Mi nombre es Ana, para él era su princesa, su tesoro…Mis monstruos no eran ficticios, es terrible que te haga daño la persona que más quieres. (Víctima de abuso sexual infantil)
Alicia estaba escuchando atenta la descripción que yo hacía de cada cuadro de la exposición, cuando llegamos al cuadro de Ana me pidió que lo dejáramos para el final, porque quería ser ella la que me hablara de lo que le sugería el ver ese cuadro.
Cuando, por fin, Alicia tomó la palabra, me describió y me descubrió el cuadro que yo había pintado, supo ponerse en el lugar de Ana y a la vez trasladarme a su lado. Me habló de la necesidad de cuidado que tenía aquella niña. Me dijo que aquellos que más deberían haberle amado, le habían fallado. Me habló del dolor infinito de esa mirada. Me habló de cómo le gustaría llevarla a su casa y ofrecerle todo el cariño que le habían negado.
He visto mucha gente acercarse a ti Ana, queriéndose sacar una foto a tu lado, pero cuando se acercaban lo suficiente como para leer tu historia, los he visto bajar la mirada. Entonces cambiaba su expresión, te veían de otra forma, te comunicabas, hablabas con ellos.
Cuántas veces he tenido la sensación de que tu imagen se creaba a sí misma, que yo era un medio, una herramienta más, no un creador, si no un descubridor de lo que ya estaba allí. Así fue contigo Ana, fuiste surgiendo, desde el dolor y la incompresión que me producía tu historia, te fuiste abriendo camino, reclamando visibilidad, en medio de la invisibilidad a la que están condenados los nadies. Reclamando voz, en lugar del silencio culpable. Reclamando esperanza.
Y esa esperanza es tuya, Ana, porque a través de la profunda tristeza de tu mirada surge la determinación de recobrar la dignidad perdida y darla a los demás. Porque todo aquello que reivindicas es lo mínimo que podemos esperar recibir al llegar a este mundo.
¿Sabes Ana? Al reclamar amor ya lo estás dando, como se lo diste a Alicia cuando se descubrió en tu rostro. No necesitó leer tu texto para conocer tu historia. Te descubrió frágil y por eso se contagió de tu fuerza. Te descubrió necesitada de amor y por eso deseó cubrirte de besos, arroparte y cuidarte. Y eso lo has hecho tú, Ana, con tu mirada. Has logrado transmitir y llenar un corazón con aquello de lo que más has creído carecer. Fuerza y amor.
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