A la manera de Jesús
(a la luz de Marcos 1:21-28)
No enseñaba como las otras autoridades,
aquellas que se colocaban en el pedestal
de una supuesta sabiduría divina,
las que ponían cargas sobre otros hombros,
las que juzgaban sin misericordia,
las que imponían doctrinas sin libertad,
las que condenaban a infiernos inventados,
las que paseaban su opulencia escandalosa.
No enseña como las otras autoridades,
las que gritan desaforadas desde púlpitos
desconectados de la vida cotidiana
o las que sostienen su sabiduría
en pergaminos y en diplomas
o las que hacen de su cátedra
una atalaya de soberbia y vanidad.
Enseñaba desde la simpleza
de quien camina la calle y come y bebe
con las gentes humildes,
en lugares poco ortodoxos,
en lenguajes que incluían y abrazaban
la pobreza de afecto de un pueblo
ávido de palabras que sanen y animen.
Enseña desde la autoridad
de quien conoce de cerca el cansancio,
el frío de una noche a la intemperie,
el dolor de un estómago vacío,
el peso de una culpa impuesta,
la espina triste del desprecio,
la bofetada de la discriminación.
Y sigue enseñando al ahuyentar a los demonios,
a los espíritus inmundos que lastiman la vida de las personas,
acorralándolas en lugares de oscuridad,
de soledad, de desamparo y de muerte,
incluso dentro de tantos templos
donde los evangelios que se comparten
excluyen a quienes esperan un toque de gracia
que libere, que sane, que abrace, que bendiga.
Y no dejará de enseñar, cada día,
desde el contacto cercano,
desde la empatía y la solidaridad,
desde las miradas que se encuentran,
desde una espiritualidad diacónica
que sabe dónde hay necesidad
de una palabra que transforme la vida
de una vez y para siempre.
Gerardo Oberman
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