Adviento, día 16: Dios humanado
«Eliud, padre de Eleazar; Eleazar, padre de Matán; Matán, padre de Jacob; y Jacob fue padre de José, que fue el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo. Así que hubo en total catorce generaciones desde Abraham hasta David, catorce desde David hasta la deportación a Babilonia, y catorce desde la deportación hasta el Cristo».
Mateo 1.15–17 – nvi
Varios asuntos de la genealogía que nos presenta el Evangelio Según Mateo captan nuestra atención (1.1.17). El primero es su simetría; aparecen tres grupos de catorce generaciones cada uno. Otro es la omisión de algunos reyes que existieron entre Jorán y Ozías (1 Reyes 8.24). Uno más, y el más extraño para las costumbres orientales, es que nombra a cuatro mujeres: Tamar, Rahab, Ruth y la mujer de Urías. Resulta extraño porque los derechos mesiánicos legales se establecían por la línea paterna. Más llamativo aún es que las mujeres mencionadas eran extranjeras… y algunas de dudosa reputación moral.
Esta genealogía resalta la humanidad de Jesús en su máxima expresión. El Cristo, que procede del Altísimo, tiene una ascendencia terrenal cruzada por la diversidad cultural y marcada por el sello de lo humano. En esta lista se incluyen reyes de mil batallas, familias deportadas, hombres que probaron el amargo sabor del error y mujeres que defendieron su dignidad en contra de todo y de todos.
«Jesús, llamado el Cristo», es el Mesías esperado. Pero ya esta genealogía explica por qué también, aunque anhelado, será despreciado hasta la condena de la cruz. Esperaban un Mesías menos humano, menos amigo de los pecadores, menos débil.
Nuestra redención viene por medio del Dios humanado. Nos redime de la tentación de querer volvernos divinos (la tentación que resistió Jesús en el monte). Nos redime para que seamos genuinamente humanos, en medio de la deshumanización de este mundo.
Para seguir pensando:
«En definitiva, él, una persona humana como nosotras (excepto en el pecado, Romanos 8.3) en su manera de ser y de vivir, en su decir y en su hacer, nos muestra qué humanidad sí y qué humanidad no, qué religión sí y que religión no, qué compromiso sí y qué compromiso no, qué espiritualidad sí y qué espiritualidad no, qué Dios si y qué Dios no».
Marta Zubía Guinea (teóloga, Universidad de Deusto)
Oración:
Veinticinco millares de niños y niñas mueren cada día de hambre en el mundo. Oremos para que se creen soluciones que agoten la crisis alimentaria mundial, y pidamos al Señor que las personas que nos confesamos cristianas actuemos en este asunto como Cristo, como más humanos, con responsable solidaridad.
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