Por años he participado en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Cada vez me resulta más difícil votar aquí. Me resulta irrelevante e intrascendente. A veces hasta una tomadura de pelo. Sin embargo, sigo votando ya por muchos años. Primero fue en 1972 por George McGovern, candidato presidencial demócrata. Estudiaba el doctorado en teología histórica en la Universidad de Emory en Atlanta, Georgia. Allí nos motivaba la oposición a la guerra de Vietnam. Y veíamos a McGovern como el candidato presidencial de la paz. De hecho había un grupo de estudiantes de programas graduados en la Universidad de Emory que nos enlistamos en aquellas protestas y la promoción de nuevas propuestas por la paz. Aprendimos mucho. Pero nos decepcionamos mucho también. Sobre todo, los y las estudiantes norteamericanos blancos. Intentaban romper su esquema ingenuo e inocente. Los afro-americanos y los hispanos, aún en aquella época, no nos llamábamos a engaño. Pero afirmamos una opción por la paz y contra la guerra.
Ahora nos enfrentamos a una nueva elección presidencial en Estados Unidos. El panorama no es nada impresionante. Más de lo mismo…o peor. Las propuestas solo tienen una diferencia de grado, y no sustancialmente de visiones divergentes o propuestas innovadoras. Entre Obama y Romney no hay mucha diferencia. Visto desde Latinoamérica y el Caribe la diferencia es mínima. De hecho la política de Obama y Hilary Clinton ha mantenido la posición de la administración Bush, y realmente de la administración Bill Clinton. Obama es una extensión de Bill Clinton. Esta cosa de ser centro o centro izquierda o derecha es un problema de tránsito, no sustancialmente de posturas ideológico-políticas. Disculpen mi sofisticación política para los y las que piensan que Obama y Romney son tan distintos.
Así las cosas, hay una guerra mediática costosa, con espirales de sofisticación de expertos políticos que en mi opinión lo único que confirma es que en última instancia el gran capital es el gran partido político de estos tiempos. Disculpen el posible cinismo, pero aquí en Estados Unidos se decide poco. Hay que tener demasiado poder económico para influir en las “elecciones democráticas” que se definen en conciliábulos políticos con consorcios económicos y no en asambleas abiertas. Decía Noam Chomsky que la democracia norteamericana es “muy defectuosa”. ¡Y tiene todo la razón! Cuando se ve que las elecciones presidenciales en Estados Unidos son indirectas uno se rasca la cabeza. Sí, aquí hay 538 votos de un colegio electoral, basado en los distritos congresionales y que finalmente son los que determinan la votación presidencial. Se necesitan 290 votos electorales para ser electo presidente de Estados Unidos, después de una campaña tan costosa. Para decirlo con toda crudeza, aquí se puede ganar el voto popular y perder la presidencia, si no pregúntenle a Richard Nixon y su derrota en 1960 frente a John F. Kennedy o a Al Gore y su derrota frente a George W. Bush en 2000, cuando la Corte Suprema de Estados Unidos decidió por un voto la elección presidencial. El fraude electoral promovido descaradamente en el estado de la Florida en el año 2000 es lo máximo frente a cualquier otro fraude presidencial aún en las democracias más incipientes o manipuladas en cualquier parte de mundo.
A principios de la independencia norteamericana, todavía bajo el control de los colonos en las 13 colonias, la élite económica era la que controlaba. Hoy el colegio electoral lo controla el gran capital que hasta puede contribuir directamente en la promoción y apoyo económico a candidatos al congreso y el senado. Ellos dominan el proceso con su poder económico.
Entonces, he sido bombardeado por miles de correos electrónicos y propaganda escrita, sobre la contienda presidencial norteamericana en los últimos meses. Obama y su campaña no me deja quieto. Estoy sumamente deseoso de que esto termine. Voy a votar en el precinto 25 aquí en Chicago. Voy a votar por Obama sin ninguna vergüenza o necesidad de defender mi decisión. Dos grandes amigos, Fidel Castro y Hugo Chávez me han autorizado en persona a votar por Obama. Sólo espero que Obama le de mayor atención a las relaciones con Latinoamérica y el Caribe. ¡Y que evite seguir confrontando al resto del mundo como enemigo de los Estados Unidos!
Mi utopía es bien limitada, pero la tengo. Sigo soñando, no lo puedo evitar. Afortunadamente me acompañan la memoria de Martin Luther King, Jr., y la vida generosa de Nelson Mandela, Desmond Tutu, Rigoberta Menchú, Adolfo Pérez Esquivel, a los finados Juan Vives Suriá, Exeario Sosa y José Míguez Bonino, a quienes considero amiga y amigos. ¡Y esa amistad me da aliento!
Espero que nadie se llame a expectativas falsas. Lo que se juega aquí no es una alternativa a favor de un mundo distinto y posible. Ese lo vamos a tener que seguir luchando a pesar del próximo presidente de Estados Unidos. Ánimo, seguimos en nuestras luchas por la vida, pase lo que pase.
Carmelo Álvarez – Chicago, 2 de noviembre 2012.