Una persona no se comporta en una boda como si estuviera en un funeral, y no actúa en un funeral como si estuviera en una boda. Es de sentido común. En parte esto es lo que sucede en el Evangelio según Marcos, 2: 18-22. Los fariseos, desafiantes, preguntan a Jesús:
¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan?
El ayuno era un acto de luto, o de contrición y arrepentimiento, y el ayuno que practicaban los fariseos y los seguidores de Juan Bautista tenía sentido. Palestina estaba ocupada por los romanos. La economía imperial incrementaba la presión fiscal y como consecuencia mucha gente perdía sus tierras ancestrales, y el dinero se concentraba cada vez más en pocas manos. La jerarquía religiosa se acomodaba al imperio y también añadió presión fiscal.
Existía otra razón teológica para la práctica del ayuno. Creían los judíos que el exilio del pasado y la ocupación extranjera del presenta eran en un sentido castigos de Dios por el pecado del pueblo. Si el pueblo se arrepintiera y volviera de todo corazón a Dios, entonces el Señor actuaría para salvarles y restaurar el pueblo como nación libre y como sendero de luz a las naciones gentiles. El ayuno servía como una demostración de sinceridad y arrepentimiento que tocaría el corazón de Dios para que interviniera. El ayuno tenía sentido.
Entonces, ¿por qué responde Jesús la manera siguiente?
¿Acaso pueden los que están de bodas ayunar mientras está con ellos el esposo? Entre tanto que tienen consigo el esposo, no pueden ayunar.
¿Ignora Jesús la realidad que le rodea? ¿Tiene su cabeza en las nubes? La respuesta sólo tiene sentido si uno toma en cuenta el contexto del evangelio de Marcos desde el inicio del ministerio de Jesús hasta este momento.
Jesús inicia su ministerio anunciando el reino de Dios. «El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepentíos y creed en el evangelio!” (1:15). Este anuncio corresponde completamente con la esperanza expresada por el ayuno de los fariseos. Estaban esperando la intervención de Dios.
Después de esta introducción hay una serie de manifestaciones del reino de Dios a través del ministerio de Jesús. En Marcos 1:38-39 Jesús expulsa demonios, luego cura a un leproso. Provoca un escándalo cuando anuncia el perdón de pecados a un paralítico. ¿No era el perdón lo que buscaban los fariseos a través de su ayuno? Ello evidencia que no estaba hablando palabras vacías cuando sanó al paralítico.
Jesús continúa molestando a los líderes religiosos porque tiene la audacia de llamar a un cobrador de impuestos, un colaborador de Roma, a seguirle, y acepta su hospitalidad. Cuando se lo reprochan, Jesús responde: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.” Otra vez, ¿no es eso señal de una respuesta al ayuno de los fariseos y los discípulos de Juan el Bautista?
Los fariseos no caían en la cuenta. El reino de Dios irrumpía con Jesús. Los exorcismos, las sanidades, la restauración de colaboradores con el imperio al pueblo de Dios, como es el caso de Leví, son signos de la presencia del reino de Dios. Perdón, liberación y restauración son las respuestas a las oraciones que representaban el ayuno.
Por eso, Jesús puede compararse con el esposo en una boda. Mientras Jesús está con ellos no hay motivo de ayuno, porque el reino está brotando. El reino está presente. ¡Tengamos fiesta! ¡Celebremos!
En nuestra sociedad y nuestro mundo hay muchos motivos para el ayuno. La guerra, la injusticia, la desigualdad, el envenenamiento del medio ambiente junto con a miles de motivos más son razones suficientes para estar de luto, para estar deprimido, para ayunar y buscar el rostro de Dios.
Sin embargo, Jesús también está en nuestro mundo y hay signos de la presencia del reino de Dios entre nosotros. Un matrimonio en conflicto se reconcilia. Un toxicómano toma la decisión en su fuero interior de buscar ayuda. Un niño con el síndrome de down es aceptado y querido por sus padres. Un muro de separación se derriba y abre el camino a reunir un país dividido. Un dictador muere y el país respira libertad y democracia.
El reino de Dios irrumpe. ¡Celebremos!
¿No se abren tus ojos al considerar el texto de esta manera? Considera tu vida en el último mes a la luz de este pasaje, ¿no descubres signos de la presencia de Jesús, de la presencia del reino de Dios? En medio del caos que experimenta el mundo, Jesús trae perdón, liberación y restauración. ¡Aleluya! ¡Celebremos!
Pero más adelante encontramos otro versículo. Jesús dice:
Vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán.
Esta es la parte que hemos olvidado. Me temo que gran parte de la Iglesia ha olvidado ayunar. Nos enfocamos tanto en la resurrección y la victoria de Cristo que olvidamos los motivos de la cruz, que son los mismos motivos para el ayuno.
John Wesley, el fundador del movimiento metodista, escribió un sermón titulado, “El arrepentimiento de creyentes”. Nos recuerda que el arrepentimiento no es sólo para los incrédulos, sino que es también apto para seguidores de Jesucristo.
Creo que la Iglesia necesita recuperar la práctica del ayuno por dos motivos. El primer motivo tiene que ver con la expresión de nuestro luto en solidaridad con los oprimidos y los marginados en este mundo. Necesitamos pasar un tiempo de reflexión y procurar una empatía que nos “toque” el corazón. Antes de poner nuestros ojos en la cruz a la luz de la resurrección, hay que considerar lo que representa la cruz antes de la resurrección. Es un símbolo de humillación, oprobio, odio, tortura, opresión, esclavitud y muerte. Ayunar es una manera de solidarizarnos con el mundo sin Cristo.
El segundo motivo para recuperar la práctica del ayuno es la contrición de corazón y el arrepentimiento sincero. La Iglesia necesita considerar su propio pecado, su propia complicidad con la miseria del mundo. ¿Cuántas veces buscamos el reconocimiento y el favor del rico y del poderoso en vez de hablar proféticamente palabras de justicia? Hay muchos casos donde la Iglesia apoya la guerra en vez de arriesgar los privilegios que le otorgan los que gobiernan nuestras sociedades. ¡Ello es motivo de contrición, de arrepentimiento y de ayuno!
Así que Jesús nos deja en una situación de ambigua. ¿Ayunamos o celebramos? Jesús responde: “Las dos cosas.” La Iglesia necesita recuperar la práctica del ayuno. Los olvidados del mundo necesitan nuestra solidaridad. Y tenemos que reconocer que caemos en la tentación de empatizar con los empobrecidos y oprimidos por el sistema. Es necesario escudriñar nuestro corazón y nuestras prácticas para identificar áreas de complicidad con el opresor.
Por otro lado, cada día Jesús hace palpable su presencia. El reino de Dios irrumpe en la historia como una semilla de mostaza. Crece, brota y se fortalece. ¡Hay motivos para la celebración!
¡Ayunemos! . . . y luego, ¡CELEBREMOS!
Marcos Abbott
Facultad de Teologñia SEUT, El Escorial,Madrid, España
- ¡Ayunemos! ¡Celebremos! (Marcos 2:18-22) - 13/02/2012