“Dios todopoderoso,
¡haz que volvamos a ser lo que fuimos!
¡Míranos con buenos ojos y estaremos a salvo!” (Salmo 80:3, DHH)
Mira nuestra vida, buen Dios.
Mírala con tu mirada tierna y compasiva,
que todo lo ve y todo lo sabe,
ante la cual no es posible ocultar nada.
¿Verán tus ojos lo mismo que ven los nuestros?
Dinos que sí,
dinos que no te resultan indiferentes
los dolores del mundo,
que no ignoras las heridas profundas
que causa la indiferencia y la apatía
en la vida de los más frágiles sobre la tierra.
Dinos que ves a la bomba asesina
que cae sobre un pueblo pequeño
de un país invadido por el capricho
del imperio de turno.
Dinos que ves los planes perversos
de quienes atentan contra inocentes vidas
para satisfacer sus odios.
Dinos que ves las consecuencias
de las políticas que benefician a los ricos
y que castigan a los más pobres.
Dinos que ves el aire espeso,
el mar sucio, el suelo envenenado.
Restaura nuestra vida, amor eterno,
restaura tu creación, artesana de oportunidades.
Que volvamos a ser lo que fuimos:
barro en tus manos,
habitantes privilegiados del jardín de la vida,
hermanos y hermanas del pájaro, de árbol, de la luna,
criaturas libres, desnudas de miedos,
danzando al ritmo de tu espíritu.
Porque el mundo puede ser otro
y la vida puede ser otra:
“los cielos nuevos y la tierra nueva”.
Míranos con buenos ojos
y restáuranos,
Adviento de esperanzas.