“¿Quieres la verdad o algo precioso?”[i]
Imaginemos que en una acampada nos separamos del grupo por error y acabamos perdidos. Dando vueltas por el bosque, de repente nos llega el olor del café recién hecho. Inmediatamente ese olor nos dice que el campamento no está lejos, que estamos a salvo. Un simple olor, pero rebosando de significado. Somos criaturas con hambre de significado. Vivimos como personas perdidas por el bosque, buscando sentido a todo lo que nos rodea con la esperanza de que quizá la próxima señal que encontremos sea la que nos lleve de vuelta a casa. Incluso a veces, a falta de claras señales, nos construimos sistemas que nos ayuden a descifrar aquellas otras ‘señales’ que no están tan claras. Hemos visto ya que los amigos de Job comparten un sistema capaz de dar sentido incluso al más profundo dolor[ii]. Para Job, sin embargo, este sistema ha perdido tal capacidad[iii]. Para él, la única esperanza para dar sentido a su dolor se encuentra en Dios mismo. Y ha llegado el momento de escuchar su respuesta.
Dios responde
Justo cuando parece que tendremos que resignarnos con respuestas humanas, Dios mismo responde. En cierto modo el libro nos ha estado preparando para este momento, aunque siempre hubo dudas acerca de si realmente llegaría. Tuvimos que esperar bastante. ¿Por qué tanta espera?, ¿no habría sido más sencillo responder desde el principio? A veces da la sensación de que Dios se hace de rogar, ¿quizá quiere escuchar todo lo que saldrá de nuestro interior durante la espera?, ¿o quizá está decidiendo si vale la pena responder o no?
Sin embargo, en este caso Dios decide responder, y lo hace “desde la tempestad”[iv]. No es que su voz, como dijo Eliú, sean los truenos[v], sino más bien su voz se oye entre los truenos. Dios habla desde la tormenta, no por medio de la tormenta. Según el autor, la voz de Dios es una voz real. Dios no habla por medio de las circunstancias, como los amigos de Job indicaron. Dios responde con una voz real, con una voz que se puede oír y que se puede entender. Estamos tan acostumbrados a leer historias en la Biblia en las que Dios habla con distintas personas, que de alguna forma no nos detenemos a pensar en lo que esto significa realmente. Pensamos que la oración ha de ser entendida como hablar a Dios, más que hablar con Dios, que la oración sana es la que va en una dirección, pero que si en algún momento escuchamos una respuesta quizá tengamos que hacer una visita al psiquiatra. No es esto lo que dice el autor de este libro. Para este autor Dios responde, y Job oye la respuesta. ¿Y qué dice esta voz?
La humanidad del texto
La ironía del texto, por supuesto, es que es el autor quien tiene la misión (nada envidiable) de dar voz a Dios. Para ello, el autor reserva la poesía más bella de todo el libro[vi]; después de todo, no sería apropiado que los humanos se expresasen de forma más bella que Dios mismo. Pero la forma no es suficiente, también ha de haber contenido. Y es aquí donde el autor no puede evitar hablar desde su propio contexto, desde su propia humanidad, desde su propia caja. Y esta humanidad, con toda su ambigüedad y confusión, hace acto de presencia en numerosos momentos en este discurso divino. Así, leemos, por ejemplo:
“El avestruz bate alegremente sus alas, pero su plumaje no es como el de la cigüeña” (Job 39:13 NVI)
A veces nuestras traducciones oscurecen la complejidad del texto hebreo. En este caso, parece que Dios dice algo que resulta tan confuso que nadie sabe realmente cómo traducirlo[vii]. Suponiendo que Dios habla del avestruz en este texto[viii], leemos a continuación:
“Pone sus huevos en la tierra, los deja empollar en la arena, sin que le importe que algún pie los pueda aplastar o que las bestias salvajes los pisoteen. Maltrata a sus polluelos como si no fueran suyos y no le importa haber trabajado en vano, pues Dios no le dio sabiduría ni le impartió su porción de buen juicio” (Job 39:14-17 NVI)
Varios comentaristas apuntan que esta idea de que el avestruz abandona sus huevos en la arena y no cuida de ellos es simplemente una creencia antigua que no se corresponde con la realidad[ix]. Parece que la proverbial estupidez del avestruz se basa más bien en una mala interpretación de sus acciones[x]. Hemos hablado ya del peligro inherente en intentar hablar por Dios[xi]. En este caso, sin embargo, quizá podamos perdonar al autor en su intento ya que pocas alternativas le quedan si quiere acabar su obra.
No hay sistema
Yendo un poco más allá de las ambigüedades y los problemas textuales, el autor parece poner en labios de Dios una solución radical a las contradicciones en las que se encuentra Job[xii]. Mientras que los amigos intentaron resolver dichas contradicciones manteniendo intacto el sistema ortodoxo de fe, defendiendo al Dios que habita dentro de dicho sistema, y culpando a Job por su incapacidad para aceptar la ortodoxia, Dios ofrece una respuesta mucho más radical: no existe ningún sistema.
Mientras que el universo al que apunta el sistema ortodoxo de los amigos de Job es uno de orden, donde existen reglas y hay justicia[xiii], Dios habla de un universo que sigue su curso, donde la lluvia, lejos de ser un mecanismo de recompensa[xiv] o castigo[xv], cae sin sentido sobre tierra deshabitada[xvi], donde el avestruz, como hemos visto más arriba, actúa de forma estúpida, donde el mar, aquel símbolo de caos y destrucción[xvii], ahora es descrito con tiernas palabras como si hablásemos de un recién nacido[xviii]. Esta es una realidad donde la luz y la oscuridad viven juntas[xix], donde la vida y la muerte son compañeras[xx]. Es una realidad sin claras reglas, donde el orden y el caos son dos caras de una misma moneda. Y Dios, lejos de avergonzarse de ello, ¡parece más bien deleitarse!
Dios también ama el caos
Es más, si nos preguntamos, ¿de dónde proviene la estupidez del avestruz? El texto nos dice que Dios le privó de sabiduría, Dios le creó sin inteligencia[xxi]. No fue por culpa del pecado, o como consecuencia de la corrupción de este universo. El avestruz es perfecto, nos dice el autor, en su estupidez. El universo es como es porque Dios quiere que así sea. Este universo es parte del plan divino. Dios ha creado el caos, la oscuridad y la muerte, como también ha creado el orden, la luz y la vida. Este es un universo donde los cielos declaran la gloria de Dios, pero no solo por medio de las bellas estrellas moviéndose en armonía, sino también por medio de los aterradores meteoritos que caen y provocan destrucción y muerte.
Por si hay dudas acerca de esto, Dios dedica buena parte de su discurso a describir diversas bestias y su amor por ellas. Tomemos, por ejemplo, el león. Elifaz habla en uno de sus discursos del león, esa bestia malvada que se alimenta de aquellos que no tienen fuerzas para defenderse[xxii], y apunta que acabará con los dientes rotos y sin poder alimentarse o dar de comer a los suyos[xxiii]; al fin y al cabo, esa es la recompensa que reciben los que siembran aflicción[xxiv]. En la misma línea, Job describe a Dios como un león aterrador que no hace otra cosa que cazarle y ensañarse con él[xxv]. Sin embargo, mientras que para Elifaz y para Job el león no es otra cosa que un ejemplo de maldad y terror, escuchemos cómo lo describe Dios:
“¿Cazarás tú la presa para el león? ¿Saciarás el hambre de los leoncillos, Cuando están echados en las cuevas, O se están en sus guaridas para acechar?” (Job 38:39-40 RVR1960)
No solo no encontramos connotaciones negativas en este texto, sino que incluso ¡es Dios mismo quien actúa como el sustentador de esta bestia![xxvi] Lejos de ser una bestia que ha de ser eliminada, Dios asegura su continuidad.
Pero no se queda aquí la cosa. En la parte final de su discurso Dios sube el nivel de terror y se refiere a dos bestias más, Leviatán y Behemot, aquellas bestias emblemáticas que en la Biblia simbolizan el caos y la destrucción extrema, los peores enemigos de Dios cuya destrucción no es simplemente cosa del pasado[xxvii], sino que también sirve como esperanza para el futuro[xxviii]. En este caso, sin embargo, Dios parece deleitarse en la sensación de terror que estas magníficas bestias provocan a quienes las observan[xxix]. Para Job despertar a Leviatán era signo de maldición[xxx]; Dios no tiene problemas con ello. ‘¡Deja que despierte!’, parece gritar Dios, ‘¡y admira su belleza destructiva! Eso sí’, parece indicar con una sonrisa, ‘ni se te ocurra tomarlo a broma, ponerle un collar y dárselo a tus hijas como mascota’[xxxi].
¿Quién es Dios en un universo sin reglas?
Los lectores suelen ponerse del lado de Job en su diálogo con los amigos, y del lado de Dios en este último monólogo. Pero ¿es acaso posible ponernos del lado de quien no entendemos?, ¿podemos ver la realidad desde el punto de vista de Dios?, ¿qué ves tú cuando te encuentras delante de Leviatán?, ¿te deleitas en su belleza, en su poder y en su majestad, como hace Dios?
Me pregunto cómo podemos relacionarnos con este Dios en un universo donde no hay ni reglas ni sistema. Cuando no podemos utilizar las circunstancias para determinar las respuestas de Dios, cuando no disponemos de un sistema que nos permita interpretar el dolor o la alegría como castigos o bendiciones, cuando no hay mecanismo que nos ayude a determinar cómo entender ciertos textos, ¿qué nos queda?, ¿es posible vivir la fe en tal universo?
Sospecho que el autor de este libro respondería que sí, que es posible. Incluso en un universo donde no disponemos de sistemas, ortodoxias o reglas que nos sirvan como llaves interpretativas, siempre existe la posibilidad de ponernos del lado de Job en su búsqueda de Dios, ya que siempre existe la posibilidad de escuchar la voz de Dios.
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[i] Canción de Paloma Faith, “Do you want the truth or something beautiful?”
[ii] Ver el sexto estudio de esta serie
[iii] Ver el quinto estudio de esta serie
[iv] Job 38:1 NIV
[v] En esta dirección apuntó Eliú (Job 37:5 NIV)
[vi] R. Alter, The Hebrew Bible: A Translation with Commentary
[vii] La LBLA lo traduce como: “Baten alegres las alas del avestruz, ¿acaso con el ala y plumaje del amor?” (Job 39:13 LBLA). La JBS dice: “¿Diste tú hermosas alas al pavo real, o alas y plumas al avestruz?” (Job 39:13 JBS). Algo parecido dice la RVR1960. La TLA se lanza con: “El avestruz es muy alegre, y le gusta agitar sus alas, pero no es un ave cariñosa” (Job 39:13 TLA). La NVI menciona en sus notas a pie de página que el versículo tiene difícil traducción, y sin duda eso es cierto. La LXX ni siquiera lo incluye en su texto. E.M. Good decide no traducir el versículo completo en su comentario In Turns of Tempest
[viii] El término hebreo que se traduce aquí como ‘avestruz’, y en cuya traducción coinciden la mayoría de las versiones, ocurre solamente aquí en la Biblia, por lo que es difícil saber cómo traducirlo realmente (D.J.A. Clines, Job 38-42)
[ix] D.J.A. Clines, Job 38-42; R. Alter, The Hebrew Bible; R. Alter, The Art of Biblical Poetry
[x] J.E. Hartley, The Book of Job
[xi] Ver el sexto estudio de esta serie
[xii] Acerca de las contradicciones de Job, ver el quinto estudio de esta serie
[xiii] Ver el sexto estudio de esta serie
[xiv] Deuteronomio 11:13-14 RVR1960
[xv] Deuteronomio 28:15-24 RVR1960
[xvi] Job 38:25-27 RVR1960
[xvii] En historias como Enuma Elish, leemos acerca de la batalla entre el dios creador y el monstruo marino. Algunos comentaristas son de la opinión de que el relato de la creación en Genesis 1 alude a este combate, desmitificándolo (N.M. Sarna, Understanding Genesis). En el libro de Apocalipsis, leemos que en la nueva creación “el mar ya no existirá más” (Apocalipsis 21:1 RVR1960), presumiblemente hablando de que ya no habrá más amenazas y dolor (The Anchor Yale Bible Dictionary)
[xviii] Job 38:8-11 LBLA
[xix] Job 38:19-21 NVI
[xx] Job 39:26-30 NVI
[xxi] Job 39:17 RVR1960
[xxii] La Biblia compara a menudo a los malvados con leones (ver, por ejemplo, Salmos 7:2; 17:12; 22:13; 35:17: 58:6; D.J.A. Clines, Job 1-20)
[xxiii] Job 4:10-11 RVR1960 (D.J.A. Clines, Job 1-20)
[xxiv] Job 4:8 LBLA
[xxv] Job 10:16-17 LBLA
[xxvi] E.M. Good, In Turns of Tempest
[xxvii] Leviatán aparece en la Biblia como el enemigo de Dios, con el que Dios lucha y al que Dios vence (Salmos 74:14 RVR1960; The Anchor Yale Bible Dictionary)
[xxviii] En Isaías 27:1 leemos: “En aquel día Jehová castigará con su espada dura, grande y fuerte al leviatán serpiente veloz, y al leviatán serpiente tortuosa; y matará al dragón que está en el mar” (RVR1960). Estas bestias serán devoradas en el banquete mesiánico según textos como 2 Esdras 6:49-52 o 1 Enoch 60:7-9. 24. Y esa es la bestia que aparece de nuevo en Apocalipsis 12:3 (The Anchor Yale Bible Dictionary). El término ‘dragón’ que leemos en varios textos del libro de Apocalipsis (varias ocurrencias en el capítulo 12, pero también en 13:2, 4, 11; 16:13 y 20:2), y que se convierte en otro término para designar a Satanás (Apocalipsis 20:2), se usa también varias veces en la Septuaginta (LXX) para traducir el termino hebreo detrás de la palabra Leviatán que leemos aquí (D.E. Aune, Word Biblical Commentary, Volume 52B: Revelation 6-16)
[xxix] Job 41:12-18 RVR1960
[xxx] Job 3:8 RVR1960
[xxxi] Job 41:5 RVR1960