Posted On 20/10/2023 By In Opinión, portada With 933 Views

Actualidad de Dietrich Bonhoeffer | Jaume Triginé  

Con sólo 21 años, Dietrich Bonhoeffer se doctoraba en teología. Durante un año (febrero de 1928 a febrero de 1929) realizó sus prácticas pastorales en la iglesia luterana de la calle Brusi de Barcelona (España). Sus funciones más específicas fueron el trabajo con niños, jóvenes y marginados. Otras tareas, más esporádicas, fueron la dirección litúrgica de algunos servicios religiosos, según se desprende de su propio dietario.

El martes 13 de noviembre de 1928, iniciaba, en la capital catalana, la lectura de la primera de una serie de conferencias ante los acontecimientos sociales, políticos y religiosos de aquella década que el teólogo alemán describía en estos términos: «hemos entrado en una crisis incomparable, que no se manifiesta tan sólo en una ideología política confusa, también en una desorientación total en cuestiones pedagógicas, éticas y religiosas.» Es evidente que en el pensamiento y en el ánimo del joven Bonhoeffer estaba presente el desánimo producido por la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, la inminencia de la crisis de 1929 y las indecisiones de la propia iglesia.

Nuestras circunstancias, un siglo después, son diferentes. Pero las palabras introductorias de su conferencia en Barcelona: «crisis incomparable […] ideología política confusa […] desorientación total», si bien no exentas de radicalidad, como corresponde a su edad y contexto, no dejan de definir también situaciones de nuestra sociedad actual.

Asistimos, por ejemplo, a una cierta vinculación (en forma de participación en actos políticos) entre sectores integristas del catolicismo y fundamentalistas evangélicos y partidos situados en el ámbito de la extrema derecha. Se vierten acusaciones contra las corrientes cristianas más liberales por el hecho de mantener relaciones ecuménicas o de practicar la inclusión en cuanto tiene que ver con la ideología de género. Se defiende sin rubor la inerrancia bíblica en cuestiones históricas, geográficas, culturales… Se explican los relatos míticos como si de historia objetiva se tratase. Se niegan las evidencias científicas como el origen de la expansión del universo o la evolución de las especies…

Bonhoeffer, en su primera conferencia, hacia también referencia a las consecuencias derivadas de la crisis de su tiempo: «Hemos naufragado por todos lados, y lo más perturbador es comprobar cuán desamparados nos hallamos una gran parte de nosotros. Unos se aguantan cogidos a los tablones del barco que se hunde; otros pierden toda esperanza, se abandonan al vaivén de las olas y acaban hundiéndose; otros, a duras penas, han podido encontrar un bote salvavidas, como si ya todo estuviera resuelto. Son pocos los que ha logrado alcanzar un trozo de tierra firme en el que poder colocar los pies y desde donde poder realizar trabajos de salvamento

Circunscribiendo las consecuencias al ámbito de lo religioso los niveles de insatisfacción actuales alcanzan proporciones alarmantes: unos se mantienen en sus comunidades, si bien frustrados por cuestiones institucionales o teológicas; otros se orientan a nuevos espacios que, transcurrido el tiempo, generan nuevas insatisfacciones; hay quienes abandonan definitivamente la iglesia; hay quienes asumen posiciones agnósticas o incrementan en número de indiferentes en materia religiosa; como mal menor, algunos mantienen la fe al margen de la estructura eclesial.

Bonhoeffer, en su libro Ética, reconoce que la iglesia: «Estuvo muda cuando tenía que gritar» y que «no ha encontrado las palabras justas en el momento justo.» De ahí que el pastor, teólogo y mártir alemán encuentre en el talante profético el camino de superación de tantas vicisitudes recuperando el axioma de Jeremías acerca de que no es verdadero profeta aquel que siempre grita paz y victoria, sino el que tiene el coraje de anunciar la adversidad.

El mensaje y la praxis profética son imprescindibles en cualquier momento histórico frente a las derivas políticas y religiosas. A fin de minimizar o evitar sus componendas para la obtención de beneficios mutuos, como ocurría en el pasado y continúa sucediendo en nuestro convulso aquí y ahora, son necesarios estos indicadores que muestran la dirección que consideramos adecuada.

Se trata de anteponer el derecho y la justica al narcisismo ególatra de cada cual, como los profetas de antaño preconizaron:

«El Señor ya te ha dicho, oh hombre,
en qué consiste lo bueno
y qué es lo que él espera de ti:
que hagas justicia, que seas fiel y leal
y que obedezcas humildemente a tu Dios

La clave profética también denuncia la corrupción «venden al inocente por dinero», la injusta distribución de los recursos «oprimen y humillan a los pobres y se niegan a hacer justicia a los humildes», la opresión de los más débiles «tuercen el camino de los humildes», la promiscuidad «padre y el hijo se acuestan con la misma mujer», la práctica religiosa sin una vida ética «misericordia quiero y no sacrificio.»

Cuando hoy el sistema abusa del poder acumulado en sus manos, las situaciones de injusticia cobran carta de naturaleza; la falta de respeto a la esencialidad de lo humano alcanza proporciones alarmantes; la corrupción se ha globalizado; el individualismo nos aleja de la compasión… Tenemos la impresión que, en determinados contextos religiosos, en lugar del paradigma profético, la respuesta a la complejidad social, política y espiritual se decanta más bien hacia un pseudomisticismo impostado o inducido.

Pero tal respuesta parece más bien: a) un cierto escapismo en lugar de un enfrentamiento dialéctico; b) una inversión de tiempo y de recursos en cuestiones que no preocupan al común de los mortales (como son las respuestas a preguntas no formuladas) en lugar de profundizar en causas y consecuencias; c) una subordinación de la razón al sentimiento. El riesgo de todo ello es la generación de un estado de conciencia espiritual obnubilado que impide la percepción objetiva de la realidad.

Concluía Bonhoeffer su conferencia apelando a la necesidad de tomar muy en serio la vida moral. La práctica religiosa, el pseudomisticismo al que apuntábamos, no tiene ningún sentido o se halla en desequilibrio sin el componente profético, sin el compromiso de luchar por la justicia, la paz, la fraternidad, el equilibrio ecológico…. No podemos separar la fe en Dios de la utopía de un mundo mejor.

Jaume Triginé

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