Introducción
Lo que propongo en las líneas que siguen es plantear el origen, impacto y contenido teológico-doctrinal del llamado “movimiento apostólico” o como ellos prefieren llamarse, “la nueva reforma apostólica”. Utilizaré el principio de la apostolicidad para orientar el análisis, destacaré los orígenes y raíces del movimiento, sus principales doctrinas y líderes. Ofreceré algunas observaciones desde mi propia teología sobre este movimiento y los desafíos que nos plantea.
Introducción
Lo que propongo en las líneas que siguen es plantear el origen, impacto y contenido teológico-doctrinal del llamado “movimiento apostólico” o como ellos prefieren llamarse, “la nueva reforma apostólica”. Utilizaré el principio de la apostolicidad para orientar el análisis, destacaré los orígenes y raíces del movimiento, sus principales doctrinas y líderes. Ofreceré algunas observaciones desde mi propia teología sobre este movimiento y los desafíos que nos plantea.
Introducción
Lo que propongo en las líneas que siguen es plantear el origen, impacto y contenido teológico-doctrinal del llamado “movimiento apostólico” o como ellos prefieren llamarse, “la nueva reforma apostólica”. Utilizaré el principio de la apostolicidad para orientar el análisis, destacaré los orígenes y raíces del movimiento, sus principales doctrinas y líderes. Ofreceré algunas observaciones desde mi propia teología sobre este movimiento y los desafíos que nos plantea.
Introducción
Lo que propongo en las líneas que siguen es plantear el origen, impacto y contenido teológico-doctrinal del llamado “movimiento apostólico” o como ellos prefieren llamarse, “la nueva reforma apostólica”. Utilizaré el principio de la apostolicidad para orientar el análisis, destacaré los orígenes y raíces del movimiento, sus principales doctrinas y líderes. Ofreceré algunas observaciones desde mi propia teología sobre este movimiento y los desafíos que nos plantea.
Para ubicar el tema me tomo la libertad de citar de mi libro, Introducción a la unidad cristiana, sobre lo que entendemos por apostolicidad.
La apostolicidad ha girado sobre los fundamentos sacramentales e institucionales de las iglesias con referencia al núcleo apostólico del Nuevo Testamento y su interpretación. Aquí pueden destacarse dos extremos: el principio restauracionista que concibe la iglesia como entidad u organismo que ha perdido su vitalidad originaria o se ha desviado de su misión esencial y necesita ser restaurada. Del otro lado, una concepción sacramental que apunta a la visibilidad de una estructura burocrático-litúrgica que a pesar del pecado humano y las desviaciones, insiste en la dispensación de la gracia divina en el cuerpo que es la iglesia. Existen, por supuesto, posiciones intermedias que propugnan la necesidad de reformar la iglesia continuamente y la centralidad de la palabra y los sacramentos, donde el evangelio es proclamado y esos sacramentos administrados (Álvarez 2010, 18-19).
La nueva reforma apostólica
Cuando se trata de ubicar lo que se denomina “la nueva reforma apostólica” o “la ola apostólica”, “el movimiento apostólico”, hay que trazar las así llamadas “tres olas” del Espíritu Santo del siglo XX. La primera ola es el movimiento pentecostal, que irrumpe entre 1901 y 1906 en Estados Unidos. Y luego surge en otras partes del mundo como es el caso en Chile a partir de 1907. En los años 60 y 70 se aplicaba el término a las manifestaciones carismáticas protestantes y católicas, y grupos independientes carismáticos. Hubo líderes prominentes como Dennis Bennett en la Iglesia Episcopal de Estados Unidos, Larry Christenson entre las iglesias luteranas como la Iglesia Luterana en América, y grupos carismáticos católicos en distintas universidades, como es el caso de la Universidad de Marquette en Milwaukee, Wisconsin. Los dos énfasis principales en estos movimientos eran el bautismo en el Espíritu Santo y la oración como instrumento de renovación personal y comunitaria. La idea no era fundar o establecer nuevas iglesias, sino renovar las existentes.
A partir de 1980 surge una “tercera ola” con el pastor de una comunidad cuáquera, John Wimber, y el Dr. C. Peter Wagner en California. Estos dos líderes se encontraron en el contexto del Seminario Fuller en Pasadena, California. Wagner era profesor de cursos en iglecrecimiento en la Escuela de Misión Mundial en Fuller, y Wimber había iniciado una comunidad carismática llamada Confraternidad Cristiana “La Viña” en Anaheim, California.
La relación entre el estudiante John Wimber y el profesor Wagner consolidó desde el Seminario Fuller un movimiento de “señales y prodigios” con un “evangelismo con poder”. Muy pronto el movimiento comenzó a expandirse por Estados Unidos, Canadá y otras partes del mundo. El ministerio de oración para la liberación y las sanidades eran sus enfoques principales (Bühne 1994,11-46).
Hubo, además expresiones como “la bendición de Toronto”, un movimiento carismático cuyo énfasis es “la risa santa” y el postrarse en el altar por horas. Este movimiento se expandió por Australia, Asia, Europa, y algunas partes de Latinoamérica. También se le llamó el movimiento de la “embriaguez en el Espíritu”. Rodney Howard-Browne, evangelista de África del Sur, era el “evangelista de la risa” o como el mismo se denomina “el coctelero del Espíritu Santo” (Bühne 1994, 173-176).
Uno de los más prominentes apóstoles, Guillermo Maldonado, colombiano, fundador del Ministerio Internacional El Rey Jesús, resume de esta forma como ellos mismos conciben su ministerio apostólico y su origen:
Desde mediados del siglo XX, Dios ha venido restaurando distintas áreas y funciones del cuerpo de Cristo. Estas funciones estaban adormecidas y relegadas; pero hoy están siendo levantadas. De 1940 a 1950, Dios restauró el ministerio del pastor. De 1950 a 1960, fue el tiempo del evangelista De 1960 a 1970, el Señor levantó el ministerio del maestro; y, del mismo modo, sucedió con el profeta en la década de los ochenta. Hoy, a partir de 1990, Dios ha restaurado el ministerio del apóstol (Maldonado 2006b, 5).
En la presente coyuntura internacional globalizada se aplica el término a nuevas formas pentecostales tras-nacionalizadas, con nuevos esquemas organizativos, nuevas liturgias y una nueva presencia social y económica. Este es un fenómeno bien complicado, que tiene muchas aristas, que sale, en parte, del pentecostalismo clásico, y también de nuevas expresiones que en general se describen como movimientos neo-pentecostales.
Es muy importante recalcar que teológica, doctrinal y litúrgicamente la nueva reforma apostólica va tomando elementos, símbolos, hermenéuticas bíblicas y estilos de adoración ya presentes en otros movimientos como la teología de la prosperidad, teología del dominio y los territorios, la guerra espiritual, el movimiento de alabanza y adoración, entre otros. Podemos afirmar que un buen número de esos movimientos neo-evangélicos-para denominarlos de alguna manera-no se consideran herederos del pentecostalismo o aún de los movimientos carismáticos. En realidad el movimiento apostólico es una nueva síntesis que va incorporando esas dimensiones ya presentes en aquellos movimientos neo-evangélicos, para intentar aportar su “nueva revelación”, como le llaman muchos apóstoles (Ocaña Flores, 45-58).
Recientemente la nueva reforma apostólica pone el énfasis en las “redes apostólicas” influidas por el lenguaje empresarial, social y de la nueva tecnología en la era virtual. Una expresión concreta de ello es la Coalición Internacional Apostólica que ha dirigido C. Peter Wagner desde el estado de Colorado en Estados Unidos. Se insiste, además, en el éxito financiero, e inclusive en llegar a pretender en el lenguaje simbólico a ser ricos porque “somos hijos e hijas de un gran rey”. “El que siembra escasamente cosechará escasamente”. Hay que ahorrar, sembrar, invertir, diezmar, y hacer un nuevo pacto con Dios. Dios es un propietario, es el dueño del oro y la plata donde quiera que esté. Esos son varios de los “códigos” usados.
Luego está la economía de mercado imperante globalmente que influye notablemente. A la economía neoliberal se le va poniendo un barniz teológico-bíblico, con una hermenéutica particular, elaborando un discurso simbólico, donde la persona tiene que ir pensando que eso de ser pobre es una maldición, un estado anímico-ideológico del que hay que salir. La evangelización ahora es evangelización de la prosperidad. El Evangelio de la prosperidad, y se le aplica a las enseñanzas y predicaciones de Cristo. Incluso, se tuercen los textos y se manipulan. Allí donde dice que Cristo sufrió, se insiste rápidamente que venció y triunfó. Y ni la cruz ni la segunda venida de Cristo son prominentes en ese pensamiento de la nueva reforma apostólica. Es el evangelio del éxito lo que se subraya. Por supuesto, en la predicación subrayan que no has prosperado porque no tuviste fe suficiente. No hiciste el pacto correcto con Dios, y no te puedes quejar. A nivel ideológico lo que impera es una ideología del consumo y la riqueza, aunque tú seas pobre. El asunto del exorcismo opera, sobre todo en el Obispo Edir Macedo (Macedo no se denomina apóstol, pero comparte mucho de sus principios), y su Iglesia Universal del Reino de Dios, en la cuestión de superar el sufrimiento. Si no lo podemos evitar, si lo podemos parar: “Pare de sufrir”. Al exorcizar el sufrimiento entonces nos liberamos. Estamos liberados para prosperar, para avanzar, para hacer un nuevo pacto con Dios, en el que Dios me va a bendecir. Es salirse de las ataduras, inclusive a veces en algunos sermones se dice que la peor atadura es el miedo a prosperar, al pobre creerse que no puede salir de su pobreza. Hay una nueva cosmovisión de bienes religiosos. El líder próspero es el texto, no la Biblia (Ocaña Flores, 100-151).
Estos movimientos se manifiestan muchas veces, como neopentecostalismos autónomos, de cura divina, como le llaman en Brasil. ¿Qué significa eso? Sí, salen de los pentecostalismos clásicos muchos de ellos, pero inmediatamente se conectan con movimientos religiosos trasnacionales en las “redes apostólicas”.
¿Cuál es la aspiración de esos neo-pentecostalismos o la nueva reforma apostólica? Establecer obra misionera en otros lugares del mundo. Entrar en el comercio mundial y el mercado religioso mundial. Yo los he llamado pentecostalismos de cura divina y prosperidad. Se les llama también neopentecostales, iglesias electrónicas transnacionalizadas. José Míguez Bonino los llama nuevas corrientes pentecostales, destacando que el gran problema es que disipan la autoridad de la Biblia y la autoridad pastoral. Ahora el héroe central es el héroe carismático empresario (Míguez Bonino 1995, 57-79). El que tiene éxito. Es un movimiento diverso y múltiple, no son realmente iglesias en el sentido tradicional.
C. Peter Wagner, el más influyente ideólogo-teólogo del movimiento de las redes apostólicas, dice que lo que sucedió en el Nuevo Testamento es lo que tenemos nosotros hoy aquí: La presencia plena del Espíritu Santo, en los apóstoles contemporáneos. La segunda era apostólica ha llegado desde el 1993 en que él se dio cuenta de esta nueva manifestación, afirma C. Peter Wagner (Caballeros & Winger 2005, 173-186).
En la nueva reforma apostólica la cuestión territorial y el dominio es fundamental, porque en los apóstoles como fenómeno social y religioso impera el criterio de la jerarquización, basada en Efesios 4:11. El trasfondo de la concepción jerarquizada proviene de una lectura altamente selectiva, aplicando textos del Antiguo Testamento, en lo que se denomina, “la unción del santo” (Arboleda Samuel 2007, 31-56).
Hay apóstoles generales, regionales, apóstoles territoriales, apóstoles de ciudades, en la red apostólica. En ese proceso tienen que ser conectados con la red. Hay relaciones de sujeción y correspondencia, y de “cobertura espiritual”, que implica dar el diezmo al apóstol y tomar de buena fe cualquier reprensión, consejo o corrección personal (Wagner 2002, 75-93).
C. Peter Wagner describe así su apreciación de lo que implica la nueva era apostólica:
La frase con la que yo defino a este odre nuevo que Dios ha brindado a iglesias como las que mencioné recientemente es ‘Nueva Reforma Apostólica’. Es nueva porque se diferencia de grupos de iglesias tradicionales que ya habían incorporado el término ‘apostólico’ a su nombre oficial; es una ‘reforma’ porque somos testigos del cambio más importante desde la Reforma Protestante; y es apostólica porque el reconocimiento del don y el cargo del apóstol es el más radical de una extensa lista de cambios. (Wagner 2002, 7).
La nueva jerarquización es que los apóstoles son los que gobiernan en esta era de reforma apostólica, como pasó en el Nuevo Testamento. El cristianismo tradicional en general ha caído en la apostasía, en renegar de la fe, tiene un espíritu religioso, pero no tienen fe, dice Pedro C. Wagner en su libro, Cómo ser libre del espíritu religioso. Los apóstoles sí tienen la revelación y la plenitud del espíritu, según Wagner (Wagner 2007, 19-33).
Bill Hamon, el otro ideólogo del movimiento, tiene un libro clave para entender este pensamiento, La Iglesia Eterna. Para Hamon la Iglesia de los nuevos apóstoles es la Iglesia Eterna, es la que está antes de los tiempos y más allá de todos los tiempos. Es a la que se debe aspirar. Todas las reformas anteriores son válidas, pero incompletas. “La Nueva Era Apostólica” es la plenitud de la Iglesia (Hamon 2003, 263-287).
Guillermo Maldonado, apóstol colombiano, pastor de una mega iglesia, Rey de Reyes, en Miami, ha escrito dos libros importantes, La generación del vino nuevo y el Ministerio del apóstol. En el primer libro destaca que la reforma apostólica es un correctivo que Dios envía cuando hay desviaciones en “formas de pensar y creencias”. Entonces, Dios comisiona a “los apóstoles de la Iglesia”. “La reforma apostólica toma lugar para traer cambios en el sistema de gobierno de la iglesia” (énfasis del apóstol Maldonado) (Maldonado 2006a, 114-116).
Los apóstoles están llamados a “juzgar y a decretar juicios en la iglesia. ¿Qué es un decreto? Es un anuncio público para indicar o dar a conocer abiertamente un decreto. Es una orden autoritaria y formal (énfasis mío) que tiene la fuerza de una ley, donde se proclama uno de los eternos propósitos de Dios” (Maldonado 2006a, 152). Entonces en esa red, dice Guillermo Maldonado, cuando uno llega a ser un apóstol, por ejemplo regional, o un apóstol nacional, ya puede decretar revelación. La ventaja que tiene el apostolado, en esta interpretación, es que tú recibes revelación divina directa y la decretas.
En el segundo libro, El ministerio del apóstol, el apóstol Guillermo Maldonado amplía su concepción sobre el papel y función del apóstol destacando la función pública de su ministerio:
El verdadero apóstol llega, con la gracia que Dios le ha dado, a tocar a políticos, presidentes, hombres y mujeres del gobierno, senadores, alcaldes y empresarios. Éstos vienen a él en busca de consejo porque reconocen la sabiduría divina que reposa en él (Maldonado 2006b, 79).
Nótese que la concepción del poder del apóstol Guillermo Maldonado en ningún momento subraya el servicio a las personas menesterosas, ni a la propia feligresía que participa en sus multitudinarios cultos. Como muy bien lo observara el pastor Freddy Guerrero, y citamos,
Lo apostólico en la Biblia está referido a roles de servicio igualitarios a los demás ministerios. Nada tiene que ver con la posición de privilegios, ni mucho menos con el uso y abuso de poder (Guerrero 2005, 15).
Uno de los apóstoles más influyentes en Estados Unidos, David Cannistracci, insiste que los apóstoles poseen un “poder sobrenatural”, que procede de la autoridad dada por Dios. Ha de usarse para enfrentar las “fallas del poder moderno”. Y por lo tanto equipa al apóstol para ejercer una influencia pública visible, imponer las manos para unción y autorización apostólica, tener la “revelación sobrenatural”, autoridad sobrenatural sobre la enfermedad, para exorcizar los demonios, contra la maldad y para resucitar muertos (Cannistracci 2005, 179-191).
Esto no es nuevo en la historia de la iglesia, siempre han surgido movimientos que reclaman la revelación especial, los que tienen la plenitud del Espíritu. Los movimientos que se consideran la “verdadera iglesia” o la “nueva revelación de Dios” son múltiples y variados a través de la historia del cristianismo.
He de resumir este tema aquí y ofreceré algunas conclusiones.
Los movimientos de la nueva era apostólica se presentan como nuevos productores de bienes religiosos, desde el punto de vista sociológico. Estas empresas religiosas se promueven como mediaciones de unción y bendición divina. Tienen estructuras paralelas a las iglesias establecidas que son flexibles, como es el caso de las redes apostólicas. Su énfasis es crear las redes desde las iglesias locales o celulares, y no necesariamente fundar nuevas denominaciones. De hecho, se consideran un movimiento “post-denominacional” (Wagner 2002, 115-116).
Hay una presencia muy significativa entre la alta burguesía, aunque en sus audiencias hay gente muy pobre. Pretenden ser influyentes en muchas esferas de la vida social, política y económica, con poder y autoridad. Participan activamente con candidatos a puestos políticos como ha sido el caso en Nicaragua, Guatemala y Perú, recientemente.
Los rituales en las redes apostólicas siguen más o menos el mismo patrón que los movimientos neo-pentecostales como la Iglesia Universal del Reino de Dios de Brasil o la Casa del Alfarero del Obispo T. D. Jakes en Dallas, Tejas. La unción de enfermos o el exorcismo siguen siendo prominentes.
Se sabe que participar en las redes apostólicas es por invitación. Son invitados a algunos retiros específicos, como en Guatemala, Colombia, Miami, Colorado, diversos lugares donde son prominentes los organizadores de las redes. Pero, de momento aparecen apóstoles que se autodenominan como tales. En conversaciones con algunos de los apóstoles aceptan que hay un puñado de apóstoles prominentes que realmente son los que tienen gran poder económico y político. Tal es el caso de C. Peter Wagner y Bill Hamon.
Un punto bien básico, en clave hermenéutica, es la alabanza. Hablan del Dios Todopoderoso, el Dios Providente, insisten en la alabanza como principio de adoración y pacto con Dios. De hecho la alabanza, en muchos movimientos apostólicos y neo-pentecostales en general, está al mismo nivel de la Palabra de Dios, sea proclamada o leída. Hay una insistencia en lo que llaman “la restauración del tabernáculo de David” (Ibarra Silguero, s.f., 46-66).
En muchos cultos se incita a la danza espontánea de la congregación. Hay grupos de danzas hebreas que complementan los extensos períodos de alabanza y danza, que según nuestra experiencia a veces ocupan hasta dos horas del culto.
Apostolicidad, vocación fundamental de la Misión
Permítanme, a manera de conclusión, puntualizar algunos desafíos que nos plantea como iglesia que afirma y cree en la apostolicidad, este movimiento apostólico contemporáneo. Somos parte de un movimiento de restauración de la fe apostólica, y por lo tanto, respetamos la vertiente bíblica que nos lega la valiosa herencia de los apóstoles. Para reformar la iglesia, como hemos aprendido de nuestros abuelos reformados, sólo necesitamos afirmar que la iglesia es siempre santa y pecadora, en necesidad de constante reforma: ecclesia reformata, semper reformanda, es el verdadero desafío. Ello nos remite al Señor de la Iglesia, y al Reinado de Dios, que nos llama siempre al camino del discipulado con riesgo, para inscribirnos en la Misión de Dios. Esa es la esencia del Evangelio. Al final del día todo lo que somos, lo somos por la gracia de Dios.
Como muy acertadamente recalcara el colega y amigo, Dr. Charles van Engen, en la historia de la iglesia se han destacado cuatro dimensiones del concepto apostolicidad. La primera dimensión es la apostolicidad como envío a cumplir la misión, como lo registra Mateo 28. 19-20. La segunda dimensión tiene que ver con los apóstoles como núcleo fundacional de la iglesia primitiva, testigos oculares del Señor, su ministerio, pasión y resurrección. La tercera dimensión, a partir del siglo IV, se fue concentrando en un apostolado histórico representado en el papado. La cuarta dimensión, es el énfasis de la Reforma Protestante del siglo XVI en la Palabra de Dios de manera definitiva revelada en Jesucristo. Los reformadores insistieron que el referente apostólico invita a la fidelidad a sus enseñanzas y el testimonio de los apóstoles (Guerrero y Bonilla xx-xxiii).
La nueva reforma apostólica es un intento de reinterpretación bíblico-teológica que nos debe advertir sobre nuestros fundamentos doctrinales, cómo enseñamos la fe y como acompañamos pastoralmente a nuestra gente.
Quisiera insistir en una dimensión que me parece atinada frente al desafío de este movimiento de reforma apostólica. Y me permito referirme a otros párrafos que cito de mi libro Introducción a la unidad cristiana:
La unidad destaca la comunión fraternal con Dios a través de Cristo en la acción del Espíritu, como lo atestigua un texto clave en Efesios 4:4-6. Subyace una confesión básica en la manifestación amorosa del Dios trino. Además, se proclama que por la presencia del Dios trino este Cristo es cabeza de la toda la creación (Col.1:18). En los diálogos ecuménicos se ha hecho un gran esfuerzo en intentar no solo tener pruebas bíblicas, doctrinales, históricas y teológicas, sino buscar un eje central hacia donde propende la identidad cristiana: La acción redentora de Dios manifestada en Jesucristo. La aceptación de la diversidad que promueve la unidad posibilita el reconocimiento, la tolerancia, la pluralidad y la diferencia como querida por Dios. ¡Y una gran dosis de humildad! La búsqueda de la verdad en amor es signo y promesa de la unidad que ya ha comenzado a ser una realidad en la vida de las iglesias (Álvarez 2010, 18).
Es evidente que estamos en la encrucijada de unos nuevos movimientos religiosos inéditos; muchas veces bien difusos y en otras ocasiones bastantes confusos. Hemos de estar atentos a su devenir y evolución. Los Discípulos de Cristo somos un movimiento de restauración, apegados al testimonio bíblico, siempre abiertos al soplo renovador del Espíritu, confiados en el poder de Dios, y no en el nuestro.
Referencias bibliográficas:
Álvarez, Carmelo. Introducción a la unidad cristiana. Nashville: Abingdon Press, 2010.
Arboleda, Samuel. La unción del santo. Lima: Editorial Arboleda, 2007.
Bühne, Wolfgang. Explosión carismática. Trad. por Elisabet González Martín. Barcelona: Editorial CLIE, 1994.
Cannistracci, David. Los apóstoles y el movimiento apostólico. Trad. Por Luis Nahum Suárez. Lake Mary, Fla., 2005.
Guerrero Fariño, Freddy y Bonilla Cerquera, Yattenciy. Nuevas formas de poder. Movimientos apostólicos y mesianismos “evangélicos”. Quito: FLEREC-FLET-CLAI, 2005.
Hamon, Bill. The Eternal Church. Shippensburg, PA: Destiny Image Publishers, Inc., 2003.
Ibarra Silguero, Adoniram. Entre la espontaneidad y el profesionalismo. Coatzacoalcos, Veracruz: Editorial Buena Noticia, s.f.
Maldonado, Guillermo. La generación del vino nuevo. 4ta. Edición. Miami: Tiempo de Cambio, 2006.
________________, El ministerio de apóstol. Miami: ERJ Publicaciones, 2006b.
Míguez Bonino, José. Rostros del protestantismo latinoamericano. Buenos Aires-Grand Rapids: Nueva Creación-Wm. B. Eerdmans, 1995.
Ocaña Flores, Martín. Los banqueros de Dios. Una aproximación evangélica a la Teología de la Prosperidad. Lima: Ediciones Puma, 2002.
Núñez, Emilio Antonio. El movimiento apostólico contemporáneo. Guatemala: Ediciones y Publicaciones Mar Lor, 2001.
Wagner, Peter C. Apóstoles en la iglesia de hoy. Buenos Aires: Editorial Peniel, 2002.
______________, Apóstoles de la ciudad. Miami: Editorial Vida, 2004.
______________,”Una nueva reforma apostólica” en Caballeros, Harold y Winger, Mel, eds. El poder transformador del avivamiento. Buenos Aires: Editorial Peniel, 2005.
______________, Cómo ser libre del espíritu religioso. Buenos Aires: Editorial Peniel, 2007.
Carmelo Álvarez
Cátedra Carmelo Álvarez Pérez, 13 de mayo 2012
Para ubicar el tema me tomo la libertad de citar de mi libro, Introducción a la unidad cristiana, sobre lo que entendemos por apostolicidad.
La apostolicidad ha girado sobre los fundamentos sacramentales e institucionales de las iglesias con referencia al núcleo apostólico del Nuevo Testamento y su interpretación. Aquí pueden destacarse dos extremos: el principio restauracionista que concibe la iglesia como entidad u organismo que ha perdido su vitalidad originaria o se ha desviado de su misión esencial y necesita ser restaurada. Del otro lado, una concepción sacramental que apunta a la visibilidad de una estructura burocrático-litúrgica que a pesar del pecado humano y las desviaciones, insiste en la dispensación de la gracia divina en el cuerpo que es la iglesia. Existen, por supuesto, posiciones intermedias que propugnan la necesidad de reformar la iglesia continuamente y la centralidad de la palabra y los sacramentos, donde el evangelio es proclamado y esos sacramentos administrados (Álvarez 2010, 18-19).
La nueva reforma apostólica
Cuando se trata de ubicar lo que se denomina “la nueva reforma apostólica” o “la ola apostólica”, “el movimiento apostólico”, hay que trazar las así llamadas “tres olas” del Espíritu Santo del siglo XX. La primera ola es el movimiento pentecostal, que irrumpe entre 1901 y 1906 en Estados Unidos. Y luego surge en otras partes del mundo como es el caso en Chile a partir de 1907. En los años 60 y 70 se aplicaba el término a las manifestaciones carismáticas protestantes y católicas, y grupos independientes carismáticos. Hubo líderes prominentes como Dennis Bennett en la Iglesia Episcopal de Estados Unidos, Larry Christenson entre las iglesias luteranas como la Iglesia Luterana en América, y grupos carismáticos católicos en distintas universidades, como es el caso de la Universidad de Marquette en Milwaukee, Wisconsin. Los dos énfasis principales en estos movimientos eran el bautismo en el Espíritu Santo y la oración como instrumento de renovación personal y comunitaria. La idea no era fundar o establecer nuevas iglesias, sino renovar las existentes.
A partir de 1980 surge una “tercera ola” con el pastor de una comunidad cuáquera, John Wimber, y el Dr. C. Peter Wagner en California. Estos dos líderes se encontraron en el contexto del Seminario Fuller en Pasadena, California. Wagner era profesor de cursos en iglecrecimiento en la Escuela de Misión Mundial en Fuller, y Wimber había iniciado una comunidad carismática llamada Confraternidad Cristiana “La Viña” en Anaheim, California.
La relación entre el estudiante John Wimber y el profesor Wagner consolidó desde el Seminario Fuller un movimiento de “señales y prodigios” con un “evangelismo con poder”. Muy pronto el movimiento comenzó a expandirse por Estados Unidos, Canadá y otras partes del mundo. El ministerio de oración para la liberación y las sanidades eran sus enfoques principales (Bühne 1994,11-46).
Hubo, además expresiones como “la bendición de Toronto”, un movimiento carismático cuyo énfasis es “la risa santa” y el postrarse en el altar por horas. Este movimiento se expandió por Australia, Asia, Europa, y algunas partes de Latinoamérica. También se le llamó el movimiento de la “embriaguez en el Espíritu”. Rodney Howard-Browne, evangelista de África del Sur, era el “evangelista de la risa” o como el mismo se denomina “el coctelero del Espíritu Santo” (Bühne 1994, 173-176).
Uno de los más prominentes apóstoles, Guillermo Maldonado, colombiano, fundador del Ministerio Internacional El Rey Jesús, resume de esta forma como ellos mismos conciben su ministerio apostólico y su origen:
Desde mediados del siglo XX, Dios ha venido restaurando distintas áreas y funciones del cuerpo de Cristo. Estas funciones estaban adormecidas y relegadas; pero hoy están siendo levantadas. De 1940 a 1950, Dios restauró el ministerio del pastor. De 1950 a 1960, fue el tiempo del evangelista De 1960 a 1970, el Señor levantó el ministerio del maestro; y, del mismo modo, sucedió con el profeta en la década de los ochenta. Hoy, a partir de 1990, Dios ha restaurado el ministerio del apóstol (Maldonado 2006b, 5).
En la presente coyuntura internacional globalizada se aplica el término a nuevas formas pentecostales tras-nacionalizadas, con nuevos esquemas organizativos, nuevas liturgias y una nueva presencia social y económica. Este es un fenómeno bien complicado, que tiene muchas aristas, que sale, en parte, del pentecostalismo clásico, y también de nuevas expresiones que en general se describen como movimientos neo-pentecostales.
Es muy importante recalcar que teológica, doctrinal y litúrgicamente la nueva reforma apostólica va tomando elementos, símbolos, hermenéuticas bíblicas y estilos de adoración ya presentes en otros movimientos como la teología de la prosperidad, teología del dominio y los territorios, la guerra espiritual, el movimiento de alabanza y adoración, entre otros. Podemos afirmar que un buen número de esos movimientos neo-evangélicos-para denominarlos de alguna manera-no se consideran herederos del pentecostalismo o aún de los movimientos carismáticos. En realidad el movimiento apostólico es una nueva síntesis que va incorporando esas dimensiones ya presentes en aquellos movimientos neo-evangélicos, para intentar aportar su “nueva revelación”, como le llaman muchos apóstoles (Ocaña Flores, 45-58).
Recientemente la nueva reforma apostólica pone el énfasis en las “redes apostólicas” influidas por el lenguaje empresarial, social y de la nueva tecnología en la era virtual. Una expresión concreta de ello es la Coalición Internacional Apostólica que ha dirigido C. Peter Wagner desde el estado de Colorado en Estados Unidos. Se insiste, además, en el éxito financiero, e inclusive en llegar a pretender en el lenguaje simbólico a ser ricos porque “somos hijos e hijas de un gran rey”. “El que siembra escasamente cosechará escasamente”. Hay que ahorrar, sembrar, invertir, diezmar, y hacer un nuevo pacto con Dios. Dios es un propietario, es el dueño del oro y la plata donde quiera que esté. Esos son varios de los “códigos” usados.
Luego está la economía de mercado imperante globalmente que influye notablemente. A la economía neoliberal se le va poniendo un barniz teológico-bíblico, con una hermenéutica particular, elaborando un discurso simbólico, donde la persona tiene que ir pensando que eso de ser pobre es una maldición, un estado anímico-ideológico del que hay que salir. La evangelización ahora es evangelización de la prosperidad. El Evangelio de la prosperidad, y se le aplica a las enseñanzas y predicaciones de Cristo. Incluso, se tuercen los textos y se manipulan. Allí donde dice que Cristo sufrió, se insiste rápidamente que venció y triunfó. Y ni la cruz ni la segunda venida de Cristo son prominentes en ese pensamiento de la nueva reforma apostólica. Es el evangelio del éxito lo que se subraya. Por supuesto, en la predicación subrayan que no has prosperado porque no tuviste fe suficiente. No hiciste el pacto correcto con Dios, y no te puedes quejar. A nivel ideológico lo que impera es una ideología del consumo y la riqueza, aunque tú seas pobre. El asunto del exorcismo opera, sobre todo en el Obispo Edir Macedo (Macedo no se denomina apóstol, pero comparte mucho de sus principios), y su Iglesia Universal del Reino de Dios, en la cuestión de superar el sufrimiento. Si no lo podemos evitar, si lo podemos parar: “Pare de sufrir”. Al exorcizar el sufrimiento entonces nos liberamos. Estamos liberados para prosperar, para avanzar, para hacer un nuevo pacto con Dios, en el que Dios me va a bendecir. Es salirse de las ataduras, inclusive a veces en algunos sermones se dice que la peor atadura es el miedo a prosperar, al pobre creerse que no puede salir de su pobreza. Hay una nueva cosmovisión de bienes religiosos. El líder próspero es el texto, no la Biblia (Ocaña Flores, 100-151).
Estos movimientos se manifiestan muchas veces, como neopentecostalismos autónomos, de cura divina, como le llaman en Brasil. ¿Qué significa eso? Sí, salen de los pentecostalismos clásicos muchos de ellos, pero inmediatamente se conectan con movimientos religiosos trasnacionales en las “redes apostólicas”.
¿Cuál es la aspiración de esos neo-pentecostalismos o la nueva reforma apostólica? Establecer obra misionera en otros lugares del mundo. Entrar en el comercio mundial y el mercado religioso mundial. Yo los he llamado pentecostalismos de cura divina y prosperidad. Se les llama también neopentecostales, iglesias electrónicas transnacionalizadas. José Míguez Bonino los llama nuevas corrientes pentecostales, destacando que el gran problema es que disipan la autoridad de la Biblia y la autoridad pastoral. Ahora el héroe central es el héroe carismático empresario (Míguez Bonino 1995, 57-79). El que tiene éxito. Es un movimiento diverso y múltiple, no son realmente iglesias en el sentido tradicional.
C. Peter Wagner, el más influyente ideólogo-teólogo del movimiento de las redes apostólicas, dice que lo que sucedió en el Nuevo Testamento es lo que tenemos nosotros hoy aquí: La presencia plena del Espíritu Santo, en los apóstoles contemporáneos. La segunda era apostólica ha llegado desde el 1993 en que él se dio cuenta de esta nueva manifestación, afirma C. Peter Wagner (Caballeros & Winger 2005, 173-186).
En la nueva reforma apostólica la cuestión territorial y el dominio es fundamental, porque en los apóstoles como fenómeno social y religioso impera el criterio de la jerarquización, basada en Efesios 4:11. El trasfondo de la concepción jerarquizada proviene de una lectura altamente selectiva, aplicando textos del Antiguo Testamento, en lo que se denomina, “la unción del santo” (Arboleda Samuel 2007, 31-56).
Hay apóstoles generales, regionales, apóstoles territoriales, apóstoles de ciudades, en la red apostólica. En ese proceso tienen que ser conectados con la red. Hay relaciones de sujeción y correspondencia, y de “cobertura espiritual”, que implica dar el diezmo al apóstol y tomar de buena fe cualquier reprensión, consejo o corrección personal (Wagner 2002, 75-93).
C. Peter Wagner describe así su apreciación de lo que implica la nueva era apostólica:
La frase con la que yo defino a este odre nuevo que Dios ha brindado a iglesias como las que mencioné recientemente es ‘Nueva Reforma Apostólica’. Es nueva porque se diferencia de grupos de iglesias tradicionales que ya habían incorporado el término ‘apostólico’ a su nombre oficial; es una ‘reforma’ porque somos testigos del cambio más importante desde la Reforma Protestante; y es apostólica porque el reconocimiento del don y el cargo del apóstol es el más radical de una extensa lista de cambios. (Wagner 2002, 7).
La nueva jerarquización es que los apóstoles son los que gobiernan en esta era de reforma apostólica, como pasó en el Nuevo Testamento. El cristianismo tradicional en general ha caído en la apostasía, en renegar de la fe, tiene un espíritu religioso, pero no tienen fe, dice Pedro C. Wagner en su libro, Cómo ser libre del espíritu religioso. Los apóstoles sí tienen la revelación y la plenitud del espíritu, según Wagner (Wagner 2007, 19-33).
Bill Hamon, el otro ideólogo del movimiento, tiene un libro clave para entender este pensamiento, La Iglesia Eterna. Para Hamon la Iglesia de los nuevos apóstoles es la Iglesia Eterna, es la que está antes de los tiempos y más allá de todos los tiempos. Es a la que se debe aspirar. Todas las reformas anteriores son válidas, pero incompletas. “La Nueva Era Apostólica” es la plenitud de la Iglesia (Hamon 2003, 263-287).
Guillermo Maldonado, apóstol colombiano, pastor de una mega iglesia, Rey de Reyes, en Miami, ha escrito dos libros importantes, La generación del vino nuevo y el Ministerio del apóstol. En el primer libro destaca que la reforma apostólica es un correctivo que Dios envía cuando hay desviaciones en “formas de pensar y creencias”. Entonces, Dios comisiona a “los apóstoles de la Iglesia”. “La reforma apostólica toma lugar para traer cambios en el sistema de gobierno de la iglesia” (énfasis del apóstol Maldonado) (Maldonado 2006a, 114-116).
Los apóstoles están llamados a “juzgar y a decretar juicios en la iglesia. ¿Qué es un decreto? Es un anuncio público para indicar o dar a conocer abiertamente un decreto. Es una orden autoritaria y formal (énfasis mío) que tiene la fuerza de una ley, donde se proclama uno de los eternos propósitos de Dios” (Maldonado 2006a, 152). Entonces en esa red, dice Guillermo Maldonado, cuando uno llega a ser un apóstol, por ejemplo regional, o un apóstol nacional, ya puede decretar revelación. La ventaja que tiene el apostolado, en esta interpretación, es que tú recibes revelación divina directa y la decretas.
En el segundo libro, El ministerio del apóstol, el apóstol Guillermo Maldonado amplía su concepción sobre el papel y función del apóstol destacando la función pública de su ministerio:
El verdadero apóstol llega, con la gracia que Dios le ha dado, a tocar a políticos, presidentes, hombres y mujeres del gobierno, senadores, alcaldes y empresarios. Éstos vienen a él en busca de consejo porque reconocen la sabiduría divina que reposa en él (Maldonado 2006b, 79).
Nótese que la concepción del poder del apóstol Guillermo Maldonado en ningún momento subraya el servicio a las personas menesterosas, ni a la propia feligresía que participa en sus multitudinarios cultos. Como muy bien lo observara el pastor Freddy Guerrero, y citamos,
Lo apostólico en la Biblia está referido a roles de servicio igualitarios a los demás ministerios. Nada tiene que ver con la posición de privilegios, ni mucho menos con el uso y abuso de poder (Guerrero 2005, 15).
Uno de los apóstoles más influyentes en Estados Unidos, David Cannistracci, insiste que los apóstoles poseen un “poder sobrenatural”, que procede de la autoridad dada por Dios. Ha de usarse para enfrentar las “fallas del poder moderno”. Y por lo tanto equipa al apóstol para ejercer una influencia pública visible, imponer las manos para unción y autorización apostólica, tener la “revelación sobrenatural”, autoridad sobrenatural sobre la enfermedad, para exorcizar los demonios, contra la maldad y para resucitar muertos (Cannistracci 2005, 179-191).
Esto no es nuevo en la historia de la iglesia, siempre han surgido movimientos que reclaman la revelación especial, los que tienen la plenitud del Espíritu. Los movimientos que se consideran la “verdadera iglesia” o la “nueva revelación de Dios” son múltiples y variados a través de la historia del cristianismo.
He de resumir este tema aquí y ofreceré algunas conclusiones.
Los movimientos de la nueva era apostólica se presentan como nuevos productores de bienes religiosos, desde el punto de vista sociológico. Estas empresas religiosas se promueven como mediaciones de unción y bendición divina. Tienen estructuras paralelas a las iglesias establecidas que son flexibles, como es el caso de las redes apostólicas. Su énfasis es crear las redes desde las iglesias locales o celulares, y no necesariamente fundar nuevas denominaciones. De hecho, se consideran un movimiento “post-denominacional” (Wagner 2002, 115-116).
Hay una presencia muy significativa entre la alta burguesía, aunque en sus audiencias hay gente muy pobre. Pretenden ser influyentes en muchas esferas de la vida social, política y económica, con poder y autoridad. Participan activamente con candidatos a puestos políticos como ha sido el caso en Nicaragua, Guatemala y Perú, recientemente.
Los rituales en las redes apostólicas siguen más o menos el mismo patrón que los movimientos neo-pentecostales como la Iglesia Universal del Reino de Dios de Brasil o la Casa del Alfarero del Obispo T. D. Jakes en Dallas, Tejas. La unción de enfermos o el exorcismo siguen siendo prominentes.
Se sabe que participar en las redes apostólicas es por invitación. Son invitados a algunos retiros específicos, como en Guatemala, Colombia, Miami, Colorado, diversos lugares donde son prominentes los organizadores de las redes. Pero, de momento aparecen apóstoles que se autodenominan como tales. En conversaciones con algunos de los apóstoles aceptan que hay un puñado de apóstoles prominentes que realmente son los que tienen gran poder económico y político. Tal es el caso de C. Peter Wagner y Bill Hamon.
Un punto bien básico, en clave hermenéutica, es la alabanza. Hablan del Dios Todopoderoso, el Dios Providente, insisten en la alabanza como principio de adoración y pacto con Dios. De hecho la alabanza, en muchos movimientos apostólicos y neo-pentecostales en general, está al mismo nivel de la Palabra de Dios, sea proclamada o leída. Hay una insistencia en lo que llaman “la restauración del tabernáculo de David” (Ibarra Silguero, s.f., 46-66).
En muchos cultos se incita a la danza espontánea de la congregación. Hay grupos de danzas hebreas que complementan los extensos períodos de alabanza y danza, que según nuestra experiencia a veces ocupan hasta dos horas del culto.
Apostolicidad, vocación fundamental de la Misión
Permítanme, a manera de conclusión, puntualizar algunos desafíos que nos plantea como iglesia que afirma y cree en la apostolicidad, este movimiento apostólico contemporáneo. Somos parte de un movimiento de restauración de la fe apostólica, y por lo tanto, respetamos la vertiente bíblica que nos lega la valiosa herencia de los apóstoles. Para reformar la iglesia, como hemos aprendido de nuestros abuelos reformados, sólo necesitamos afirmar que la iglesia es siempre santa y pecadora, en necesidad de constante reforma: ecclesia reformata, semper reformanda, es el verdadero desafío. Ello nos remite al Señor de la Iglesia, y al Reinado de Dios, que nos llama siempre al camino del discipulado con riesgo, para inscribirnos en la Misión de Dios. Esa es la esencia del Evangelio. Al final del día todo lo que somos, lo somos por la gracia de Dios.
Como muy acertadamente recalcara el colega y amigo, Dr. Charles van Engen, en la historia de la iglesia se han destacado cuatro dimensiones del concepto apostolicidad. La primera dimensión es la apostolicidad como envío a cumplir la misión, como lo registra Mateo 28. 19-20. La segunda dimensión tiene que ver con los apóstoles como núcleo fundacional de la iglesia primitiva, testigos oculares del Señor, su ministerio, pasión y resurrección. La tercera dimensión, a partir del siglo IV, se fue concentrando en un apostolado histórico representado en el papado. La cuarta dimensión, es el énfasis de la Reforma Protestante del siglo XVI en la Palabra de Dios de manera definitiva revelada en Jesucristo. Los reformadores insistieron que el referente apostólico invita a la fidelidad a sus enseñanzas y el testimonio de los apóstoles (Guerrero y Bonilla xx-xxiii).
La nueva reforma apostólica es un intento de reinterpretación bíblico-teológica que nos debe advertir sobre nuestros fundamentos doctrinales, cómo enseñamos la fe y como acompañamos pastoralmente a nuestra gente.
Quisiera insistir en una dimensión que me parece atinada frente al desafío de este movimiento de reforma apostólica. Y me permito referirme a otros párrafos que cito de mi libro Introducción a la unidad cristiana:
La unidad destaca la comunión fraternal con Dios a través de Cristo en la acción del Espíritu, como lo atestigua un texto clave en Efesios 4:4-6. Subyace una confesión básica en la manifestación amorosa del Dios trino. Además, se proclama que por la presencia del Dios trino este Cristo es cabeza de la toda la creación (Col.1:18). En los diálogos ecuménicos se ha hecho un gran esfuerzo en intentar no solo tener pruebas bíblicas, doctrinales, históricas y teológicas, sino buscar un eje central hacia donde propende la identidad cristiana: La acción redentora de Dios manifestada en Jesucristo. La aceptación de la diversidad que promueve la unidad posibilita el reconocimiento, la tolerancia, la pluralidad y la diferencia como querida por Dios. ¡Y una gran dosis de humildad! La búsqueda de la verdad en amor es signo y promesa de la unidad que ya ha comenzado a ser una realidad en la vida de las iglesias (Álvarez 2010, 18).
Es evidente que estamos en la encrucijada de unos nuevos movimientos religiosos inéditos; muchas veces bien difusos y en otras ocasiones bastantes confusos. Hemos de estar atentos a su devenir y evolución. Los Discípulos de Cristo somos un movimiento de restauración, apegados al testimonio bíblico, siempre abiertos al soplo renovador del Espíritu, confiados en el poder de Dios, y no en el nuestro.
Referencias bibliográficas:
Álvarez, Carmelo. Introducción a la unidad cristiana. Nashville: Abingdon Press, 2010.
Arboleda, Samuel. La unción del santo. Lima: Editorial Arboleda, 2007.
Bühne, Wolfgang. Explosión carismática. Trad. por Elisabet González Martín. Barcelona: Editorial CLIE, 1994.
Cannistracci, David. Los apóstoles y el movimiento apostólico. Trad. Por Luis Nahum Suárez. Lake Mary, Fla., 2005.
Guerrero Fariño, Freddy y Bonilla Cerquera, Yattenciy. Nuevas formas de poder. Movimientos apostólicos y mesianismos “evangélicos”. Quito: FLEREC-FLET-CLAI, 2005.
Hamon, Bill. The Eternal Church. Shippensburg, PA: Destiny Image Publishers, Inc., 2003.
Ibarra Silguero, Adoniram. Entre la espontaneidad y el profesionalismo. Coatzacoalcos, Veracruz: Editorial Buena Noticia, s.f.
Maldonado, Guillermo. La generación del vino nuevo. 4ta. Edición. Miami: Tiempo de Cambio, 2006.
________________, El ministerio de apóstol. Miami: ERJ Publicaciones, 2006b.
Míguez Bonino, José. Rostros del protestantismo latinoamericano. Buenos Aires-Grand Rapids: Nueva Creación-Wm. B. Eerdmans, 1995.
Ocaña Flores, Martín. Los banqueros de Dios. Una aproximación evangélica a la Teología de la Prosperidad. Lima: Ediciones Puma, 2002.
Núñez, Emilio Antonio. El movimiento apostólico contemporáneo. Guatemala: Ediciones y Publicaciones Mar Lor, 2001.
Wagner, Peter C. Apóstoles en la iglesia de hoy. Buenos Aires: Editorial Peniel, 2002.
______________, Apóstoles de la ciudad. Miami: Editorial Vida, 2004.
______________,”Una nueva reforma apostólica” en Caballeros, Harold y Winger, Mel, eds. El poder transformador del avivamiento. Buenos Aires: Editorial Peniel, 2005.
______________, Cómo ser libre del espíritu religioso. Buenos Aires: Editorial Peniel, 2007.
Carmelo Álvarez
Cátedra Carmelo Álvarez Pérez, 13 de mayo 2012
Para ubicar el tema me tomo la libertad de citar de mi libro, Introducción a la unidad cristiana, sobre lo que entendemos por apostolicidad.
La apostolicidad ha girado sobre los fundamentos sacramentales e institucionales de las iglesias con referencia al núcleo apostólico del Nuevo Testamento y su interpretación. Aquí pueden destacarse dos extremos: el principio restauracionista que concibe la iglesia como entidad u organismo que ha perdido su vitalidad originaria o se ha desviado de su misión esencial y necesita ser restaurada. Del otro lado, una concepción sacramental que apunta a la visibilidad de una estructura burocrático-litúrgica que a pesar del pecado humano y las desviaciones, insiste en la dispensación de la gracia divina en el cuerpo que es la iglesia. Existen, por supuesto, posiciones intermedias que propugnan la necesidad de reformar la iglesia continuamente y la centralidad de la palabra y los sacramentos, donde el evangelio es proclamado y esos sacramentos administrados (Álvarez 2010, 18-19).
La nueva reforma apostólica
Cuando se trata de ubicar lo que se denomina “la nueva reforma apostólica” o “la ola apostólica”, “el movimiento apostólico”, hay que trazar las así llamadas “tres olas” del Espíritu Santo del siglo XX. La primera ola es el movimiento pentecostal, que irrumpe entre 1901 y 1906 en Estados Unidos. Y luego surge en otras partes del mundo como es el caso en Chile a partir de 1907. En los años 60 y 70 se aplicaba el término a las manifestaciones carismáticas protestantes y católicas, y grupos independientes carismáticos. Hubo líderes prominentes como Dennis Bennett en la Iglesia Episcopal de Estados Unidos, Larry Christenson entre las iglesias luteranas como la Iglesia Luterana en América, y grupos carismáticos católicos en distintas universidades, como es el caso de la Universidad de Marquette en Milwaukee, Wisconsin. Los dos énfasis principales en estos movimientos eran el bautismo en el Espíritu Santo y la oración como instrumento de renovación personal y comunitaria. La idea no era fundar o establecer nuevas iglesias, sino renovar las existentes.
A partir de 1980 surge una “tercera ola” con el pastor de una comunidad cuáquera, John Wimber, y el Dr. C. Peter Wagner en California. Estos dos líderes se encontraron en el contexto del Seminario Fuller en Pasadena, California. Wagner era profesor de cursos en iglecrecimiento en la Escuela de Misión Mundial en Fuller, y Wimber había iniciado una comunidad carismática llamada Confraternidad Cristiana “La Viña” en Anaheim, California.
La relación entre el estudiante John Wimber y el profesor Wagner consolidó desde el Seminario Fuller un movimiento de “señales y prodigios” con un “evangelismo con poder”. Muy pronto el movimiento comenzó a expandirse por Estados Unidos, Canadá y otras partes del mundo. El ministerio de oración para la liberación y las sanidades eran sus enfoques principales (Bühne 1994,11-46).
Hubo, además expresiones como “la bendición de Toronto”, un movimiento carismático cuyo énfasis es “la risa santa” y el postrarse en el altar por horas. Este movimiento se expandió por Australia, Asia, Europa, y algunas partes de Latinoamérica. También se le llamó el movimiento de la “embriaguez en el Espíritu”. Rodney Howard-Browne, evangelista de África del Sur, era el “evangelista de la risa” o como el mismo se denomina “el coctelero del Espíritu Santo” (Bühne 1994, 173-176).
Uno de los más prominentes apóstoles, Guillermo Maldonado, colombiano, fundador del Ministerio Internacional El Rey Jesús, resume de esta forma como ellos mismos conciben su ministerio apostólico y su origen:
Desde mediados del siglo XX, Dios ha venido restaurando distintas áreas y funciones del cuerpo de Cristo. Estas funciones estaban adormecidas y relegadas; pero hoy están siendo levantadas. De 1940 a 1950, Dios restauró el ministerio del pastor. De 1950 a 1960, fue el tiempo del evangelista De 1960 a 1970, el Señor levantó el ministerio del maestro; y, del mismo modo, sucedió con el profeta en la década de los ochenta. Hoy, a partir de 1990, Dios ha restaurado el ministerio del apóstol (Maldonado 2006b, 5).
En la presente coyuntura internacional globalizada se aplica el término a nuevas formas pentecostales tras-nacionalizadas, con nuevos esquemas organizativos, nuevas liturgias y una nueva presencia social y económica. Este es un fenómeno bien complicado, que tiene muchas aristas, que sale, en parte, del pentecostalismo clásico, y también de nuevas expresiones que en general se describen como movimientos neo-pentecostales.
Es muy importante recalcar que teológica, doctrinal y litúrgicamente la nueva reforma apostólica va tomando elementos, símbolos, hermenéuticas bíblicas y estilos de adoración ya presentes en otros movimientos como la teología de la prosperidad, teología del dominio y los territorios, la guerra espiritual, el movimiento de alabanza y adoración, entre otros. Podemos afirmar que un buen número de esos movimientos neo-evangélicos-para denominarlos de alguna manera-no se consideran herederos del pentecostalismo o aún de los movimientos carismáticos. En realidad el movimiento apostólico es una nueva síntesis que va incorporando esas dimensiones ya presentes en aquellos movimientos neo-evangélicos, para intentar aportar su “nueva revelación”, como le llaman muchos apóstoles (Ocaña Flores, 45-58).
Recientemente la nueva reforma apostólica pone el énfasis en las “redes apostólicas” influidas por el lenguaje empresarial, social y de la nueva tecnología en la era virtual. Una expresión concreta de ello es la Coalición Internacional Apostólica que ha dirigido C. Peter Wagner desde el estado de Colorado en Estados Unidos. Se insiste, además, en el éxito financiero, e inclusive en llegar a pretender en el lenguaje simbólico a ser ricos porque “somos hijos e hijas de un gran rey”. “El que siembra escasamente cosechará escasamente”. Hay que ahorrar, sembrar, invertir, diezmar, y hacer un nuevo pacto con Dios. Dios es un propietario, es el dueño del oro y la plata donde quiera que esté. Esos son varios de los “códigos” usados.
Luego está la economía de mercado imperante globalmente que influye notablemente. A la economía neoliberal se le va poniendo un barniz teológico-bíblico, con una hermenéutica particular, elaborando un discurso simbólico, donde la persona tiene que ir pensando que eso de ser pobre es una maldición, un estado anímico-ideológico del que hay que salir. La evangelización ahora es evangelización de la prosperidad. El Evangelio de la prosperidad, y se le aplica a las enseñanzas y predicaciones de Cristo. Incluso, se tuercen los textos y se manipulan. Allí donde dice que Cristo sufrió, se insiste rápidamente que venció y triunfó. Y ni la cruz ni la segunda venida de Cristo son prominentes en ese pensamiento de la nueva reforma apostólica. Es el evangelio del éxito lo que se subraya. Por supuesto, en la predicación subrayan que no has prosperado porque no tuviste fe suficiente. No hiciste el pacto correcto con Dios, y no te puedes quejar. A nivel ideológico lo que impera es una ideología del consumo y la riqueza, aunque tú seas pobre. El asunto del exorcismo opera, sobre todo en el Obispo Edir Macedo (Macedo no se denomina apóstol, pero comparte mucho de sus principios), y su Iglesia Universal del Reino de Dios, en la cuestión de superar el sufrimiento. Si no lo podemos evitar, si lo podemos parar: “Pare de sufrir”. Al exorcizar el sufrimiento entonces nos liberamos. Estamos liberados para prosperar, para avanzar, para hacer un nuevo pacto con Dios, en el que Dios me va a bendecir. Es salirse de las ataduras, inclusive a veces en algunos sermones se dice que la peor atadura es el miedo a prosperar, al pobre creerse que no puede salir de su pobreza. Hay una nueva cosmovisión de bienes religiosos. El líder próspero es el texto, no la Biblia (Ocaña Flores, 100-151).
Estos movimientos se manifiestan muchas veces, como neopentecostalismos autónomos, de cura divina, como le llaman en Brasil. ¿Qué significa eso? Sí, salen de los pentecostalismos clásicos muchos de ellos, pero inmediatamente se conectan con movimientos religiosos trasnacionales en las “redes apostólicas”.
¿Cuál es la aspiración de esos neo-pentecostalismos o la nueva reforma apostólica? Establecer obra misionera en otros lugares del mundo. Entrar en el comercio mundial y el mercado religioso mundial. Yo los he llamado pentecostalismos de cura divina y prosperidad. Se les llama también neopentecostales, iglesias electrónicas transnacionalizadas. José Míguez Bonino los llama nuevas corrientes pentecostales, destacando que el gran problema es que disipan la autoridad de la Biblia y la autoridad pastoral. Ahora el héroe central es el héroe carismático empresario (Míguez Bonino 1995, 57-79). El que tiene éxito. Es un movimiento diverso y múltiple, no son realmente iglesias en el sentido tradicional.
C. Peter Wagner, el más influyente ideólogo-teólogo del movimiento de las redes apostólicas, dice que lo que sucedió en el Nuevo Testamento es lo que tenemos nosotros hoy aquí: La presencia plena del Espíritu Santo, en los apóstoles contemporáneos. La segunda era apostólica ha llegado desde el 1993 en que él se dio cuenta de esta nueva manifestación, afirma C. Peter Wagner (Caballeros & Winger 2005, 173-186).
En la nueva reforma apostólica la cuestión territorial y el dominio es fundamental, porque en los apóstoles como fenómeno social y religioso impera el criterio de la jerarquización, basada en Efesios 4:11. El trasfondo de la concepción jerarquizada proviene de una lectura altamente selectiva, aplicando textos del Antiguo Testamento, en lo que se denomina, “la unción del santo” (Arboleda Samuel 2007, 31-56).
Hay apóstoles generales, regionales, apóstoles territoriales, apóstoles de ciudades, en la red apostólica. En ese proceso tienen que ser conectados con la red. Hay relaciones de sujeción y correspondencia, y de “cobertura espiritual”, que implica dar el diezmo al apóstol y tomar de buena fe cualquier reprensión, consejo o corrección personal (Wagner 2002, 75-93).
C. Peter Wagner describe así su apreciación de lo que implica la nueva era apostólica:
La frase con la que yo defino a este odre nuevo que Dios ha brindado a iglesias como las que mencioné recientemente es ‘Nueva Reforma Apostólica’. Es nueva porque se diferencia de grupos de iglesias tradicionales que ya habían incorporado el término ‘apostólico’ a su nombre oficial; es una ‘reforma’ porque somos testigos del cambio más importante desde la Reforma Protestante; y es apostólica porque el reconocimiento del don y el cargo del apóstol es el más radical de una extensa lista de cambios. (Wagner 2002, 7).
La nueva jerarquización es que los apóstoles son los que gobiernan en esta era de reforma apostólica, como pasó en el Nuevo Testamento. El cristianismo tradicional en general ha caído en la apostasía, en renegar de la fe, tiene un espíritu religioso, pero no tienen fe, dice Pedro C. Wagner en su libro, Cómo ser libre del espíritu religioso. Los apóstoles sí tienen la revelación y la plenitud del espíritu, según Wagner (Wagner 2007, 19-33).
Bill Hamon, el otro ideólogo del movimiento, tiene un libro clave para entender este pensamiento, La Iglesia Eterna. Para Hamon la Iglesia de los nuevos apóstoles es la Iglesia Eterna, es la que está antes de los tiempos y más allá de todos los tiempos. Es a la que se debe aspirar. Todas las reformas anteriores son válidas, pero incompletas. “La Nueva Era Apostólica” es la plenitud de la Iglesia (Hamon 2003, 263-287).
Guillermo Maldonado, apóstol colombiano, pastor de una mega iglesia, Rey de Reyes, en Miami, ha escrito dos libros importantes, La generación del vino nuevo y el Ministerio del apóstol. En el primer libro destaca que la reforma apostólica es un correctivo que Dios envía cuando hay desviaciones en “formas de pensar y creencias”. Entonces, Dios comisiona a “los apóstoles de la Iglesia”. “La reforma apostólica toma lugar para traer cambios en el sistema de gobierno de la iglesia” (énfasis del apóstol Maldonado) (Maldonado 2006a, 114-116).
Los apóstoles están llamados a “juzgar y a decretar juicios en la iglesia. ¿Qué es un decreto? Es un anuncio público para indicar o dar a conocer abiertamente un decreto. Es una orden autoritaria y formal (énfasis mío) que tiene la fuerza de una ley, donde se proclama uno de los eternos propósitos de Dios” (Maldonado 2006a, 152). Entonces en esa red, dice Guillermo Maldonado, cuando uno llega a ser un apóstol, por ejemplo regional, o un apóstol nacional, ya puede decretar revelación. La ventaja que tiene el apostolado, en esta interpretación, es que tú recibes revelación divina directa y la decretas.
En el segundo libro, El ministerio del apóstol, el apóstol Guillermo Maldonado amplía su concepción sobre el papel y función del apóstol destacando la función pública de su ministerio:
El verdadero apóstol llega, con la gracia que Dios le ha dado, a tocar a políticos, presidentes, hombres y mujeres del gobierno, senadores, alcaldes y empresarios. Éstos vienen a él en busca de consejo porque reconocen la sabiduría divina que reposa en él (Maldonado 2006b, 79).
Nótese que la concepción del poder del apóstol Guillermo Maldonado en ningún momento subraya el servicio a las personas menesterosas, ni a la propia feligresía que participa en sus multitudinarios cultos. Como muy bien lo observara el pastor Freddy Guerrero, y citamos,
Lo apostólico en la Biblia está referido a roles de servicio igualitarios a los demás ministerios. Nada tiene que ver con la posición de privilegios, ni mucho menos con el uso y abuso de poder (Guerrero 2005, 15).
Uno de los apóstoles más influyentes en Estados Unidos, David Cannistracci, insiste que los apóstoles poseen un “poder sobrenatural”, que procede de la autoridad dada por Dios. Ha de usarse para enfrentar las “fallas del poder moderno”. Y por lo tanto equipa al apóstol para ejercer una influencia pública visible, imponer las manos para unción y autorización apostólica, tener la “revelación sobrenatural”, autoridad sobrenatural sobre la enfermedad, para exorcizar los demonios, contra la maldad y para resucitar muertos (Cannistracci 2005, 179-191).
Esto no es nuevo en la historia de la iglesia, siempre han surgido movimientos que reclaman la revelación especial, los que tienen la plenitud del Espíritu. Los movimientos que se consideran la “verdadera iglesia” o la “nueva revelación de Dios” son múltiples y variados a través de la historia del cristianismo.
He de resumir este tema aquí y ofreceré algunas conclusiones.
Los movimientos de la nueva era apostólica se presentan como nuevos productores de bienes religiosos, desde el punto de vista sociológico. Estas empresas religiosas se promueven como mediaciones de unción y bendición divina. Tienen estructuras paralelas a las iglesias establecidas que son flexibles, como es el caso de las redes apostólicas. Su énfasis es crear las redes desde las iglesias locales o celulares, y no necesariamente fundar nuevas denominaciones. De hecho, se consideran un movimiento “post-denominacional” (Wagner 2002, 115-116).
Hay una presencia muy significativa entre la alta burguesía, aunque en sus audiencias hay gente muy pobre. Pretenden ser influyentes en muchas esferas de la vida social, política y económica, con poder y autoridad. Participan activamente con candidatos a puestos políticos como ha sido el caso en Nicaragua, Guatemala y Perú, recientemente.
Los rituales en las redes apostólicas siguen más o menos el mismo patrón que los movimientos neo-pentecostales como la Iglesia Universal del Reino de Dios de Brasil o la Casa del Alfarero del Obispo T. D. Jakes en Dallas, Tejas. La unción de enfermos o el exorcismo siguen siendo prominentes.
Se sabe que participar en las redes apostólicas es por invitación. Son invitados a algunos retiros específicos, como en Guatemala, Colombia, Miami, Colorado, diversos lugares donde son prominentes los organizadores de las redes. Pero, de momento aparecen apóstoles que se autodenominan como tales. En conversaciones con algunos de los apóstoles aceptan que hay un puñado de apóstoles prominentes que realmente son los que tienen gran poder económico y político. Tal es el caso de C. Peter Wagner y Bill Hamon.
Un punto bien básico, en clave hermenéutica, es la alabanza. Hablan del Dios Todopoderoso, el Dios Providente, insisten en la alabanza como principio de adoración y pacto con Dios. De hecho la alabanza, en muchos movimientos apostólicos y neo-pentecostales en general, está al mismo nivel de la Palabra de Dios, sea proclamada o leída. Hay una insistencia en lo que llaman “la restauración del tabernáculo de David” (Ibarra Silguero, s.f., 46-66).
En muchos cultos se incita a la danza espontánea de la congregación. Hay grupos de danzas hebreas que complementan los extensos períodos de alabanza y danza, que según nuestra experiencia a veces ocupan hasta dos horas del culto.
Apostolicidad, vocación fundamental de la Misión
Permítanme, a manera de conclusión, puntualizar algunos desafíos que nos plantea como iglesia que afirma y cree en la apostolicidad, este movimiento apostólico contemporáneo. Somos parte de un movimiento de restauración de la fe apostólica, y por lo tanto, respetamos la vertiente bíblica que nos lega la valiosa herencia de los apóstoles. Para reformar la iglesia, como hemos aprendido de nuestros abuelos reformados, sólo necesitamos afirmar que la iglesia es siempre santa y pecadora, en necesidad de constante reforma: ecclesia reformata, semper reformanda, es el verdadero desafío. Ello nos remite al Señor de la Iglesia, y al Reinado de Dios, que nos llama siempre al camino del discipulado con riesgo, para inscribirnos en la Misión de Dios. Esa es la esencia del Evangelio. Al final del día todo lo que somos, lo somos por la gracia de Dios.
Como muy acertadamente recalcara el colega y amigo, Dr. Charles van Engen, en la historia de la iglesia se han destacado cuatro dimensiones del concepto apostolicidad. La primera dimensión es la apostolicidad como envío a cumplir la misión, como lo registra Mateo 28. 19-20. La segunda dimensión tiene que ver con los apóstoles como núcleo fundacional de la iglesia primitiva, testigos oculares del Señor, su ministerio, pasión y resurrección. La tercera dimensión, a partir del siglo IV, se fue concentrando en un apostolado histórico representado en el papado. La cuarta dimensión, es el énfasis de la Reforma Protestante del siglo XVI en la Palabra de Dios de manera definitiva revelada en Jesucristo. Los reformadores insistieron que el referente apostólico invita a la fidelidad a sus enseñanzas y el testimonio de los apóstoles (Guerrero y Bonilla xx-xxiii).
La nueva reforma apostólica es un intento de reinterpretación bíblico-teológica que nos debe advertir sobre nuestros fundamentos doctrinales, cómo enseñamos la fe y como acompañamos pastoralmente a nuestra gente.
Quisiera insistir en una dimensión que me parece atinada frente al desafío de este movimiento de reforma apostólica. Y me permito referirme a otros párrafos que cito de mi libro Introducción a la unidad cristiana:
La unidad destaca la comunión fraternal con Dios a través de Cristo en la acción del Espíritu, como lo atestigua un texto clave en Efesios 4:4-6. Subyace una confesión básica en la manifestación amorosa del Dios trino. Además, se proclama que por la presencia del Dios trino este Cristo es cabeza de la toda la creación (Col.1:18). En los diálogos ecuménicos se ha hecho un gran esfuerzo en intentar no solo tener pruebas bíblicas, doctrinales, históricas y teológicas, sino buscar un eje central hacia donde propende la identidad cristiana: La acción redentora de Dios manifestada en Jesucristo. La aceptación de la diversidad que promueve la unidad posibilita el reconocimiento, la tolerancia, la pluralidad y la diferencia como querida por Dios. ¡Y una gran dosis de humildad! La búsqueda de la verdad en amor es signo y promesa de la unidad que ya ha comenzado a ser una realidad en la vida de las iglesias (Álvarez 2010, 18).
Es evidente que estamos en la encrucijada de unos nuevos movimientos religiosos inéditos; muchas veces bien difusos y en otras ocasiones bastantes confusos. Hemos de estar atentos a su devenir y evolución. Los Discípulos de Cristo somos un movimiento de restauración, apegados al testimonio bíblico, siempre abiertos al soplo renovador del Espíritu, confiados en el poder de Dios, y no en el nuestro.
Referencias bibliográficas:
Álvarez, Carmelo. Introducción a la unidad cristiana. Nashville: Abingdon Press, 2010.
Arboleda, Samuel. La unción del santo. Lima: Editorial Arboleda, 2007.
Bühne, Wolfgang. Explosión carismática. Trad. por Elisabet González Martín. Barcelona: Editorial CLIE, 1994.
Cannistracci, David. Los apóstoles y el movimiento apostólico. Trad. Por Luis Nahum Suárez. Lake Mary, Fla., 2005.
Guerrero Fariño, Freddy y Bonilla Cerquera, Yattenciy. Nuevas formas de poder. Movimientos apostólicos y mesianismos “evangélicos”. Quito: FLEREC-FLET-CLAI, 2005.
Hamon, Bill. The Eternal Church. Shippensburg, PA: Destiny Image Publishers, Inc., 2003.
Ibarra Silguero, Adoniram. Entre la espontaneidad y el profesionalismo. Coatzacoalcos, Veracruz: Editorial Buena Noticia, s.f.
Maldonado, Guillermo. La generación del vino nuevo. 4ta. Edición. Miami: Tiempo de Cambio, 2006.
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Carmelo Álvarez
Cátedra Carmelo Álvarez Pérez, 13 de mayo 2012
Para ubicar el tema me tomo la libertad de citar de mi libro, Introducción a la unidad cristiana, sobre lo que entendemos por apostolicidad.
La apostolicidad ha girado sobre los fundamentos sacramentales e institucionales de las iglesias con referencia al núcleo apostólico del Nuevo Testamento y su interpretación. Aquí pueden destacarse dos extremos: el principio restauracionista que concibe la iglesia como entidad u organismo que ha perdido su vitalidad originaria o se ha desviado de su misión esencial y necesita ser restaurada. Del otro lado, una concepción sacramental que apunta a la visibilidad de una estructura burocrático-litúrgica que a pesar del pecado humano y las desviaciones, insiste en la dispensación de la gracia divina en el cuerpo que es la iglesia. Existen, por supuesto, posiciones intermedias que propugnan la necesidad de reformar la iglesia continuamente y la centralidad de la palabra y los sacramentos, donde el evangelio es proclamado y esos sacramentos administrados (Álvarez 2010, 18-19).
La nueva reforma apostólica
Cuando se trata de ubicar lo que se denomina “la nueva reforma apostólica” o “la ola apostólica”, “el movimiento apostólico”, hay que trazar las así llamadas “tres olas” del Espíritu Santo del siglo XX. La primera ola es el movimiento pentecostal, que irrumpe entre 1901 y 1906 en Estados Unidos. Y luego surge en otras partes del mundo como es el caso en Chile a partir de 1907. En los años 60 y 70 se aplicaba el término a las manifestaciones carismáticas protestantes y católicas, y grupos independientes carismáticos. Hubo líderes prominentes como Dennis Bennett en la Iglesia Episcopal de Estados Unidos, Larry Christenson entre las iglesias luteranas como la Iglesia Luterana en América, y grupos carismáticos católicos en distintas universidades, como es el caso de la Universidad de Marquette en Milwaukee, Wisconsin. Los dos énfasis principales en estos movimientos eran el bautismo en el Espíritu Santo y la oración como instrumento de renovación personal y comunitaria. La idea no era fundar o establecer nuevas iglesias, sino renovar las existentes.
A partir de 1980 surge una “tercera ola” con el pastor de una comunidad cuáquera, John Wimber, y el Dr. C. Peter Wagner en California. Estos dos líderes se encontraron en el contexto del Seminario Fuller en Pasadena, California. Wagner era profesor de cursos en iglecrecimiento en la Escuela de Misión Mundial en Fuller, y Wimber había iniciado una comunidad carismática llamada Confraternidad Cristiana “La Viña” en Anaheim, California.
La relación entre el estudiante John Wimber y el profesor Wagner consolidó desde el Seminario Fuller un movimiento de “señales y prodigios” con un “evangelismo con poder”. Muy pronto el movimiento comenzó a expandirse por Estados Unidos, Canadá y otras partes del mundo. El ministerio de oración para la liberación y las sanidades eran sus enfoques principales (Bühne 1994,11-46).
Hubo, además expresiones como “la bendición de Toronto”, un movimiento carismático cuyo énfasis es “la risa santa” y el postrarse en el altar por horas. Este movimiento se expandió por Australia, Asia, Europa, y algunas partes de Latinoamérica. También se le llamó el movimiento de la “embriaguez en el Espíritu”. Rodney Howard-Browne, evangelista de África del Sur, era el “evangelista de la risa” o como el mismo se denomina “el coctelero del Espíritu Santo” (Bühne 1994, 173-176).
Uno de los más prominentes apóstoles, Guillermo Maldonado, colombiano, fundador del Ministerio Internacional El Rey Jesús, resume de esta forma como ellos mismos conciben su ministerio apostólico y su origen:
Desde mediados del siglo XX, Dios ha venido restaurando distintas áreas y funciones del cuerpo de Cristo. Estas funciones estaban adormecidas y relegadas; pero hoy están siendo levantadas. De 1940 a 1950, Dios restauró el ministerio del pastor. De 1950 a 1960, fue el tiempo del evangelista De 1960 a 1970, el Señor levantó el ministerio del maestro; y, del mismo modo, sucedió con el profeta en la década de los ochenta. Hoy, a partir de 1990, Dios ha restaurado el ministerio del apóstol (Maldonado 2006b, 5).
En la presente coyuntura internacional globalizada se aplica el término a nuevas formas pentecostales tras-nacionalizadas, con nuevos esquemas organizativos, nuevas liturgias y una nueva presencia social y económica. Este es un fenómeno bien complicado, que tiene muchas aristas, que sale, en parte, del pentecostalismo clásico, y también de nuevas expresiones que en general se describen como movimientos neo-pentecostales.
Es muy importante recalcar que teológica, doctrinal y litúrgicamente la nueva reforma apostólica va tomando elementos, símbolos, hermenéuticas bíblicas y estilos de adoración ya presentes en otros movimientos como la teología de la prosperidad, teología del dominio y los territorios, la guerra espiritual, el movimiento de alabanza y adoración, entre otros. Podemos afirmar que un buen número de esos movimientos neo-evangélicos-para denominarlos de alguna manera-no se consideran herederos del pentecostalismo o aún de los movimientos carismáticos. En realidad el movimiento apostólico es una nueva síntesis que va incorporando esas dimensiones ya presentes en aquellos movimientos neo-evangélicos, para intentar aportar su “nueva revelación”, como le llaman muchos apóstoles (Ocaña Flores, 45-58).
Recientemente la nueva reforma apostólica pone el énfasis en las “redes apostólicas” influidas por el lenguaje empresarial, social y de la nueva tecnología en la era virtual. Una expresión concreta de ello es la Coalición Internacional Apostólica que ha dirigido C. Peter Wagner desde el estado de Colorado en Estados Unidos. Se insiste, además, en el éxito financiero, e inclusive en llegar a pretender en el lenguaje simbólico a ser ricos porque “somos hijos e hijas de un gran rey”. “El que siembra escasamente cosechará escasamente”. Hay que ahorrar, sembrar, invertir, diezmar, y hacer un nuevo pacto con Dios. Dios es un propietario, es el dueño del oro y la plata donde quiera que esté. Esos son varios de los “códigos” usados.
Luego está la economía de mercado imperante globalmente que influye notablemente. A la economía neoliberal se le va poniendo un barniz teológico-bíblico, con una hermenéutica particular, elaborando un discurso simbólico, donde la persona tiene que ir pensando que eso de ser pobre es una maldición, un estado anímico-ideológico del que hay que salir. La evangelización ahora es evangelización de la prosperidad. El Evangelio de la prosperidad, y se le aplica a las enseñanzas y predicaciones de Cristo. Incluso, se tuercen los textos y se manipulan. Allí donde dice que Cristo sufrió, se insiste rápidamente que venció y triunfó. Y ni la cruz ni la segunda venida de Cristo son prominentes en ese pensamiento de la nueva reforma apostólica. Es el evangelio del éxito lo que se subraya. Por supuesto, en la predicación subrayan que no has prosperado porque no tuviste fe suficiente. No hiciste el pacto correcto con Dios, y no te puedes quejar. A nivel ideológico lo que impera es una ideología del consumo y la riqueza, aunque tú seas pobre. El asunto del exorcismo opera, sobre todo en el Obispo Edir Macedo (Macedo no se denomina apóstol, pero comparte mucho de sus principios), y su Iglesia Universal del Reino de Dios, en la cuestión de superar el sufrimiento. Si no lo podemos evitar, si lo podemos parar: “Pare de sufrir”. Al exorcizar el sufrimiento entonces nos liberamos. Estamos liberados para prosperar, para avanzar, para hacer un nuevo pacto con Dios, en el que Dios me va a bendecir. Es salirse de las ataduras, inclusive a veces en algunos sermones se dice que la peor atadura es el miedo a prosperar, al pobre creerse que no puede salir de su pobreza. Hay una nueva cosmovisión de bienes religiosos. El líder próspero es el texto, no la Biblia (Ocaña Flores, 100-151).
Estos movimientos se manifiestan muchas veces, como neopentecostalismos autónomos, de cura divina, como le llaman en Brasil. ¿Qué significa eso? Sí, salen de los pentecostalismos clásicos muchos de ellos, pero inmediatamente se conectan con movimientos religiosos trasnacionales en las “redes apostólicas”.
¿Cuál es la aspiración de esos neo-pentecostalismos o la nueva reforma apostólica? Establecer obra misionera en otros lugares del mundo. Entrar en el comercio mundial y el mercado religioso mundial. Yo los he llamado pentecostalismos de cura divina y prosperidad. Se les llama también neopentecostales, iglesias electrónicas transnacionalizadas. José Míguez Bonino los llama nuevas corrientes pentecostales, destacando que el gran problema es que disipan la autoridad de la Biblia y la autoridad pastoral. Ahora el héroe central es el héroe carismático empresario (Míguez Bonino 1995, 57-79). El que tiene éxito. Es un movimiento diverso y múltiple, no son realmente iglesias en el sentido tradicional.
C. Peter Wagner, el más influyente ideólogo-teólogo del movimiento de las redes apostólicas, dice que lo que sucedió en el Nuevo Testamento es lo que tenemos nosotros hoy aquí: La presencia plena del Espíritu Santo, en los apóstoles contemporáneos. La segunda era apostólica ha llegado desde el 1993 en que él se dio cuenta de esta nueva manifestación, afirma C. Peter Wagner (Caballeros & Winger 2005, 173-186).
En la nueva reforma apostólica la cuestión territorial y el dominio es fundamental, porque en los apóstoles como fenómeno social y religioso impera el criterio de la jerarquización, basada en Efesios 4:11. El trasfondo de la concepción jerarquizada proviene de una lectura altamente selectiva, aplicando textos del Antiguo Testamento, en lo que se denomina, “la unción del santo” (Arboleda Samuel 2007, 31-56).
Hay apóstoles generales, regionales, apóstoles territoriales, apóstoles de ciudades, en la red apostólica. En ese proceso tienen que ser conectados con la red. Hay relaciones de sujeción y correspondencia, y de “cobertura espiritual”, que implica dar el diezmo al apóstol y tomar de buena fe cualquier reprensión, consejo o corrección personal (Wagner 2002, 75-93).
C. Peter Wagner describe así su apreciación de lo que implica la nueva era apostólica:
La frase con la que yo defino a este odre nuevo que Dios ha brindado a iglesias como las que mencioné recientemente es ‘Nueva Reforma Apostólica’. Es nueva porque se diferencia de grupos de iglesias tradicionales que ya habían incorporado el término ‘apostólico’ a su nombre oficial; es una ‘reforma’ porque somos testigos del cambio más importante desde la Reforma Protestante; y es apostólica porque el reconocimiento del don y el cargo del apóstol es el más radical de una extensa lista de cambios. (Wagner 2002, 7).
La nueva jerarquización es que los apóstoles son los que gobiernan en esta era de reforma apostólica, como pasó en el Nuevo Testamento. El cristianismo tradicional en general ha caído en la apostasía, en renegar de la fe, tiene un espíritu religioso, pero no tienen fe, dice Pedro C. Wagner en su libro, Cómo ser libre del espíritu religioso. Los apóstoles sí tienen la revelación y la plenitud del espíritu, según Wagner (Wagner 2007, 19-33).
Bill Hamon, el otro ideólogo del movimiento, tiene un libro clave para entender este pensamiento, La Iglesia Eterna. Para Hamon la Iglesia de los nuevos apóstoles es la Iglesia Eterna, es la que está antes de los tiempos y más allá de todos los tiempos. Es a la que se debe aspirar. Todas las reformas anteriores son válidas, pero incompletas. “La Nueva Era Apostólica” es la plenitud de la Iglesia (Hamon 2003, 263-287).
Guillermo Maldonado, apóstol colombiano, pastor de una mega iglesia, Rey de Reyes, en Miami, ha escrito dos libros importantes, La generación del vino nuevo y el Ministerio del apóstol. En el primer libro destaca que la reforma apostólica es un correctivo que Dios envía cuando hay desviaciones en “formas de pensar y creencias”. Entonces, Dios comisiona a “los apóstoles de la Iglesia”. “La reforma apostólica toma lugar para traer cambios en el sistema de gobierno de la iglesia” (énfasis del apóstol Maldonado) (Maldonado 2006a, 114-116).
Los apóstoles están llamados a “juzgar y a decretar juicios en la iglesia. ¿Qué es un decreto? Es un anuncio público para indicar o dar a conocer abiertamente un decreto. Es una orden autoritaria y formal (énfasis mío) que tiene la fuerza de una ley, donde se proclama uno de los eternos propósitos de Dios” (Maldonado 2006a, 152). Entonces en esa red, dice Guillermo Maldonado, cuando uno llega a ser un apóstol, por ejemplo regional, o un apóstol nacional, ya puede decretar revelación. La ventaja que tiene el apostolado, en esta interpretación, es que tú recibes revelación divina directa y la decretas.
En el segundo libro, El ministerio del apóstol, el apóstol Guillermo Maldonado amplía su concepción sobre el papel y función del apóstol destacando la función pública de su ministerio:
El verdadero apóstol llega, con la gracia que Dios le ha dado, a tocar a políticos, presidentes, hombres y mujeres del gobierno, senadores, alcaldes y empresarios. Éstos vienen a él en busca de consejo porque reconocen la sabiduría divina que reposa en él (Maldonado 2006b, 79).
Nótese que la concepción del poder del apóstol Guillermo Maldonado en ningún momento subraya el servicio a las personas menesterosas, ni a la propia feligresía que participa en sus multitudinarios cultos. Como muy bien lo observara el pastor Freddy Guerrero, y citamos,
Lo apostólico en la Biblia está referido a roles de servicio igualitarios a los demás ministerios. Nada tiene que ver con la posición de privilegios, ni mucho menos con el uso y abuso de poder (Guerrero 2005, 15).
Uno de los apóstoles más influyentes en Estados Unidos, David Cannistracci, insiste que los apóstoles poseen un “poder sobrenatural”, que procede de la autoridad dada por Dios. Ha de usarse para enfrentar las “fallas del poder moderno”. Y por lo tanto equipa al apóstol para ejercer una influencia pública visible, imponer las manos para unción y autorización apostólica, tener la “revelación sobrenatural”, autoridad sobrenatural sobre la enfermedad, para exorcizar los demonios, contra la maldad y para resucitar muertos (Cannistracci 2005, 179-191).
Esto no es nuevo en la historia de la iglesia, siempre han surgido movimientos que reclaman la revelación especial, los que tienen la plenitud del Espíritu. Los movimientos que se consideran la “verdadera iglesia” o la “nueva revelación de Dios” son múltiples y variados a través de la historia del cristianismo.
He de resumir este tema aquí y ofreceré algunas conclusiones.
Los movimientos de la nueva era apostólica se presentan como nuevos productores de bienes religiosos, desde el punto de vista sociológico. Estas empresas religiosas se promueven como mediaciones de unción y bendición divina. Tienen estructuras paralelas a las iglesias establecidas que son flexibles, como es el caso de las redes apostólicas. Su énfasis es crear las redes desde las iglesias locales o celulares, y no necesariamente fundar nuevas denominaciones. De hecho, se consideran un movimiento “post-denominacional” (Wagner 2002, 115-116).
Hay una presencia muy significativa entre la alta burguesía, aunque en sus audiencias hay gente muy pobre. Pretenden ser influyentes en muchas esferas de la vida social, política y económica, con poder y autoridad. Participan activamente con candidatos a puestos políticos como ha sido el caso en Nicaragua, Guatemala y Perú, recientemente.
Los rituales en las redes apostólicas siguen más o menos el mismo patrón que los movimientos neo-pentecostales como la Iglesia Universal del Reino de Dios de Brasil o la Casa del Alfarero del Obispo T. D. Jakes en Dallas, Tejas. La unción de enfermos o el exorcismo siguen siendo prominentes.
Se sabe que participar en las redes apostólicas es por invitación. Son invitados a algunos retiros específicos, como en Guatemala, Colombia, Miami, Colorado, diversos lugares donde son prominentes los organizadores de las redes. Pero, de momento aparecen apóstoles que se autodenominan como tales. En conversaciones con algunos de los apóstoles aceptan que hay un puñado de apóstoles prominentes que realmente son los que tienen gran poder económico y político. Tal es el caso de C. Peter Wagner y Bill Hamon.
Un punto bien básico, en clave hermenéutica, es la alabanza. Hablan del Dios Todopoderoso, el Dios Providente, insisten en la alabanza como principio de adoración y pacto con Dios. De hecho la alabanza, en muchos movimientos apostólicos y neo-pentecostales en general, está al mismo nivel de la Palabra de Dios, sea proclamada o leída. Hay una insistencia en lo que llaman “la restauración del tabernáculo de David” (Ibarra Silguero, s.f., 46-66).
En muchos cultos se incita a la danza espontánea de la congregación. Hay grupos de danzas hebreas que complementan los extensos períodos de alabanza y danza, que según nuestra experiencia a veces ocupan hasta dos horas del culto.
Apostolicidad, vocación fundamental de la Misión
Permítanme, a manera de conclusión, puntualizar algunos desafíos que nos plantea como iglesia que afirma y cree en la apostolicidad, este movimiento apostólico contemporáneo. Somos parte de un movimiento de restauración de la fe apostólica, y por lo tanto, respetamos la vertiente bíblica que nos lega la valiosa herencia de los apóstoles. Para reformar la iglesia, como hemos aprendido de nuestros abuelos reformados, sólo necesitamos afirmar que la iglesia es siempre santa y pecadora, en necesidad de constante reforma: ecclesia reformata, semper reformanda, es el verdadero desafío. Ello nos remite al Señor de la Iglesia, y al Reinado de Dios, que nos llama siempre al camino del discipulado con riesgo, para inscribirnos en la Misión de Dios. Esa es la esencia del Evangelio. Al final del día todo lo que somos, lo somos por la gracia de Dios.
Como muy acertadamente recalcara el colega y amigo, Dr. Charles van Engen, en la historia de la iglesia se han destacado cuatro dimensiones del concepto apostolicidad. La primera dimensión es la apostolicidad como envío a cumplir la misión, como lo registra Mateo 28. 19-20. La segunda dimensión tiene que ver con los apóstoles como núcleo fundacional de la iglesia primitiva, testigos oculares del Señor, su ministerio, pasión y resurrección. La tercera dimensión, a partir del siglo IV, se fue concentrando en un apostolado histórico representado en el papado. La cuarta dimensión, es el énfasis de la Reforma Protestante del siglo XVI en la Palabra de Dios de manera definitiva revelada en Jesucristo. Los reformadores insistieron que el referente apostólico invita a la fidelidad a sus enseñanzas y el testimonio de los apóstoles (Guerrero y Bonilla xx-xxiii).
La nueva reforma apostólica es un intento de reinterpretación bíblico-teológica que nos debe advertir sobre nuestros fundamentos doctrinales, cómo enseñamos la fe y como acompañamos pastoralmente a nuestra gente.
Quisiera insistir en una dimensión que me parece atinada frente al desafío de este movimiento de reforma apostólica. Y me permito referirme a otros párrafos que cito de mi libro Introducción a la unidad cristiana:
La unidad destaca la comunión fraternal con Dios a través de Cristo en la acción del Espíritu, como lo atestigua un texto clave en Efesios 4:4-6. Subyace una confesión básica en la manifestación amorosa del Dios trino. Además, se proclama que por la presencia del Dios trino este Cristo es cabeza de la toda la creación (Col.1:18). En los diálogos ecuménicos se ha hecho un gran esfuerzo en intentar no solo tener pruebas bíblicas, doctrinales, históricas y teológicas, sino buscar un eje central hacia donde propende la identidad cristiana: La acción redentora de Dios manifestada en Jesucristo. La aceptación de la diversidad que promueve la unidad posibilita el reconocimiento, la tolerancia, la pluralidad y la diferencia como querida por Dios. ¡Y una gran dosis de humildad! La búsqueda de la verdad en amor es signo y promesa de la unidad que ya ha comenzado a ser una realidad en la vida de las iglesias (Álvarez 2010, 18).
Es evidente que estamos en la encrucijada de unos nuevos movimientos religiosos inéditos; muchas veces bien difusos y en otras ocasiones bastantes confusos. Hemos de estar atentos a su devenir y evolución. Los Discípulos de Cristo somos un movimiento de restauración, apegados al testimonio bíblico, siempre abiertos al soplo renovador del Espíritu, confiados en el poder de Dios, y no en el nuestro.
Referencias bibliográficas:
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Carmelo Álvarez
Cátedra Carmelo Álvarez Pérez, 13 de mayo 2012
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