Posted On 02/01/2013 By In Opinión With 1327 Views

Un grito lleno de rabia esperanzada

¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Pablo. Carta a los Romanos, 7.24)

Nuestro grito, entonces, es bidimensional: el grito de rabia que se eleva a partir de nuestra experiencia actual conlleva una esperanza, la proyección de una otredad posible. El grito es extático, en el sentido literal de salirse de sí mismo hacia un futuro abierto” (John Holloway.  Cambiar el mundosin tomar el poder: El significado de la revolución hoy. Pág. 10)

La realidad nos recuerda de forma constante que vivimos inmersos en un cuerpo social de muerte. Y no sólo eso, sino también que nosotros vivimos diariamente la carga del cuerpo de muerte que arrastramos interiormente.

“¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” se preguntó en cierto momento el apóstol Pablo. Una pregunta que hacemos nuestra al observar nuestra impotencia ante el Goliath con el que nos enfrentamos diariamente.

Vivimos inmersos en un cuerpo de muerte. Así es, el cuerpo social en el que nos movemos genera muerte. Y no parece que esto vaya a cambiar a corto plazo.

Somos el sacrificio involuntario sobre el altar de los mercados. Y sus sumos sacerdotes no nos consultan, sólo nos imponen medidas a golpe de decreto, con la promesa de un mundo mejor. Un mundo mejor, claro está, para los poderes del dios al que se nos sacrifica.

Por otra parte nuestra carne es un cuerpo de muerte, y por ello experimentamos contradicciones internas que hacen más doloroso el sufrimiento infligido por la realidad que nos rodea. Hemos sido educados por el sistema para la muerte, no para la vida.  Y en el paquete educativo va incluida la creencia de que no podemos hacer nada, sólo dejarnos llevar, pasivos, por su corriente. Se nos hace creer que vivimos en el mejor sistema de los posibles, y simplemente es cuestión de conformarse a la realidad que nos es dada de forma constante. Solamente así seremos medianamente “felices”. Ello nos hace impotentes para vencer tanto al cuerpo social como a nuestras contradicciones internas. No tenemos ni honda, ni piedra con las que acabar con Goliath. Ambas, se nos han escamoteado. Al menos eso nos quieren hacer creer.

Ante esta doble realidad el cosmos grita, nosotros gritamos y Dios  -el Dios de Jesús- grita (Rom. 8.18ss). Es el grito de rabia ante la realidad que los seres humanos sufrimos.

Sin embargo, no todo está perdido. Jesús de Nazaret nos mostró que es posible vivir autoexiliados del sistema, y poner manos a la obra en la creación de espacios sociales liberados de la falsa ilusión de que vivimos en el mejor de los sistemas posibles, y descargado del fardo de la educación que se nos ha trasmitido. Como cantara Ani DiFranco, “cada herramienta es un arma si la sostienes con firmeza[1].

Con Pablo debemos confesar que tenemos por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con el mundo nuevo que un día se manifestará (Rom. 8.18).

Por todo ello grito ¡2013!,  lleno de rabia esperanzada.

Ignacio Simal Camps
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