Posted On 02/06/2015 By In Opinión With 3435 Views

Analfabetos/as de la fe

Escribo estas líneas en el día en que en algunos países se celebra el día del maestro y de la maestra y en el que en mi país, Argentina, se reconoce a las y los docentes universitarios. Eso constituye un buen marco para reflexionar en torno al analfabetismo. Si bien las posibles definiciones del término varían, usualmente hemos hablado de analfabetismo absoluto cuando una persona “no saber leer ni escribir”. Hoy, el término se aplica también a otros ámbitos de las capacidades humanas y se habla de analfabetismos emocionales, afectivos, culturales, etc. Bien de este tiempo es el concepto de “analfabetismo digital”, algo que afecta a las personas que no han sabido dar el salto que los coloque en el “mundo tecnológico”.

De todos modos, estas definiciones son cuestionadas por algunos pensadores relativamente contemporáneos, que consideran que el analfabetismo guarda relación más bien con otras carencias o incompetencias de las personas. Cito: «Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no sepan aprender, desaprender y reaprender.» Alvin Toffler en su libro El shock del futuro, de 1970[i]. En realidad, la idea madre de este razonamiento la toma Toffler del psicólogo Herbert Gerjuoy, quien afirma: “La nueva educación debe enseñar al individuo cómo clasificar y reclasificar la información, cómo comprobar su veracidad, cómo cambiar las categorías en caso necesario, (…) cómo considerar los problemas desde un nuevo punto de vista: cómo enseñarse a sí mismo. El analfabeto de mañana no será el hombre que no sabe leer, sino el que no ha aprendido la manera de aprender.”[ii] Analfabetismo es la incapacidad de DESaprender y REaprender. ¡Interesantísimo!

Este es el andarivel por el que me gustaría encaminar algunas humildes reflexiones sobre el grado de analfabetismo que afecta la fe de las personas que son parte de nuestras comunidades evangélicas en América Latina. Se trata, mayormente, de un analfabetismo funcional, ya que no parte del desconocimiento absoluto sino de la incapacidad de transformar el conocimiento adquirido en instrumento de crecimiento y de transformación de la vida.

En este sentido me animo a afirmar que no son analfabetos de la fe aquellos que no se saben de memoria el orden de los libros de la Biblia o quienes no recuerdan ni siquiera un Salmo de memoria sino quienes son incapaces de abordar las Escrituras con miradas nuevas que ayuden a enfrentar problemas nuevos con abordajes creativos. Por lo mismo, no hay que dar por ilustrados bíblicos o por alfabetizados de la fe a quienes citan pasajes de las escrituras con prepotente fluidez o quienes desarrollan elevados discursos que alienan, oprimen, sostienen injusticias, etc. Su “ilustración” literalista no supone, bajo ningún concepto, su adecuada alfabetización. Más bien esconde su supina ineptitud para resolver, desde una lectura liberadora de las escrituras, los desafíos que apelan a las iglesias del siglo XXI.

Voy a hacer un breve y rápido listado de las personas que, tal vez sintiéndose egresadas de la mejor escuela de la fe, destilan su analfabetismo en nuestras comunidades.

Analfabetos teológicos: aquellos/as que sostienen – con todo vigor y entusiasmo – doctrinas, dogmas, postulados tradicionales de la fe que no siempre guardan relación con una adecuada exégesis y hermenéutica bíblicas. Dogmas que tal vez fueron válidos en algún tiempo, pero que ya han sido superados o al menos cuestionados por nuevas aproximaciones. Ejemplos históricos: nacimiento virginal de Jesús, el creacionismo, la doble predestinación y, más recientemente, la muerte expiatoria de Jesús,

Analfabetos bíblicos: aquellos/as que enuncian descaradamente que “la palabra de Dios dice…” y no saben de verdad que la palabra que ellos o ellas atribuyen a Dios es palabra humana, es la extensión de sus propios miedos o prejuicios o comodidades o lo que fuera. Bien puede estar ese preconcepto sostenido en un versículo bíblico, pero es incapaz de contener la propuesta amorosa de un Dios de vida, de plenitud, de gracia. Históricamente se ha manifestado en tópicos como: racismo, esclavitud, divorcio, derechos humanos, homosexualidad…

Analfabetos litúrgicos; aquellos/as que en su discurso sacan la muletilla “siempre se hizo así”. Quizá son las personas más recurrentes en nuestras iglesias locales. Pero, ¿qué cosa se ha hecho siempre así? ¿Será verdad que “siempre” fue así? Y aunque hubiera sido “siempre”, ¿es ello garantía de fidelidad a Dios y a su propuesta evangélica en Jesús? Un serio conflicto en una comunidad de la que fui pastor recientemente se dio en torno a la “recitación” semanal (o no) del Credo Apostólico. Pero el debate puede darse sobre la necesidad de la confesión comunitaria de pecados en cada liturgia, en las personas autorizadas para celebrar un sacramento, en el “ordo” de una celebración (que es mucho más que el mero “orden”), en la distribución del espacio físico, en el uso o no de ropaje “especial”, dar palmas o danzar, etc.

Analfabetos musicales: aquellos/as que dicen que “eso no se puede cantar” o, por el contrario, “aquello sí es una música apropiada para la celebración”. Se argumenta muchas veces la necesidad de mantener un clima solemne en el tiempo del culto. Pero la solemnidad no la da Bach ni la quita un chamamé. Es el espíritu con el que se celebra el que hace a la solemnidad de un encuentro de hermanas y hermanos en la fe. Otro tipo de analfabetos musicales lo forman aquellas personas que, acríticamente, aceptan como “bueno” todo lo que proviene como propuesta de grupos cristianos exitosos. Muchas de sus letras tienen un contenido que debe ser analizado con mucho cuidado,

Posiblemente a quienes leen estas líneas se les ocurren otros analfabetismos posibles dentro de nuestras comunidades. Sería bueno poder leer sus reacciones o aportes en ese sentido.

Gran parte de este analfabetismo tiene por causa la incapacidad de pastores y pastoras de asumir un rol docente en la comunidad que se les (nos) ha confiado para pastorear. A veces resulta más cómodo acompañar sin riesgos el caminar de una comunidad, su discurso y sus prácticas – incluso considerado que están lejos del Evangelio – y aparecer como “el pastor o la pastora ideal” para un determinado grupo. De esta manera se garantiza el aplauso de la tribuna, un seguro lugar para el ministerio y un salario que no sea sometido a los vaivenes emocionales de las feligresías, que usualmente condenan con sus ausencias y su falta de aportes económicos a quienes desafían sus “statu quo”.

Una mirada crítica hacia las comunidades que formamos debería impulsar a ministros y ministras de la Palabra a reasumir su rol docente y la vocación profética que debe estar intrínsecamente ligada al desarrollo de un pastorado eficaz que coadyuve a la formación de comunidades cada vez más alfabetizadas en la fe.

“Sugiero que las escuelas, institutos y universidades realmente necesitan hacer un gran pacto para DESaprender y REaprender si desean ser serias en el movimiento de un aprendizaje SUPERFICIAL, que tanto vemos, y tomar la pelota en términos del aprendizaje TRASNFORMACIONAL que nuestros estudiantes necesitan”.[iii] Estas mismas palabras las hago propias a la hora de pensarnos como comunidades de fe en nuestros desafiantes contextos actuales, donde el analfabetismo de la fe nos ha tocado tan profundamente. Es tiempo de DESaprender mucha cosas que nos han transmitido y que nos han anquilosado, para aventurarnos en nuevos aprenderes que nos regresen a la rica y liberadora propuesta evangélica de Jesús, el maestro de Nazareth.

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[i] Plaza y Janes, Barcelona. Hemos accedido a la versión en PDF del libro: http://www.revista.humanet.co/libros1/Toffler%20Alvin%20-%20El%20Shock%20Del%20Futuro.pdf

[ii] Op.cit., p. 294.

[iii] Traducción propia de: Tony Gurr, The future is NOT in LEARNing… Accedimos al artículo en internet: https://allthingslearning.wordpress.com/2012/02/24/the-future-is-not-in-learning/

Gerardo Oberman

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