1. Gloria, Tita para los amigos, luego de tus años de seminario, ¿cuál ha sido tu labor en la iglesia?
Polo, como te llamábamos de cariño en el Seminario, mi experiencia como me imagino es de casi todas y todos que aceptamos el llamado a servir de tiempo completo en el servicio pastoral. Se inicia mucho antes de mi ingreso al STPM, te seré sincera en ese tiempo no tenía aún problemas por cuestiones de genero, pues ¿cómo los iba a tener? Imagínate, crecí escuchando el nombre de Liu Yang, la primera astronauta china hace más de 30 años. Asistiendo a la ordenación de la primera pastora y obispa de la Iglesia Metodista, Graciela Álvarez, ella es de mi pueblito y además tía de mi mejor amiga de infancia, por lo tanto crecí sin querer hasta ese momento sin problemas de género y sin querer también crecí como “ecuménica”, pues a pesar de haberme desarrollado en mi comunidad de fe presbiteriana, calvinista y reformada “El Mesías”, asistía frecuentemente a la Iglesia Metodista y a la Iglesia Católica pues mis amigas con las que jugaba futbol todas ellas eran católicas, y su comunidad eclesial de base era algo diferente y muy enriquecedor en mi adolescencia, porque el obispo Sergio Méndez Arceo el Tatic de Morelos estaba en pleno desarrollo de actividades.
Desde que tengo uso de memoria no teníamos pastor en “El Mesías”, por tanto, la labor pastoral la ejercíamos todos y todas sin ningún problema de género, pues ni siquiera sabía acerca de la problemática presente en nuestra iglesia acerca de la exclusión de la mujer en la labor ministerial. Lo que sabía era cómo socialmente se reconocían poco a poco sus derechos y se le incluía en la estructura, porque escuchaba cada tarde recostada en el petate que tejió mi abuelo Gerardo, bajo la sombra de los árboles del patio, Radio Educacion, y ahí me enteraba de lo que sucedía en la bella Nicaragua y su revolución contra el dictador Somoza, lo que acontecía en Cuba y la participación total de las mujeres, pero no lo que pasaba en la estructura de la Iglesia Presbiteriana.
Trabajé en distintas áreas desde ser parte del comité organizador de nuestro campamento “Juan y Magda Wood”, perteneciente a mi entonces Presbiterio del
Pacifico, el cual abarcaba Guerrero y algunas iglesias de Morelos, colaborando también con la Sociedades de Esfuerzo Cristiano, Convenciones de Iglesias, y con un Grupo de Misión y Reflexión que organizó el ingeniero David Noguerón, el profesor universitario Esteban Cortés, quien ahora es pastor y la doctora Rosita Hamdan. Con ellos aprendí otra manera de ser y sentir al Dios de la vida, pues en nuestros recorridos a veces hasta de cuatro días para llegar a las comunidades de fe en la montaña de Guerrero sentí que se vislumbraba otra forma de servir a Dios. Ahí en ese trabajo también vi confrontaciones de la estructura de mi presbiterio pues les incomodaban las actividades y la nueva forma de leer la Palabra, tanto así que en varias ocasiones casi excomulgaban a los que participábamos. Admito que esa “rebeldía” junto con el hecho de ser mujer tuvo que ver para que mi presbiterio no me apoyara para entrar al STPM. Me decían que era rebelde y que si quería estudiar Biblia lo mejor sería la Escuela Bíblica para Misioneras. Me negué, aunque no era menosprecio, pues nunca sentí eso, pero lo que yo deseaba era estudiar en el lugar donde se preparaban los pastores pues mi anhelo era ese: ser pastora, no misionera (nombramiento exclusivo aquí en México para el género femenino). A pesar de todos los obstáculos la directiva del Presbiterio me dio su apoyo moral y tres meses de pago, pues en ese tiempo, no sé ahora, el Seminario otorgaba media beca de estudios a cambio de dos horas de trabajo. Eso me ayudó, aunque lo difícil era buscar la otra media beca, y casi a punto de ser expulsada por falta de pagos me dejaron pues anónimamente se habían pagado otros seis meses. Después me enteré de que la persona anónima fue el rector Salatiel Palomino, pues de no ser por eso ¿cómo iba a terminar mis estudios? Estaba difícil la situación, y nuevamente entró la misericordia de Dios: mi profesora de psicología, Martha Centurión, sabiendo de mi situación me contrató para hacer el aseo de su departamento a cambio de pagarme todos los meses que faltaban para graduarme, con lo que nuevamente estaba ahí la mano del Señor de la vida.
En el trascurso de mis estudios mi experiencia fue buena, trabajaba los fines de semana en distintas iglesias de Morelos, y eso me gustaba mucho, pues afirmaba mi vocación. Un día de tantos en que pedí ayuda a los pastores con mi colegiatura, uno de ellos me dijo: “Las mujeres no deben ir a estudiar al Seminario por que sólo perdemos el dinero invertido, pues seguramente ahí conocerán algún seminarista y se casarán”. Sus palabras se hicieron realidad, me casé, pero yo reflexionaba que aunque así fuera debían entender que la pastoral en cualquier rincón del país o del mundo es la extensión del mismo Reino. Me fui a Chiapas, pues con quien me casé egresó ese mismo año del seminario y siendo de allá, obviamente tenía que cumplir con su presbiterio. Iniciaron mis peripecias en un estado con una enorme diversidad cultural: lenguas, usos y costumbres, algunas iguales a las mías, pues yo soy indígena de lengua náhuatl por parte de mi padre. La primera iglesia de trabajo pastoral fue en Ostuacán, cerca del volcán Chichonal, el cual no tenía mucho que había hecho erupción; la iglesia estaba situada en sus faldas. La experiencia fue buena, pues como pareja hacíamos una labor equitativa, la única diferencia era que él predicaba detrás del púlpito yo debajo del mismo, a él le pagaban y a mí no. Fue una experiencia que se repitió en la segunda iglesia en Palenque, sin embargo, ahí sucedió algo inolvidable pues me invitaron a participar dando clases en el presbiterio Cho’ol y acepté con gran gusto, pues la Escuela Bíblica era bilingüe, además de que recibiría mi primer sueldo.
Durante el tiempo que estuvimos en Palenque (dos años), el Departamento del Presbiterio de Tabasco me invitó a participar en un proyecto de capacitación para maestros de Escuela Dominical y recorrí el estado capacitando a veces en iglesias, otras veces en congresos. Salimos de Palenque por un llamamiento del presbiterio para trabajar en el Seminario Juan R. Kempers, de Chiapas, él como rector, yo dando clases. Fue otra experiencia docente muy buena; poco tiempo fui profesora de la Escuela Bíblica para Misioneras de la Unión Femenil de Chiapas. Por ese tiempo, mi amigo, un gran pastor y profesor de teología, Samuel Trujillo, me invitó a participar con textos para El Fanal, libro educativo que usa la INPM en todo su campo. También trabajé en la Unión de Sociedades Femeniles de Chiapas como presidenta. De ahí surgió un proyecto que se echó a andar como una alternativa a lo que sería la tradicional Unión de Mujeres, le llamamos “Congreso de Mujeres”, con el objetivo de tener un modo diferente de entrelazar nuestra potencialidad en pensamiento, lectura de la Palabra, reflexión popular y en nuestra actitud como promotoras de la vida. Se llevaron a cabo los primeros congresos en Chiapas con la participación de grandes teólogas, entre ellas Elsa Tamez y mi amiga del alma, quien me enseñó los primeros pasos de reflexión: me refiero a Alma Tamez.
Dejé en manos de otras mujeres los siguientes congresos pues me dediqué a trabajar con el pastor Pedro Uc Be del Presbiterio de Yucatán en la Coordinadora Pastoral India, surgida de las reflexiones entre Guatemala, Perú, Bolivia, acerca de los 500 años de la invasión española. Tiempo después forme parte de la organización Argenmex, con la cual, ya viviendo en el estado de Guerrero, pues ya había salido de Chiapas, coordinamos eventos entre Argentina y México. En ese tiempo hice un receso en el quehacer pastoral dedicándome a la asesoría de la campaña política de una amiga diputada. Ella quería ser la primera gobernadora del estado de Morelos; no lo logró, pero trabajé como asesora de la Síndica Municipal de un municipio de Morelos. De cualquier manera, en ese tiempo no sentí que estuviera haciendo las cosas que siempre anhelé en cuanto a mi proyecto ministerial, así que regresé a Chiapas, ya fuera de la estructura presbiteriana. Trabajo actualmente con la Iglesia Cristiana Renovación, con un proyecto social cristiano de un comedor comunitario, llevo a cabo visitas a vecindades de gente pobre y desplazada. Organicé también la Redmuj (Red de Mujeres) Manos y Voces, la cual es ecuménica, pues la conformamos mujeres católicas y evangélicas, incluso algunas que fe pero no asisten a ninguna iglesia. Con esta organización se viene desarrollando un plan integral de trabajo en cuanto a equidad de género. También hacemos Talleres de Tecnología Doméstica donde enseñamos a las mujeres pobres a elaborar chiles en vinagre, cloro, a elaborar velas, pino, jabón de sábila, crema dental, etcétera. Tenemos contacto con Amextra (otra ONG) y su coordinador Eugenio para apoyos financieros en negocios pequeñitos de las mujeres que toman los talleres. Compartimos también, entre otras cosas, reflexión teológica desde la equidad de género y masculinidades con la colaboración del antropólogo y teólogo Raúl Méndez. Nuestra relación en este año de formación es con grupos abiertos como Codimuj, de la diócesis católica y el Inesin, que nos invita frecuentemente a sus capacitaciones, Yobel y últimamente con la regiduría de equidad y género del ayuntamiento de San Cristóbal de las Casas, que se ha interesado en nuestro trabajo.
2. ¿En qué momento viste cercano el momento de una posible ordenación al pastorado?
La verdad, ésa fue mi intención antes de ingresar al Seminario Teológico, quería ser pastora no misionera, soñaba trabajar de tiempo completo en el acompañamiento pastoral con mujeres, niños, adultos, pero sobre todo con mujeres pobres. Siempre pensé que al graduarme probablemente sería sólo un tiempo corto el que esperaría para que los pastores vieran resultados de mi trabajo, pero no fue así, pasó el tiempo y se reducían mas las posibilidades. Cuando me fui a Costa Rica a estudiar por dos años, vi ahí una posibilidad muy cercana a mi anhelo pero resistí, alguien me invitaba a cambiarme de denominación y enseguida me ordenarían, la verdad dejar de ser presbiteriana y pasarme a otro credo siempre me causó pánico; soy ecuménica pero tengo mis propias convicciones, tengo que ser sincera, así que rechacé la propuesta y decidí esperar a que Dios me indicara lo que debería hacer.
Mi ánimo se levantó cuando supe que el pastor Daniel Prince había ordenando ancianas y diaconisas; no podía creerlo, pues eso también estaba prohibido en nuestras iglesias y escrito en la Constitución. Poco después me enteré de lo que estabas haciendo tú con las mujeres de la iglesia y brilló más luz en mi corazón, pero sólo eran ancianas y diaconisas, de la ordenación pastoral no sabía nada. De repente estando aquí en San Cristóbal supe de los pastores que habían expulsado de los presbiterios de Chiapas, algunos de los cuales algunos habían sido mis alumnos en el Seminario y una de ellas en la Escuela Bíblica. Se estaban organizando y me involucré en sus reuniones junto con la Iglesia Renovación, con la cual hasta este momento colaboro, y al mismo tiempo empecé a tener contacto con pastores del Distrito Federal que participaron en los ya famosos concilios sobre la ordenación femenina que organizó la Asamblea General. Pastores como Dan, Rubén y Hugo fueron quienes al final me dieron la certeza de que ya casi era una realidad el sueño de tantas y tantas mujeres que a lo mejor son anónimas para muchas personas pero que lucharon con todo su corazón por que se les reconociera a través de una interpretación clara y honesta de las Escrituras. Cuando se dio ya como un hecho la organización de Chiapas y del Distrito Federal, ya no me cupo la menor duda de que probablemente iba a ser incluida en algún momento, y ahora que estoy cerca de que se haga realidad, me siento muy feliz porque no soy yo solamente, somos muchas aún las que incluso ya no están presentes aquí.
3. ¿En qué crees que cambiará tu perspectiva ya con la ordenación realizada?
Creo que ninguna mujer puede ser libre mientras no creamos todas en nosotras mismas, y sintamos que el varón por el solo hecho de tener sexo diferente al nuestro es superior estaremos incapacitadas para tener expectativas mas allá de las que nos han impuesto social y religiosamente. Así que creo que con este paso que para muchas de nuestro género, con tristeza lo digo, e incluso egresadas de teología, no tiene mayor importancia, pues ellas mismas han decretado y reforzado el pensamiento del varón, de que “con o sin ordenación su ministerio al servicio del Dios sigue igual”, no creo eso en su totalidad, ya que Jesús hizo una inclusión de varón y mujer para participar en un plano de absoluta igualdad en el Reino, y se fue perdiendo ese sentido real de gracia. Nos fuimos ausentando por decisión del varón del ministerio total: ¿por qué he de menospreciar lo que ahora se nos ofrece a cambio de crucificar a los que en los concilios estuvieron a favor de la dignificación pastoral de la mujer? Cambiará en muchas y distintas formas el ser ordenada, pues si el mundo es el escenario de la gloria de Dios como decía un reformador tan acertadamente, entonces el instrumento para tejer entre las mujeres una verdadera identidad y valoración es la que inicie desde nosotras mismas, siendo valoradas en nuestro ejercicio de vocación ministerial plenamente, y así también, plenamente, enseñar los valores del Reino. Y cito una frase que siempre me ha consolado y que espero se haga mas realidad después de mi ordenación: “Acaso no haya destino femenino que deje, en el firmamento del espíritu, una semilla tan larga y luminosa”, de André Breton
4. ¿Qué teólogas o pensadoras te han servido de inspiración?
Mi inspiración han sido mujeres que en la cotidianidad han luchado por que se les reconociera en su caminar ministerial como Alma Tamez, quien me enseñó a ser solidaria con las mujeres. María Hernández, que con su piedad cristiana me enseñó a velar por los más pobres de la tierra. Samuel Trujillo, quien en su praxis pastoral me enseñó a no distinguir entre varón y mujer. Escritoras como es obvio de mencionar a Elsa Tamez e Irene Foulkes las cuales fueron mis profesoras en el Seminario Bíblico Latinoamericano de Costa Rica, entre muchas otras, pero últimamente a quien leo frecuentemente es a Juan Stam, muy sencillo, profundo y contextualizado en sus escritos. Y mi reconocimiento especial para ti, pues tengo impreso todo lo que has escrito en esta revista y otros artículos más; te respeto en tu quehacer y tu pensamiento. No debo dejar de mencionar a la revista Proceso y La Jornada, pues me han hecho pensar en cómo elaborar proyectos pastorales desde mi propia realidad.
5. ¿Qué opinas de la coyuntura actual de la INPM?
En su origen, la Iglesia Presbiteriana fue formada por un pensamiento progresista, aunque no podemos decir que los reformadores contemplaban a las mujeres en toda su plenitud, pues no se les consideraba un ser totalmente debido a que estaban supeditadas a sus padres o maridos. Pero es del dominio público que su participación fue de gran peso para el éxito en la evangelización y la enseñanza. Las mujeres en el tiempo de la Reforma al igual que las seguidoras de Jesús eran diversas, pues había desde campesinas hasta intelectuales, pobres y ricas, que defendían lo nuevo, el cambio que había traído para ellas la Reforma. Poco a poco se fue borrando la memoria de estas mujeres hasta quedarnos sin ella, y nuestra iglesia actualmente ha reducido la participación de la mujer a tareas socialmente aprobadas, y hasta las ha reforzado a través de la tergiversación de textos bíblicos que aluden a situaciones de algunos grupos cristianos, textos que se han tornado en lemas estructurales de la iglesia y que actualmente sirven para obstruir el ministerio equilibrado del proyecto del Reino.
6. ¿Cómo observas el compromiso de las organizaciones reformadas y ecuménicas (AIPRAL, CLAI, CMIR, CMI) en relación con el los ministerios femeninos ordenados? ¿Ha servido el impulso que les han dado? ¿A ti, en particular?
Claro que me han motivado y me han dado impulso a proseguir, en Chiapas es algo muy particular la vivencia con estas organizaciones que aunque en particular no he participado directamente con ellas, he tenido amistad con los coordinadores de algunas de estas organizaciones, en particular con Ofelia Ortega, una mujer ejemplar en su visión de trabajo, ya que lleva las de ganar, por ser una mujer pionera en la pastoral y por haber nacido en un país como Cuba. También conozco y trabajé un poco en algún proyecto con el CLAI. Tengo el gusto de conocer a Judith Castañeda, me gusta esa mujer, tiene mucha tenacidad y perseverancia de trabajo. Siempre soñé con formar parte de alguna organización donde pudiera ejercer en libertad y mi ministerio con lo diverso y ecuménico. Y ahora gracias a ellas colaboro en la mencionada Redmuj, Manos y Voces.
7. ¿Cómo vislumbras el futuro de la naciente Comunión Mexicana de Iglesias Reformadas y Presbiterianas (CMIRP)?
Para mí no es un futuro, es ya un presente en la vida de mujeres y hombres que como en el tiempo de Jesús o en el tiempo de la Reforma hemos optado por un cambio donde el poder estructural no sirva para envilecerse sino más bien para servir. Creo firmemente que cada uno y una de los que formamos parte ya de esta Comunión de Iglesias estamos con corazones alegres, con fe renovada en que los signos del Reino sean visibles a través de nuestro trabajo y amor por los excluidos de la tierra, por los que no han encontrado un refugio comunitario. Y en nuestro caminar en el que se supone habrá errores, que los podamos enmendar con justicia y honestidad. Además, le auguro con mucha fe en mi corazón que habrá cosas que ni siquiera podemos imaginar, pues los pastores excluidos, las mujeres ordenadas y los miembros de esta Comunión de Iglesias son seres inteligentes y con relaciones con otras organizaciones que por lo visto en las redes sociales han apoyado sin fingimiento a la naciente organización, y eso ya dice mucho.
8. ¿Cuál será el lugar del ministerio de las mujeres en esta nueva organización eclesiástica?
El que ya iniciamos, el reconocimiento pleno de nuestras capacidades diversas, de nuestro trabajo a favor del Reino, el lugar de importancia que tendrán nuestras voces, nuestras opiniones, nuestros consejos, nuestros proyectos de trabajo a la par en importancia con las voces y trabajo de los varones. Porque cuando se da el lugar en igualdad de condiciones hay justicia, y donde hay justicia hay verdad y amor.
9. ¿Qué opinan tus hijos de la ordenación que recibirás? ¿Cómo lo han tomado?
Ixchel, su nombre es maya y significa “diosa de la medicina, el conocimiento y la fertilidad”, aunque siempre le aconsejo que a lo último no le haga tanto caso. Ella es pensadora, filósofa, y tiene un concepto tanto de la vida como de la Iglesia un poco diferente a lo que usualmente debe pensar una hija de teólogos, pero está feliz con esta inclusión mía en la ordenación como pastora. Ve culminada según ella mi caminar arduo en cuanto al reconocimiento de los derechos del ministerio de la mujer. En cuanto a Isaí, piensa que así debería ser en las iglesias. Un día me comentaba: “Mami, no es posible que en la sociedad la mujer vaya ganando más derechos que en la misma iglesia donde se supone que tenemos valores diferentes”. Así que en este momento su corazón está feliz. Inti, nombre quechua que significa “Sol”; a él como niño pequeño le alegró seguramente mi ordenación, pero también por la fiesta, el viaje de Chiapas al Distrito Federal y la comida que tendremos después de la ordenación.
10. ¿Qué mensaje enviarías a las mujeres que, como tú, estudiaron teología y ahora tienen la posibilidad de la ordenación?
Tengo amigas que estudiaron su licenciatura en teología y ahora desarrollan un trabajo fuera de la Iglesia presbiteriana, entre ellas Luisa Guzmán, Abril Silva, algunas alumnas mías de Chiapas, que su trabajo hasta este momento ha sido de perseverancia y gran valor, algunas reconocidas por otras denominaciones, otras que perseveran en nuestra estructura presbiteriana pero que permanecen en el anonimato y sin voz ni voto en las asambleas, por no ser varones ni estar ordenadas. A ellas con las que tengo contacto siempre nos animamos a no desesperar en nuestra esperanza, a estar siempre atentas a la voz de Dios y al reconocimiento que Él nos hace. Y pronto brillará la luz que alumbrará la recta final para que las mujeres estén en plena igualdad en el ejercicio del ministerio.
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