo D. Bonhoeffer debe ser paradigmática para la joven generación de teólogos.[3]
En 1960 se trasladó a Estrasburgo, para graduarse con una tesis sobre la noción de crisis histórica y cambio de las creencias religiosas en el pensamiento de José Ortega y Gasset. Ejerció como profesor en el Instituto Crandon y en el Instituto Técnico de la Confederación Asociaciones Cristianas de Jóvenes de América Latina entre 1962 y 1968. Dirigió el Centro de Estudios Cristianos de la Federación de Iglesias Evangélicas del Uruguay y de la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas (1963-1968). Fue profesor visitante en su alma mater, la Facultad Evangélica de Teología en abril de 1966 y director del Departamento de Extensión Universitaria y Acción Social, de la Universidad de la República (1972). Entre 1983 y 1983 co-dirigió el Centro Ecuménico de Servicios a la Evangelización y Educación Popular (CESEP) y, al mismo tiempo, fue profesor en la Universidad Metodista de São Paulo, y en la Facultad de Teología de Nossa Senhora da Assunciação, de la Arquidiócesis de São Paulo, Brasil. En esos años dictó cátedras en diferentes facultades de teología (Claremont, Ámsterdam, Indianápolis, Nimega, Iliff).
Dentro del movimiento Iglesia y Sociedad en América Latina (ISAL), iniciado en 1961, del cual fue uno de sus principales animadores, dirigió desde la publicación de las Fichas de ISAL (1968-1969), la revista Cristianismo y Sociedad, y secretario general ejecutivo entre marzo de 1969 y septiembre de 1972, cuando partió hacia Ginebra luego de ser encarcelado por el gobierno militar. Su labor en ISAL abarcó todo el espectro: dirección, coordinación de actividades, edición, enlace con organizaciones, presentación de ponencias, etcétera. Bajo su conducción, ISAL logró situarse como un referente teológico e ideológico capaz de dialogar con sectores de la izquierda política, testimonio de lo cual es el número especial de Cuadernos de Marcha aparecido en septiembre de 1969, dedicado al protestantismo latinoamericano, en el que colaboró la plana mayor del movimiento: Emilio Castro, Richard Shaull, Hiber Conteris, José Míguez Bonino, Julio Barreiro, el propio De Santa Ana y el sociólogo suizo Christian Lalive D’Epinay. Todo un acontecimiento si se considera la mala prensa que tenía el protestantismo en todo el subcontinente al ser visto como avanzada del imperialismo estadunidense.
Desde los años 60 se interesó en temas sociales, fruto de lo cual han sido una buena cantidad de libros, artículos y ensayos. En Responsabilidad social del cristiano, publicado por dicho organismo en 1964, puede leerse uno de sus textos programáticos: “Algunas referencias teológicas actuales al sentido de la acción social”, donde pasa revista a importantes autores protestantes como Barth, Bonhoeffer, Joseph Hromádka y Paul Lehmann, en camino hacia una definición más clara de la labor social de las iglesias. En De la iglesia y la sociedad, otro volumen colectivo de 1970, escribió “De la movilización de los recursos humanos a la creación de una sociedad humana”.
Su primer libro, Cristianismo sin religión (1969), que desde el título muestra la marca bonhoefferiana, es una breve indagación personal sobre lo religioso en el continente en términos de la presencia de las diversas tradiciones: indígenas, catolicismo, protestantismo, judaísmo y el espiritismo Umbanda. A partir de ahí, discute el sincretismo y la secularización en el subcontinente. Consignamos aquí parte de su reflexión sobre la tensión entre sacralización y secularización, que algunos veían como un dilema ajeno al ámbito latinoamericano, pero que él, como buen protestante, inscribe en su arranque como parte de los procesos bíblicos mediante una relectura audaz y propositiva:
La fe cristiana, entonces, se nos aparece como un factor de desacralización y de humanización. En este sentido, la fe como respuesta al llamado del amor de Dios al hombre, recuerda constantemente a éste que la voluntad de Dios para con él es que sea libre, y que no esté sometido a ninguna ley, sistema o concepción del mundo que la sociedad o algún grupo haya absolutizado (Gál 5:1). En esto consiste, precisamente, el Evangelio —la buena nueva de Dios para el hombre— que no pone condiciones cuando los hombres responden a ese llamado. No en vano Jesús fue amigo de pecadores, publicanos y rameras. La actitud de Jesús contrasta con la actitud que requieren las religiones para acercarse a la divinidad, ya que de una forma u otra demandan la pureza o la realización de ciertos ritos de purificación para ser dignos de lo sagrado, lo que requiere el cumplimiento de ciertas leyes o, por lo menos, el guardarse de los tabúes que señala tal o cual religión. […]
El proceso de secularización que hemos tratado de presentar, y que ha desembocado en nuestra época, hace que el hombre de nuestro tiempo no tolere sacralizaciones en el sentido tradicional. De ahí la indiferencia que se observa en las masas por toda manifestación religiosa de ese estilo. Es el hombre del mundo adulto, que vive como hombre, con sus plenas posibilidades, sin tener necesidad de Dios. De ahí estamos de acuerdo con Bonhoeffer cuando señala que, para ese hombre adulto, de ninguna manera cabe un Evangelio disfrazado de religión, ni una apologética que explote las debilidades humanas. Ello va contra el propósito de Dios en Cristo, un propósito que de ninguna manera permite transformar la revelación en religión, ni que el Dios santo, el Dios vivo, se convierta en algo sagrado.[4]
Como se puede apreciar en esta cita, De Santa Ana estaba en marcha hacia una reflexión teológica seria, contextual y liberadora, que despegaría abiertamente en los años subsiguientes, al mismo tiempo que acumulaba experiencias en su intenso caminar ecuménico.
Los demás volúmenes que publicó son: Apuntes del curso Psicología y filosofía de la religión (Instituto Técnico de la Federación Sudamericana de Asociaciones Cristianas de Jóvenes, 1959), Hombre, ideología y revolución en América Latina. Ed. (ISAL, 1965), Protestantismo cultura y sociedad. Problemas y perspectivas de la fe evangélica en América Latina (La Aurora, 1970), El desafío de los pobres a la iglesia (1977, 1985), La iglesia y el desafío de la pobreza (Tierra Nueva, 1978), Separation without hope? The church and the poor during the industrial revolution and colonial expansion (Orbis Books, 1978), Hacia una iglesia de los pobres. Comp. (Tierra Nueva, 1983), Por las sendas del mundo caminando hacia el Reino. Reorientación pastoral y renovación teológica en América Latina (DEI-SBL, 1984), Pan, vino y amistad (DEI, 1985), Ecumenismo y liberación. Reflexiones sobre la relación entre la unidad cristiana y el Reino de Dios (Ediciones Paulinas, 1987), Trabajo: vocación y fatiga. Un ensayo de comprensión bíblica de la condición laboral de los seres humanos (La Aurora, 1988), La economía política del Espíritu Santo. Estudio sobre el tema de la 7ª Asamblea del CMI (Con K. Raiser y U. Duchrow, La Aurora, 1990), La práctica económica como religión. Crítica teológica a la economía política (DEI, 1991), Sustainability and globalization. Ed. (CMI, 1998), Religions today. Their challenge to the ecumenical movement. Ed. (CMI, 2005) y Beyond idealism. A way ahead for ecumenical social ethics (Con R. Gurney, H. Hadsell y L. Mudge, eds. Eerdmans, 2006).
Digno de mencionarse también es el número especial de Cuadernos de Marcha de diciembre de 1969, dedicado al protestantismo latinoamericano, en el que Santa Ana aportó un texto cuyo final dice: “Como se puede apreciar, ISAL es un movimiento con más preguntas que respuestas; con más inquietudes que plataforma; con problemas antes que con soluciones. En ese sentido, su existencia aún no está cumplida: es inacabada. ¡Communio viatorum, pues!”. Comunidad en marcha: “porque no buscamos ciudad permanente, sino que buscamos la por venir” (Hebreos 13.14).[5] En 1990 publicó un importante ensayo sobre la teología de la liberación en América Latina[6] y otro similar en la revista internacional de teología Concilium.[7] Ambos resúmenes son de los mejores que se han elaborado por parte de os protagonistas de esa historia. En septiembre de 2006, la revista Reformed World, de la entonces Alianza Reformada Mundial, publicó su texto “On being a Protestant theologian in those years in Latin America” (“Ser un teólogo protestante en aquellos años en América Latina”), traducción del original en español, incluido en Panorama de la teología de latinoamericana, de Juan José Tamayo y Juan Bosch.[8] Y en apareció en Brasil un libro de homenaje: Teología protestante da libertação: a atualidade do pensamento de Julio de Santa Ana.[9] Del prólogo escrito por Leonardo Boff extraemos las siguientes palabras:
Julio refuerza el concepto de ecumenicidad, esencial para la fe cristiana y para el mensaje evangélico que avizora la unidad de todos los portadores de la fe cristiana y de toda la humanidad, atravesados por el Reino, tocados por la gracia y por el misterio de la Encarnación. […]
Finalmente, queda testimoniar el aura espiritual que se irradia de la presencia, de las palabras, del amor a los pobres y de la acción comprometida, visibles en Julio de Santa Ana. Se siente siempre acompañado por la gracia divina. Entre tanto, no basta con ser un teólogo eminente. Se tiene que ser bueno, de una bondad fundamental, cargada de la acogida y de la escucha del otro, viendo en él el surgimiento de lo Sagrado, de lo Divino y más que todo identificando en los pobres el Cristo crucificado que quiere ser bajado de la cruz. Todo eso emerge de la vida, de los escritos y mucho más de la vida de Julio de Santa Ana, siempre amorosamente secundado por su esposa, la psicoanalista Violaine.
- Una teología liberadora, latinoamericana y ecuménica
Para el pensamiento bíblico, lo que constituye la historia es el campo de la acción de Dios; junto a las luchas personales y las grandes corrientes transformadoras de la realidad humana se teje la acción divina. Esta supone lo que llamamos la revelación de su ser, la manifestación de su voluntad, de sus proyectos y de sus propósitos para con el mundo, cosa que ocurre en el plano de lo contingente, de la cotidianidad indeterminada.[10]
J. de S.A.
La trascendencia de su obra y esfuerzo alcanza una nueva dimensión, pues al mirar hacia atrás todo lo andado, lo expuesto, lo compartido con tantas generaciones de estudiantes y seguidores suyos, el impacto de lo logrado está ahí, esperando nuevos lectores/as y encuentros. Integrante de una notable generación de pensadores protestantes, dentro y fuera de su país, Uruguay, le tocó en suerte participar en el surgimiento de la teología latinoamericana como una de las voces más coherentes, críticas y proféticas. Compañeros suyos fueron Emilio Castro, Mortimer Arias, Julio Barreiro, Hiber Conteris, Óscar Bolioli, Julia Campos, Beatriz Melano… En la Patria Grande: Sergio Arce, Richard Shaull, Valdo Galland, Luis Odell, José Míguez Bonino, Federico Pagura, Waldo César, Leopoldo Niilus, Richard Couch, Mauricio López, Rubem Alves, Gonzalo Castillo Cárdenas, Raúl Macín, Luis Rivera-Pagán… Y más allá de ella: Milan Opocensky, Ulrich Ducrow, Konrad Raiser, Lewis Mudge, Heinrich Schäfer, Heidi Hadsell, Robin Gurney, Odair Pedroso Mateus. Una auténtica pléyade de nombres ligados a una época formativa y combativa, lo uno por lo otro, que ha continuado a través de las lecciones recibidas en otros discípulos/as que han desarrollado de manera variada sus ideas e intuiciones.
De su época guarda recuerdos que se avivan con el paso del tiempo y se valoran con otra mirada, más madura, pero también más reveladora al reconocer sus influencias profundas y duraderas:
En mi juventud, durante el período de mis estudios académicos sistemáticos, me formé en Teología, y aunque las materias que estudié no siempre llegaron a entusiasmarme, hubo momentos en los que me apasioné. Recuerdo con gratitud el impacto que me produjo escuchar a Richard Shaull cuando ofreció un ciclo de conferencias en la Facultad de Evangélica de Teología de Buenos Aires (Argentina), hoy ISEDET. El tema general fue “El Evangelio y la Revolución Social”. Pocos meses después el Dr. B. Foster Stockwell, Rector de la Facultad, invitó a Shaull para que tuviera la responsabilidad de ser el conferenciante que inaugurase el año lectivo de 1953. Shaull tuvo mucha influencia en el proceso inicial de mi formación. Al escucharlo, no cabía la menor duda: la teología llegaba a lo concreto, tocaba el mundo real.[11]
Desde la segunda mitad de los años sesenta hasta bien entrados los noventa, cuando se jubiló en su última labor académica en el Instituto Ecuménico de Bossey, su persistencia y aliento para reflexionar sobre la presencia de la fe cristiana en el mundo no ha tenido descanso. Y ahora que ha practicado sólidos e intensos ejercicios autobiográficos no deja de advertir que continúa en la lucha sin cuartel contra cualquier forma de idealismo, aquella tentación que lo atenazó desde muy joven y de la cual salió muy bien librado.
Su último libro más reciente, colectivo, se titula precisamente Más allá del idealismo: Un camino por delante para la ética social ecuménica.[12] Fue escrito en equipo, tal como aprendió a trabajar en el ambiente ecuménico, en ISAL, en el CMI y en el CESEP, lugares todos donde supo rodearse de colegas, amigos y colaboradores que experimentaron su pasión, rigor y constancia para seguir en el camino teológico aprendido y al que le rindió una fidelidad extrema.
En ocasión de su 80º aniversario, se elaboró una antología de sus textos teológicos más una entrevista sobre el medio siglo de ISAL,[13] del cual fue animador y protagonista central: En los caminos del Reino: 20 textos teológicos. Cada texto es una muestra de sus aficiones, intereses y preocupaciones profundas siempre en el afán de dar con la palabra exacta para discutir lo que más aleja: la economía, la pobreza, la desigualdad, la necesidad de ofrecer un mensaje auténticamente liberador en medio de las peores circunstancias. Alguna vez dijo que los tiempos que corren ya no se prestan tanto para el ímpetu profético como para la visión sapiencial; es posible, pero él se ha sabido expresar ampliamente en ambos terrenos gracias a su dominio del pensamiento de diversos órdenes. Vaya, pues, este homenaje a uno de los fundadores de la teología latinoamericana, referencia obligada para enterarse de las vicisitudes del compromiso cristiano liberador en el mundo.
De su segundo libro, dedicado a la presencia de la fe protestante en América Latina, procede esta muestra de su ejercicio de una teología de búsqueda, con anclaje ecuménico y siempre abierto al encuentro con nuevas realidades históricas, en las que, según aprendió de sus mentores Barth, Bonhoeffer y Shaull, podía encontrarse con el Dios de Jesucristo:
Hay, pues, relaciones constantes entre la historia de las naciones y la historia del pueblo de Dios. Y nos atrevemos a calificar dichas relaciones como, dialécticas, dándose la mediación entre ambos términos, a través de la acción de Dios en la historia. En efecto, es la acción de Dios la que crea un pueblo con conciencia histórica y lo impulsa a tomar contacto con el resto de las naciones; de la misma manera, la historia de la humanidad, de los paganos y gentiles, de los griegos y de los bárbaros, corrige una y otra vez a la historia del pueblo de Dios. La irrupción de una acción de Dios en la historia es proclamada por la comunidad de fieles como un juicio a las naciones, pero de la misma manera, son las naciones las que muchas veces llegan, a ser el instrumento del juicio de Dios sobre su pueblo. Lo importante en este caso no es separar lo que ocurre en la historia del pueblo de Dios y lo que pasa en el devenir de los gentiles y paganos; lo que corresponde es entender cómo a partir de esa acción de Dios en la historia los hombres van siendo llevados a esa madurez que constituye la plenitud de los tiempos.[14]
Apéndice: “Por qué soy protestante” (Fragmento)[15]
[…]
Lutero fue muy crítico de la acción de la Iglesia de Roma, sobre todo de su interés material que se concretaba en la venta de indulgencias, que llevaba a que se falseara el mensaje. Para él, no era posible llegar a obtener la salvación por nosotros mismos. Ésta no puede ser adquirida, ni con dinero ni con méritos personales. Es Dios quien nos la ofrece de gracia. La dignidad humana es inseparable del amor de Dios. Las tesis de Lutero no dan a la institución eclesiástica poder para decidir quién puede recibir el perdón por sus pecados; ella no puede administrar indulgencia alguna. Es Dios, revelado en la persona de Jesús, cuyo amor no excluyó a nadie, quien nos ofrece el don del perdón.
Eso no quiere decir que Dios sea indiferente ante lo que hacemos. Fue un seguidor de Lutero, Dietrich Bonhoeffer, quien subrayó la diferencia que existe entre la gracia costosa y la gracia barata. Quien es consciente de recibir la gracia divina es responsable por este don, lo que significa que en sus acciones da testimonio de la gracia. Como escribió San Agustín: “Quise amar a Dios y no lo encontré. Amé a mi hermano/a y nos encontramos los tres”. La gracia costosa es la que nos constriñe. La diferencia con la gracia barata radica en que ésta no nos mueve a una acción responsable, a buscar la justicia de Dios por sobre todo. […]
Hay otros dos principios del protestantismo que desafían mi ser. Uno de ellos es el sacerdocio universal de todos los creyentes y las creyentes. El protestantismo entiende que no hay jerarquías en la iglesia, excepto aquellos elementos que son necesarios para la buena organización de grupos, de colectivos. […]
Basándose en este concepto, Paul Tillich ha desarrollado el otro principio, que me hace adherir al protestantismo, que llamó “el principio protestante”, que también puede ser enunciado con las palabras soli Deo gloria, con el que afirma que, frente al ser humano y todos sus logros, que desemboca generalmente en la idolatría y la sumisión a los poderes, que significan la alienación de hombres y mujeres, sólo evitamos perdernos por las sendas que nos conducen a adorar falsos dioses si el valor supremo en nuestra existencia es la vida con Dios tal como se revela en Jesús. El protestantismo dice que allí donde se da a Dios el verdadero lugar, o sea el primero, los seres humanos encuentran el sentido y la alegría de sus vidas, pues la gloria de Dios no es la destrucción, sino la liberación de los oprimidos.
Sola gratia, sola fide, sola Scriptura, el sacerdocio universal de quienes creen, soli Deo gloria: por eso soy protestante.
_________________________
[1] J. de Santa Ana, “En camino y a la espera”, expuesto en la Iglesia Metodista en el Uruguay, 2009, pp. 1-2. Recogido en L. Cervantes-Ortiz, ed., Julio de Santa Ana, En los caminos del Reino: 20 textos teológicos. México, 2014, pp. 7-24, https://issuu.com/lcervortiz/docs/jdesanta_ana80.
[2] Ibid., p. 1.
[3] Juan Bosch Navarro, Diccionario de teólogos/as contemporáneos. Burgos, Monte Carmelo, 2004, p. 835. Cf. J. de Santa Ana, “The influence of Bonhoeffer on the Theology of Liberation”, en The Ecumenical Review, vol. 28, núm. 2, abril de 1976, pp. 188-197. Este ensayo fue presentado en el simposio internacional sobre Bonhoeffer en ocasión del 70º aniversario de su natalicio, en Ginebra, Suiza, febrero de 1976. Santa Ana participó también en el coloquio realizado en la misma ciudad en septiembre de 2002 con el texto “Critique de la pensée de Dietrich Bonhoeffer par la théologie latino-americaine de la libération”, en H. Mottu y J. Perrin, eds., Actualité de Dietrich Bonhoeffer en Europe latine. Actes du Colloque International de Genéve (23-25 septembre 2002). Ginebra, Labor et Fides, 2004, pp. 35-42. Sobre R. Shaull, Santa Ana escribió: “A Richard Shaull: teólogo e pioneiro ecumênico. Um testemunho reconhecido”, en Rubem Alves, ed., De dentro do furacão. Richard Shaull e os primórdios da teolopia de libertação. São Paulo, Sagarana-CEDI-CLAI-Programa Ecumênico de Pós-Graduação em Ciências da Religião, 1985, pp. 33-39.
[4] J. de Santa Ana, Cristianismo sin religión. Montevideo, Alfa, 1969, pp. 107, 109.
[5] J. de Santa Ana, “ISAL, un movimiento en marcha”, en Cuadernos de Marcha, Montevideo, núm. 29, septiembre de 1969, p. 57. Los demás colaboradores fueron: Julio Barreiro, Emilio Borrat, Emilio Castro, Hiber Conteris, Christian Lalive d’Epinay, José Míguez Bonino, Daniel Palma y Richard Shaull.
[6] J. de Santa Ana, “Du libéralisme à la praxis de libération. Genèse de la contribution protestante à la théologie latino-américaine de la libération”, en Archives de Sciences sociales des Religions, año 35, núm. 71, julio-septiembre de 1990, pp. 75-84. Número monográfico sobre la teología de la liberación.
[7] J. de Santa Ana, “La teología latinoamericana (1982-1987)”, en Concilium, 219, 1988, pp. 231-241.
[8] J. de Santa Ana, “On being a protestant theologian in those years in Latin America”, en Reformed World, vol. 56, 3, septiembre de 2006, pp. 272-283. El director de la revista era el Dr. Odair Pedroso Mateus, discípulo de Julio. Original: “Entre el pasado y el presente (un ejercicio de memoria sin nostalgia)”, en J.J. Tamayo y J. Bosch, eds., Panorama de la teología latinoamericana. Estella, Verbo Divino, 2001, pp. 543-558. Cf. J.J. Tamayo Acosta, “Julio de Santa Ana”, en Juan Bosch, ed., Diccionario de teólogos/as contemporáneos. Burgos, Monte Carmelo, 2004, pp. 675-679.
[9] Claudio Ribeiro, coord., Teología protestante da libertação: a atualidade do pensamento de Julio de Santa Ana. Pról. de Leonardo Boff. São Paulo, Editora Recriar, 2022. Entre quienes colaboraron están: Marcelo Barros, Heidi Hadsell, Magali do Nascimento cunha, Jung Mo Sung, Odair Pedroso Mateus y Priscilla dos Reis Ribeiro.
[10] J. de Santa Ana, “Revelación y sentido de la historia”, en Protestantismo, cultura y sociedad. Problemas y perspectivas de la fe evangélica en América Latina. Buenos Aires, La Aurora, 1970, p. 25.
[11] J. de Santa Ana, “En camino y a la espera”, p. 11.
[12] J. de Santa Ana et al., Beyond idealism. A way ahead for ecumenical social ethics. Grand Rapids, Eerdmans, 2006.
[13] L. Cervantes-Ortiz, “En los 50 años de ISAL: Entrevista a Julio de Santa Ana”, Agencia Latinoamericana y Caribeña de Información, 2 de diciembre de 2011, www.academia.edu/15060811/En_los_50_a%C3%B1os_de_ISAL_entrevista_a_Julio_de_Santa_Ana_2011_.
[14] J. de Santa Ana, “Revelación y sentido de la historia”, pp. 39-40.
[15] J. de Santa Ana, “Por qué soy protestante”, en Revista Metodista, Montevideo, núm. 201, octubre de 2011, pp. 7-8, https://issuu.com/metodistauy/docs/revistametodista201.
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