La sequía azota mi ciudad. La prensa anuncia que, además, las previsiones de lluvia son pesimistas. ¡Lo que faltaba! A falta de novedades, a veces creo que rebobinan la información para repetirla un día y otro. No hay nubes, ni cerca ni lejos. El contenido de los pantanos está muy por debajo de su capacidad. Los ayuntamientos amenazan con cortes de agua. Y para colmo, cuentan las malas lenguas que hasta el rocío nocturno va a declararse en huelga. Con toda la ilusión del mundo, para salir del paso, adornan nuestro querido mapa con alguna brumilla matutina.
Eso me hace pensar que si esto no cambia, los meteorólogos, o sea, los predicadores del tiempo, tienen sus días contados. Ellos, quizás muchos no lo sepan, dependen de la gracia que Dios nos da en las variaciones del tiempo. ¿No les notáis cierto nerviosismo? Cada día, para no dar la cara, se acusa más su postura de perfil mientras nos hablan, y cada día, aunque quieran demostrar cierto dinamismo corporal, tienen menos que decirnos. ¿Os habéis fijado que tampoco sostienen nuestra mirada cuando el regidor les obliga a ponerse de frente? Eso es para no darnos falsas esperanzas, para no echarnos en cara, lo saben bien, que estamos matando nuestro planeta además de dejarlos en el paro. Pobre gente.
Comentan que algunos han empezado a orar. Curioso, porque el refrán dice que sólo se acuerdan de pedir cuando truena, ¿a santa Rita, o es a santa Bárbara? Es que hace tantos años que sólo confío en Dios… ¡Lo que son las cosas! ¿A quién rogarán los predicadores del tiempo para que ocurra lo contrario de lo que sucede, a quien le piden novedades que nos faciliten la vida?, me pregunto.
A mí me resulta eficaz la relación que me une a Dios. Por ejemplo, cuando noto que en nuestro lago de relaciones familiares, baja la comunicación, le pido su lluvia. Cuando los hectómetros cúbicos de salud quieren evaporarse, le pido su lluvia. Cuando la relación de amor con nuestros amigos comienza a sufrir cortes diarios, le pido su lluvia.
Que Dios nos empape. Que nos rocíe al menos.
Publicado en Protestante Digital el 8 de octubre de 2005
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