“Así se le vuelve la espalda al derecho,
y se mantiene alejada la justicia;
a la verdad se le hace tropezar en la plaza,
y no le damos lugar a la honradez.
No se ve la verdad por ninguna parte.” (Isaías 59:14)
Cuando la justicia juega a las escondidas
y no aparece para garantizar la equidad,
la libertad, los derechos de las personas,
sobre todo, de las más humildes,
entonces la verdad desaparece de la escena,
la verdad tropieza con la ambición ciega de los poderosos,
la verdad se deshonra a sí misma
convirtiéndose en una mentira camuflada.
El Adviento nos recuerda la gran “jugada” de Dios,
que en Jesús se hace parte de la historia
para establecer con absoluta claridad
por donde pasa su propuesta salvadora.
No tiene que ver con un “sálvese quien pueda”
ni con una salvación para algunos acomodados;
no, el proyecto de Dios en Jesús obrero
es inclusivo y liberador, comunitario y solidario.
El cántico de María así lo dice:
Dios ”desbarata las intrigas de los soberbios.
De sus tronos derroca a los poderosos,
mientras que exalta a los humildes.” (Lucas 1:51b-52)
Dios no se esconde,
Dios se revela, se hace presente,
camina con su pueblo.
Y, ante las injusticias y las mentiras,
ante el avasallamiento de los derechos,
también se rebela, se manifiesta,
hace oír en su voz la voz de los sin voz.
Adviento nos invita
a no darle la espalda al derecho,
a andar siempre cerca de la justicia,
a mantener en alto la verdad
y a vivir en la honradez
coherente con el evangelio de Belén;
a no escondernos, cómplices silenciosos
de las fuerzas de la noche,
sino a iluminar la vida
con la luz del Jesús del pesebre.