Posted On 15/09/2023 By In Opinión, portada With 1379 Views

Los nuevos Fariseos | Manuel Pérez Santaella

La «sana doctrina» se ha convertido en la bandera por la que todos se pelean. La Excálibur que todos quieren extraer de la piedra de la verdad. Ser poseedor de la sana doctrina te acredita para absolutamente todo. Puedes atacar a otros, que por supuesto están en el lado equivocado; puedes hacerte un altar, fabricado con el cerebro de tus oyentes, sobre el cual proclamar la verdad absoluta (verdad que sólo tú tienes). «Para gustos, colores», dicen por ahí. Lo mismo aplica a denominaciones. Tantas denominaciones hay, y todas defienden la sana doctrina. Todas dicen poseerla y todas tienen un arsenal militar bíblico detrás para demostrarlo. El mundo evangélico se ha convertido en un campo de batalla en defensa de la sana doctrina, como si de una guerra santa se tratara.

En tiempos bíblicos no era mejor que ahora.

-Los legalistas y celosos Fariseos creían estar en la verdad.

-Los «liberales» de la época, los saduceos. Que negaban muchas de las cosas que defendían los fariseos, pero esto, para los saduceos, era la «sana doctrina».

-Los Esenios, que tenían una interpretación distinta a los dos anteriores. También poseedores de su verdad

-Los Zelotes. Fanáticos nacionalistas que llevaban la ley al extremo de la guerra Santa y la violencia. También poseedores de la verdad.

¿Quién tenía razón?

Jesús reinterpreta la ley dándole el verdadero sentido, quitando la razón a todos.

Los fariseos se equivocaban en innumerables puntos, Los saduceos, lo mismo (por ejemplo, no entendían la Resurrección de los muertos). Echa por tierra toda la doctrina de los Zelotes, al abogar Jesús por la resistencia no violenta. Y los Esenios no se fueron de rositas. Esa pureza ritual a la que acostumbraban, se hacía imposible defender ante un Jesús que tocaba leprosos, andaba con mujeres, comía espigas en sábado, bebía y comía con publicanos y pecadores, y se ofrecía a entrar a casa de un pagano.

Hoy tenemos el mismo panorama:

Decenas de denominaciones y todas aseguran ser poseedoras de la sana doctrina. Y no solo eso, sino que tienen «biblia» para demostrarlo.

Jesús soluciona el tema de forma magistral como suele hacer siempre: Él llama a la diversidad. El zelote ya no quiere matar al publicano; ahora son hermanos. El leproso ya no es excluido, el pagano ya no era impuro, las mujeres ahora, con Jesús, son iguales al hombre. Ya no hay distinción. El gran Juan el Bautista que predicaba del hacha y el fuego, tiene que mandar a preguntar a Jesús si era Él verdaderamente el mesías, porque el compasivo Nazareno que sanaba a los enfermos no encajaba con el portador del hacha y del fuego que él predicaba. Los fariseos lo quieren despeñar por un acantilado, posiblemente porque Jesús deja el texto de Isaías a medias cuando no dice eso de «el día de la ira y la venganza de Jehová».

Jesús lo reinterpreta todo y lo hace poniendo al hombre de nuevo sobre sus pies, como al paralítico, devolviéndole su dignidad y perdonando sus pecados.

En la transfiguración, Dios Padre nos deja claro que Jesús es el filtro por el cual se va a filtrar todo el Antiguo Testamento. (Moisés y Elías representan a la ley y a los profetas, sin embargo, Dios dice: «Este es mi Hijo, a Él oíd”). Jesús es la plomada perfecta que pone todo lo escrito en línea con Dios, el filtro perfecto.

Jesús no sólo le da el verdadero sentido a la ley, sino que lo demuestra con obras. Obras siempre motivadas por el amor y la compasión. Nos da un nuevo mandamiento: el mandamiento del amor.

Mc 3:4: «Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban.»

Estoy de acuerdo en que hay que defender «a muerte» la sana doctrina. (Irónicamente me pongo ahora el traje militar evangélico). Es más, no debemos ni recibir en casa a quien no sea portador de la sana doctrina. Pero, entonces, ¿cuál es esa sana doctrina?

2Jn 1:10: «Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido!». ¿De qué doctrina habla aquí? -lo dice unos versículos antes:

2Jn 1:6-7: «Y éste es el amor, que andemos según sus mandamientos. Éste es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio»

La doctrina, mis queridos zelotes espirituales, es el amor.

Discutir por doctrina general es absurdo, que cada uno la entienda a su forma, (como ya pasaba en tiempos bíblicos), es lo normal. Miremos mejor el lado positivo, estamos de acuerdo en doctrina fundamental:

-Dios es uno

-Dios es una Trinidad

-la Deidad de Cristo

-Salvación por gracia

Etc etc.

En todo lo demás, veo una guerra. Unas denominaciones intentan colonizar y convencer a otras. Perdemos el tiempo intentando evangelizar a los evangélicos, intentando que se retracten de sus doctrinas para que crean en las nuestras. ¿Acaso no estamos haciendo lo mismo que los fariseos de la época? ¡Es exactamente lo mismo! Solo nos preocupa la doctrina, la letra, la norma, el dogma, la imposición. Ahora, ¡la Biblia es Dios!

La Biblia, señores, no es Dios.  Es, ciertamente, el instrumento que Dios usa para apuntar a Cristo. Es la Palabra de Dios que apunta a la Palabra Encarnada: Cristo. El filtro perfecto.

Esto es un llamado a la unión.

Personalmente, (y por supuesto sin perder de vista las doctrinas fundamentales), me voy a preocupar de reflejar a Cristo en mi vida y de cumplir la única doctrina clara que tenemos en las escrituras:
el amor.

Manuel Pérez Santaella
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