Alexandre Vinet (1797-1847) no es uno de los pensadores protestantes más conocidos. Sin embargo, fue una figura destacada en el aspecto intelectual, tanto en lo que concierne a la defensa de la fe, como en lo que concierne a ámbitos del saber profano en que se especializó, como la literatura. En la primera vertiente, que es la que nos interesa, Vinet tuvo una gran influencia en el tema de la separación entre Iglesia y Estado, tanto en Suiza, su país natal, como en un país donde esto era especialmente problemático, en Italia.
Aunque se podría decir y matizar mucho más sobre Vinet y los perfiles de sus tesis sobre la relación entre Estado y religión, esperamos que estas páginas contribuyan a acercar el lector a su figura. En Italia, la obra a la que principalmente nos referiremos ha sido traducida por GBU. Y cuenta con una magnífica introducción de Stefano Molino y un posfacio del destacadísimo teólogo valdense Mario Miegge. Las citas pertenecen a esta edición.
Vinet pertenecía al cantón de Vaud, donde Berna introdujo la Reforma. Suiza, como otros Estados europeos, se había adherido a la Revolución, con la experiencia de la República Helvética de 1798 que sólo duro cinco años. Después de la nueva Constitución de Napoleón y la Restauración, con los movimientos liberales de la década de 1830 una asamblea redacta en Lausana una nueva Constitución para el país, por sufragio universal. Para dicha tarea es consultado Vinet, lo cual nos da la medida de su relevancia. En lo religioso, se había producido una deriva racionalista y sociniana en Suiza, alejándose de los postulados fundamentales de la Reforma. Esto sucedía, de manera destacada, en Ginebra, tanto en la Academia de Calvino como en la Venerable Compañía de Pastores. Pero, al mismo tiempo, vemos un despertar de jóvenes predicadores que se oponen a esta tendencia, predicando la depravación del ser humano y la divinidad de Cristo. Se sitúan bajo la influencia del movimiento de avivamiento, del despertar, que atraviesa fronteras; lo que se conoce como “Réveil” en lengua francófona, y como “Risveglio” en italiano.
El 3 de mayo de 1817, la Venerable Compañía de Pastores de Ginebra prohíbe predicar sobre el pecado original y la divinidad de Cristo, entre otros temas. Y el 20 de mayo de 1824 se prohíben los conventículos, las reuniones fuera de lo aceptado institucionalmente, con la amenaza de la cárcel o el exilio. Gracias a las secuelas de la Revolución de 1830, en 1834 el Estado tolera las reuniones. Pero un nuevo movimiento revolucionario de 1845 impone que la nueva Constitución sea leída desde los púlpitos, lo cual, aunque de diversa índole, supone una nueva injerencia del poder en el terreno de la religión. Esto provoca la salida de Vinet de la iglesia oficial. Aunque cercano al movimiento de avivamiento, nunca se identificó con él del todo, más que nada por matices en cuanto a la experiencia de la fe y por algunos aspectos doctrinales. Había permanecido dentro de la iglesia oficial, pero en estas circunstancias decidió optar por una iglesia libre, no oficial, no vinculada al Estado. Ambas iglesias no se volverán a unir hasta 1966.
Pero Vinet ya se había rebelado contra la injerencia del Estado en la religión. Destaca la situación de 1824 a la que hemos hecho referencia anteriormente. Es la que motivó el escrito más conocido y al que prestamos especial atención en estas páginas: Mémoire en favor de la liberté des cultes (1826). Este escrito fue presentado para un concurso en que había entre los organizadores católicos liberales y protestantes. Fue convocado por la Sociedad de la Moral Cristiana de París. Y Vinet ganó el certamen. De hecho, ya había escrito sobre temas afines poco antes, como en Du respect des opinions. Después, en 1842, reelaborará y ampliará su Memoria en Essai sur la manifestation des convictions religieuses, aunque en lo esencial se mantienen sus tesis.
- Más allá de la tolerancia
De tratados sobre la tolerancia religiosa ya se habían publicado con anterioridad. Como más destacados, por su influjo y diversa procedencia, cabe recordar las obras de John Locke, de Pierre Bayle y de Voltaire. Pero Vinet no se siente cómodo con el uso de la palabra “tolerancia”, ya que la etimología remite a “soportar”, y ello lleva implícito una carga de posición de superioridad por quien ejerce aquella. Para él, a menudo, este concepto es sólo un subterfugio para agradar a los espíritus ilustrados, incluyendo los de los monarcas que se precian también de sabios y tolerantes. Para Vinet, la conciencia no requiere otra cosa que la palabra “libertad”.
El concepto fundamental es, pues, el de libertad de conciencia, que va más allá de la tolerancia. Y esto es así porque la religión tiene que ver con una relación libre con Dios, donde nadie puede intervenir desde fuera. Vinet defiende la libertad de conciencia entendida como libertad individual de relacionarse con Dios. Todo el mundo tiene derecho a tener una religión. Es más, también se tiene derecho a otra distinta a la del cristianismo, como sucede con los mahometanos, o a no tener ninguna. En esto último va mucho más allá de Locke, quien limitaba la tolerancia a los ateos, y concuerda con Bayle.
Es más, hay que entender que no se puede separar la libertad cristiana de la libertad de conciencia. En eso es abanderado el cristianismo. Pero la libertad de conciencia no se queda ahí, en el interior, en el sujeto. Esa libertad de conciencia, de relación privada con Dios, ha de tener su manifestación pública, objetiva, en el culto. Y ahí, obviamente, es a donde apunta el tratado. No se trata de lo que pueda uno ser en su casa, sino de lo que uno pueda ser en público, libremente. De ahí que deban separarse Estado e iglesia; no puede uno ejercer dominio sobre el otro, ni el primero proteger a ninguna religión en concreto. Donde el Estado tiene una religión, el individuo no tiene ninguna, dice Vinet en el Essai. La conciencia ha de ser libre y no puede estar tutelada.
- La no evidencia de la creencia religiosa
Para Vinet, la característica definitoria de la creencia es la “inevidencia”. Vemos aquí un claro alejamiento de la idea moderna, tanto en el racionalismo como en el empirismo, de que lo que hace que algo pueda ser considerado cierto es que algo se imponga como indudable, como evidente. La ciencia busca verdades universales, que sean observables por cualquier sujeto. No así la creencia religiosa, que atañe al particular. La razón es, en todo caso, el instrumento del sentimiento religioso, cuya sede es la conciencia. Pero el sentimiento va por delante, antes de la argumentación racional.
La evidencia es algo que pertenece al objeto en sí, pero la creencia al sujeto. Para Vinet, cabe remárcalo, la no evidencia de la verdad religiosa no es problema de la verdad en sí, sino de la caída del ser humano. En ello se diferencia de Bayle que veía esta falta de evidencia como una condición inherente al ser humano, previa a su caída. Por ello, no hay acuerdo objetivo posible sobre una verdad religiosa. Y, por ello, ésta no se ha de imponer. Lo que se puede es discutir. Para ello se debe permitir la libertad religiosa mediante la cual, siguiendo el espíritu reformado, hay la posibilidad del libre examen y la comparación entre las creencias propias y ajenas.
- El cristianismo y la “mayoría de edad”
El cristianismo habla directamente a la conciencia. Y el cristiano debe asumir ese aspecto esencial de la fe. Y aquí Vinet, recordando al ilustrado Kant, afirma que el mensaje cristiano implica la mayoría de edad del ser humano. El pastor de Vaud inserta el cristianismo en un esquema evolutivo de la religión y de la humanidad, algo común a otros autores ilustrados como Lessing, por ejemplo, que situaban el cristianismo en una línea de progreso en la religión de la humanidad. Pero, a diferencia del ilustrado alemán, para Vinet el cristianismo era el punto final de esa evolución. De hecho, Vinet sólo contempla dos estaciones en ese trayecto, ya que se mantenía dentro del marco bíblico. La primera es la edad de la infancia, del hombre que no dispone de libertad, lo que en el marco bíblico es la teocracia del Antiguo Testamento. Ya no se puede seguir ahí. Esta distancia respecto a este sistema político-religioso le permitía a Vinet criticar tanto las concepciones absolutistas del Estado como los intentos de establecer una religión de Estado laica, como en el caso de la Revolución Francesa. Pero, por encima de todo, Vinet arremete contra el punto de vista que defiende que los ciudadanos deben someterse a la religión de su Estado, según el famoso dictum que se impone tras la paz de Westfalia de 1648 que ponía fin a la religión como causa de guerras: “cuius regius eius religio”.
La concepción de Vinet es tan radical que liga la libertad de conciencia y de culto con la obra de Cristo. Dice que gracias a la obra de Cristo la conciencia ha resucitado, y la libertad perdida tras la caída es recuperada. Todo esto está incluido en el “consumado es” de la cruz. El carácter secular de la ideas de Vinet recuerdan la tesis de Max Weber de que el protestantismo, al eliminar los intermediarios entre Dios y el ser humano a través de la obra de Cristo, produce el “desencanto” del mundo.
Vamos bajo la cruz en el momento del sacrificio divino; escuchando las últimas palabras del cordero que muere: Todo es consumado, dice. ¡Cómo! ¡Todo es consumado! Sin embargo, no veo jerarquía, ni clero constituido, ni Iglesia investida, ni culto reconocido por el Estado (I, XVI).
- Catolicismo y protestantismo
Respecto a la disputa entre protestantismo y catolicismo, Vinet es bien claro. El catolicismo asume dos postulados que lo hacen difícil de conciliar con la libertad de conciencia y de culto. El primero es el de la infalibilidad de la iglesia católica; y el segundo es el de que fuera de ella no hay salvación. Por lo que es difícilmente sostenible que el catolicismo pueda tener una postura de libertad como la que se debe tener en la época moderna. En este aspecto, Vinet recuerda las palabras de Locke, quien también ponía en tela de juicio el alcance de la tolerancia con respecto al catolicismo, pues advertía de la dificultad de que una religión que, además de sus dogmas, tiene su cabeza en otro Estado, y que se cree con autoridad política, pueda encajar en un sistema de tolerancia y libertad de conciencia.
En el Essai, el escritor dice que hay dos formas de relación entre iglesia y Estado: la de la iglesia que se hace Estado (catolicismo) y la del Estado que se hace iglesia (protestantismo). Ahora bien, en este segundo caso esto es contradictorio con los principios que están en germen en la Reforma. Para Vinet, el protestantismo sólo proclama como autoridad el Evangelio. Ahora bien, cuando el protestantismo usa el poder está actuando católicamente. Pero ello es contrario al espíritu del protestantismo. En la Memoria dice:
Hay un principio potente y activo en la Reforma, que, bien entendido y seguido en todas sus consecuencias, tendrá un día que hacer desaparecer de esta iglesia incluso la más tenue constricción en materia de fe.
Es necesario no olvidar que la Reforma es menos un evento que pueda ser fechado que un principio, cuya acción se perpetúa y se sostiene (I, XIX).
Para Vinet, el modelo ideal es el de Estados Unidos, con la separación entre iglesia y Estado refrendada por la Constitución. Aun así, no deja de denunciar la esclavitud y la política contra los indígenas indios.
- Influencia del pensamiento de Vinet
La influencia de las ideas de Vinet sobre la relación entre Estado y religión traspasaron fronteras. Gonzalo Puente Ojea, antiguo embajador español en el Vaticano, y defensor prominente del ateísmo, considera la contribución de Vinet como la primera en el laicismo. Podríamos mostrar muchos ejemplos. Valgan algunos. En Francia, cuando se discute la separación entre religión y Estado, en uno de los informes presentados por Aristide Briand en 1905, se cita expresamente a Vinet no sólo como teórico de la separación, sino también como la influencia más determinante sobre esta cuestión en el mundo francófono. Valga decir que el documento final sobre la cuestión fue rechazado por Pío X.
Su importancia fue muy notoria en Italia, entre los valdenses, cuya influencia, junto a la del Risveglio, marcó su historia. Pero la influencia de Vinet llegó también a cuestiones políticas de gran calado. Y la influencia más significativa probablemente esté en un momento culminante de la historia de Italia, y encarnada en las palabras de su ministro y principal figura de aquellos tiempos: Camilo Cavour. Este estuvo en contacto con pastores del Risveglio, y conoció también a Alexander Vinet, y su influencia religiosa es explicitada por el político italiano. Cuando Cavour dirime la “cuestión romana”, el papel de Roma en la nueva Italia, se hace eco de la expresión de Vinet: “Libera Chiesa in libero Stato” (Cámara de los diputados, 27 de marzo de 1861). Cabe decir que la verdadera autoría de la frase es disputada, pero sin duda está en el espíritu de las palabras e ideas del suizo. Cavour esgrime la necesidad de que la capital fuera también parte del resto de la nación italiana, sin privilegios políticos al papado. Reclama que la iglesia sea independiente del Estado, y no quiera el poder temporal; solo así podrá ser respetada. Y para ello habló de una “iglesia libre en un estado libre”. No podemos dejar de resaltar que, mientras que la frase atribuida a Vinet está en plural (“Chiese”), porque se refiere a las diversas religiones y sus plurales formas, la de Cavour está en singular (“Chiesa”), dado que el problema era la iglesia romana y que la prudencia requería no referirse al papel de otras confesiones religiosas en un futuro Estado, aunque la pérdida de privilegios de Roma implicara la igualdad del catolicismo respecto a las otras confesiones. Ciertamente, no fue fácil que la Iglesia católica dejara sus privilegios. Sólo con la entrada de Garibaldi y el abandono del apoyo de Napoleón III al Vaticano pudo Roma ser integrada en el proyecto nacional y convertirse en capital de la nueva Italia.
El espíritu de Vinet volvió a estar presente décadas más tarde, cuando el Pacto Laterano devolvió los privilegios a Roma bajo el fascismo. En las jornadas teológicas del Ciabàs, en Septiembre de 1943, en el contexto del armisticio y pocos días antes de que Mussolini establezca su República de Saló, los dirigentes valdenses reunidos allí reclaman la libertad para todos los cultos, la separación entre Estado y religión. Y en el texto que refleja esas ideas y que se publicó clandestinamente el año siguiente, se incluyen palabras de Alexandre Vinet.
La obra de Vinet y su espíritu siguen siendo actuales, especialmente en la España que todavía tiene problemas para separar la idea de nación de una concreta expresión religiosa, y donde la tentación de devolverle su protagonismo a esta es constante. No hay que olvidar las recientes amenazas de la creciente extrema derecha (ente cuyos seguidores, desgraciadamente, hay creyentes tan evangélicos como amnésicos) de suprimir de algún modo el pluralismo religioso. Y tampoco está de más alertarnos ante el creciente revisionismo histórico que junto a la revisión de una idea de España revisa también el papel del catolicismo y del protestantismo en Europa.
David Galcerà
BILBLIOGRAFÍA
Cavour, Camilo; Ruffini, Francesco; Pirani, Mario; Libera Chiesa in libero Stato, Il melangolo, Génova, 2001.
Vinet, Alexandre, Libere Chiese in Libero Stato: Memoria in favore della libertà dei culti (1826), trad. de Stefano Molino, Edizioni GBU, Chieti, Roma, 2008.
Tourn, Giorgio, Risorgimento e chiese cristiane, Claudiana, Turín, 2011.