Todos quedaron admirados y llenos de temor, y comenzaron a alabar a Dios diciendo: «¡Qué cosas tan maravillosas hemos visto hoy!» (Lucas 5:26)
Veo, veo.
¿Qué ves?
Una cosa…
Varias cosas.
¡Cosas maravillosas!
He visto abrazos puros,
miradas sinceras,
gestos solidarios,
lágrimas compasivas,
gente bella y comprometida
con las luchas de tu pueblo,
Dios que de advienes
y que construyes la historia
junto a tus hijos a hijas.
He visto reencuentros
que conmovían el alma
y he visto el perdón auténtico
y la reconciliación sanadora.
He visto a personas que se aman
e inician proyectos nuevos
y se aventuran con esperanza
a mañanas que se sueñan mejores.
He visto a la bondad haciéndole zancadillas
a la realidad dura y cruel:
en el joven que no ignora a su prójimo
y tiende su mano, abierta, generosa;
y en la niña que le sonríe a un abuelo
y le conceda un momento de plenitud.
He visto la maravilla del pájaro que canta,
de la luna reflejada en el mar,
del sol tibio en otoño,
de la lluvia que nutre la tierra,
de la brisa que refresca,
de la música junto al fogón.
Y he visto a la flor que, obstinada,
se ofrece, en todo su esplendor,
sin pedir nada a cambio.