Aniversario del asesinato de Samuel Luiz: homosexualidad y la iglesia evangélica.
Reflexiones sobre mi fe y mi comunidad
Fotografía: pasaje bíblico del evangelio de Lucas capítulo 10
Hace un año del asesinato de Samuel Luiz al grito de “maricón”. Desde entonces han corrido ríos de tinta, y aún recuerdo el momento en el que supe que Samuel era evangélico. Una amiga me había enviado un pantallazo de un artículo de una publicación protestante donde lo explicaba, y lo primero que pasó por mi mente fue, “pobre Samuel”.
Soy evangélica protestante, por tradición y por convicción. Mi familia era evangélica, y yo decidí serlo también, cuando formé mi pensamiento crítico. Por pensamiento crítico también cuestioné la homofobia a mi alrededor, tanto en la sociedad, como por desgracia en la iglesia. Tardé demasiado en hacerlo y por el camino fallé a amigos a los que después tuve que pedir perdón. El amor contracultural del que se jacta la iglesia falló y sigue fallando a la comunidad LGTBIQ (entre otros). Es verdad que hay gente de todo en todos lados, y que conozco a muchos cristianos muy comprometidos contra la homofobia, pero el asesinato de Samuel pone en evidencia que desafortunadamente, esta no es la nota dominante en círculos de iglesia.
Recuerdo leer otro artículo de otra publicación cristiana de los muchos que se escribieron en su día, que decía que la orientación sexual de Samuel era un tema pendiente de hablar en su casa, a sus 24 años, a punto de acabar sus estudios y probablemente independizarse. Pero, cómo podía ser de otra manera, si aún tras su muerte la reacción de la iglesia fue desviar la conversación del motivo de su linchamiento. “Si él tenía su orientación sexual, eso es de cada persona, y está bien”, citaba el artículo a un amigo de la iglesia. ¿De verdad está bien? ¿O solo está bien si no lo dice, y todo el mundo sigue haciendo como si nada? Porque si está bien, ¿qué problema hay en que lo diga? ¿Era realmente una conversación pendiente, o una que nunca debía ocurrir? ¿Cuántas personas evangélicas hay en esta misma situación?
Anteponer doctrinas humanas al amor cristiano hizo que el padre de Samuel no entrase al entierro de su suegro, junto al que ahora descansa el cuerpo del joven. Ese mismo desorden de prioridades es el que hoy hace que en las iglesias prime la política sobre el duelo.
Sí, la política, porque las pretensiones de neutralidad de la llamada a no usar a Samuel como “bandera de nada” fueron una falacia. Y más aún si encima se cita a Martin Luther King Jr. como reclamo, como hizo la Alianza Evangélica Española en su comunicado al respecto. El reverendo King, pastor protestante y líder de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos conocía de cerca la discriminación, tan de cerca que le costó la vida. Es famosa su carta desde la cárcel de Birmingham en la que critica fuertemente a los líderes religiosos que le pedían que frenase su lucha.
“Llega un momento en el que el silencio es traición”, dijo el reverendo en una ocasión a la congregación de la iglesia de Riverside. Sí, él sabía perfectamente que el disfraz de neutralidad es solo la fachada de los que ayudan a perpetuar la injusticia. A los que usan la fe como justificación para su homofobia quiero decirles que su coartada ha sido desmentida y hallada falta.
Un año después de su asesinato, mis pensamientos vuelven a Samuel Luiz y a la tragedia no solo de su muerte, sino de su vida, en la que no pudo mostrarse plenamente a su comunidad por miedo al rechazo. Te recordamos, Samuel.