Adviento de salvación
“Y toda persona verá la salvación de Dios” (Lucas 3:6)
Desde los comienzos
de tu historia de amor con la humanidad,
te revelas de maneras misteriosas,
llegas de formas inesperadas,
te manifiestas en lo insospechado,
polizón de las lógicas establecidas,
transgresor de lo debido,
amante de los espacios “raros”.
Jugaste con la arcilla creadora
para amasarnos en armonía con la tierra,
soplaste vida sobre el barro
para que no olvidemos
que nada somos y que nada podemos
sin ese aliento vivificante.
Nos formaste como pueblo
y fuiste nube y torre de fuego
y agua en el desierto
y libertad de todas las opresiones
y palabras de juicio y de esperanza
para corregir y para animar en la huella.
Y te hiciste criatura,
allí en un sitio extraño,
necesitado de brazos y de cariño y de leche,
rodeado de olor a pueblo
trabajador, sufrido y anhelante
de un toque de gracia divina.
Te dejaste saludar por la gente humilde
y aquellas personas pudieron ver,
con sus propios ojos,
y sentir, con todo su ser,
como la salvación llegaba y crecía
desde lo pequeño, desde lo frágil,
para hacerse Verbo y Luz y Pan y Vino,
promesa cumplida,
presencia solidaria y definitiva
de un Dios que no olvida
y que sigue apareciendo,
misteriosa y creativamente,
en cada nuevo tiempo
como adviento de salvación.
Gerardo Oberman