Recuerdo, cuando recién iniciaba mi caminar cristiano, que acceder a ciertos libros de teología que no se conformaban a la “ortodoxia” evangélica era misión imposible en nuestras librerías confesionales. Gracias a Dios que ciertas editoriales católicas comenzaron a publicar literatura protestante de un talante diferente al normativo en nuestro minoritario pueblo evangélico español. De ahí que muchos acudiéramos antes a las librerías católicas que a las protestantes.
Hoy, la red de redes, nos permite acceder a cualquier tipo de pensamiento u opinión sea ésta ortodoxa o heterodoxa. La libertad de expresión forma parte de la identidad de la red, pese a los muchos intentos que se hacen por poner límites al ciberespacio.
Por ello una revista virtual como Lupa requiere de los que en ella escriben un alto grado de encaje de la crítica. También requiere de los que comentan los artículos una gran mesura y sensatez, ya sea dando parabienes o realizando una análisis crítico del articulo comentado. La ventaja de una revista virtual es la posibilidad que brinda de sostener una relación virtual e inmediata entre el que escribe y el que comenta.
Ahora bien, después de casi siete años de existencia de nuestra revista, muchas clases de comentarios se han vertido en la misma. En ocasiones firmados con nombres y apellidos, en otras utilizando un seudónimo. Así es, y así será. Está bien. No hay problema.
Dicho esto, también quiero expresar mi preocupación acerca de algunos tipos de comentaristas que se dedican a decir la suya, aunque “la suya” nada tenga que ver con el tema del artículo o columna comentada. O aquellos que confunden la sección de comentarios con un foro más de los muchos que pululan por la red, dedicándose a establecer una “pelea” -sin ton, ni son- con otros comentaristas. O ese tipo de comentarios que no tienen ni pies, ni cabeza. Vamos, que los lees y te pierdes.
También existen aquellos –y esto si que es grave- que apelan a la descalificación personal del autor del escrito que comentan cuando no al insulto de trazos gruesos. Por ejemplo, hace unos días nos llegó un comentario que se iniciaba diciendo, “eres un desgraciado…” , dirigidas evidentemente al autor del artículo. Podría poner muchos ejemplos más –demasiados en mi hemeroteca virtual- de trazo todavía más grueso o que apelaban a la vida privada de los autores, pero valga un botón como muestra, y al buen entendedor con pocas palabras le basta. Ese tipo de comentarios ponen de manifiesto la insensatez del que los escribe, su falta de compromiso con los valores cristianos y su mala educación. Evidentemente no los publicamos y no llegan, ni llegarán jamás, a nuestros colaboradores.
La red fomenta la libertad de expresión tanto para el que escribe como para el que comenta. Pero por favor seamos sensatos a la hora de comentar, y seamos -utilizando un lenguaje pugilístico- buenos fajadores de las críticas que puedan recibir nuestros escritos.
A unos y a otros nos aconsejará Pablo de Tarso, “examinadlo todo, y retened lo bueno”. Y en ello estamos. Creedme, no puede ser de otra manera.
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